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La actriz, creadora escénica y directora Andrea Jiménez (Madrid, 1987) abandera la contemporaneidad sobre las tablas y sus montajes son aplaudidos por público y crítica. ... Esta artista madrileña se alzó con el Premio Ojo Crítico de Teatro 2019 por su trayectoria con Teatro En Vilo, compañía ya disuelta que fundó con Noemí Rodríguez, y se estrena en el Teatro Principal de Palencia este jueves (20:30 horas) con una adaptación irreverente de 'El rey Lear' de Shakespeare. En esta arriesgada obra, titulada 'Casting Lear', comparte escenario con Pablo Gallego y con un actor en el rol de Lear distinto en cada función, que trabaja sin guion preestablecido y que nunca repite. Un desafío que han aceptado Marcial Álvarez, Imanol Arias, Pedro Casablanc, Fernando Colomo y Pere Ponce, entre otros intérpretes.
–'Casting Lear' es la 'autoficción' de un clásico o un clásico 'autoficcionado', o ninguna de las dos cosas, como usted dice...
–Comparado con el teatro en el que se pone en escena un texto, lo que yo hago no es convencional sino teatro de creación, que proviene de una investigación desde la acción y la improvisación. Mis ensayos nunca empiezan con un texto escrito a priori. En este caso, existe el rey Lear y se cuentan textos de Shakespeare versionados por Juan Mayorga y cada noche un actor distinto hace de rey Lear. Yo no diría que mi forma de hacer teatro transgreda los límites del teatro, sino que pretendo ahondar en qué es el teatro: un lugar de encuentro en el que hasta tu peor enemigo puede guardar silencio para escucharte. Para mí, el teatro es un lugar en el que se pueden dar conversaciones improbables y encuentros con personas con las que en otras circunstancias no podrías encontrarte.
–¿Qué va a ver el público del Teatro Principal de Palencia?
–Nunca antes había estado en Palencia, pero me han hablado muy bien de su público. Aparte de revisar mi relación con Shakespeare, con la de mi padre, lo más importante es el encuentro con un hombre mayor que yo y con el que no podría hablar si no fuera por este montaje.
–Es innovador que en una producción teatral se cambie al actor protagonista en cada función y que éste no tenga un guion preestablecido...
–Y, además, si la representa una vez, ya no puede repetir. Los actores saben que vienen a hacer de rey Lear, pero no saben más que eso. Todo sucede gracias a un pinganillo que lleva el actor Pablo Gallego, que sabe su texto, hace de apuntador y le dicta el texto en directo al actor invitado cada noche. También hay momentos que yo guío al actor y entablo conversación con él. La obra no es una improvisación, aunque podría parecerlo. Su dramaturgia es como una ingeniería que lleva tanto al actor como al espectador por el viaje de Lear. Es una pieza fácil de ver.
–Imagino que para esos actores supondrá un auténtico desafío esta experiencia…
–Después del año de gira, se ha corrido el rumor de que esa experiencia es muy placentera, así que ahora es más fácil que acepten la invitación. Aun así, sabiendo que sus compañeros han disfrutado, aparecer en un escenario sin saber el texto genera, para muchos, un gran vértigo y, para otros, mucha relajación porque se sienten libres de responsabilidad. No obstante, no deja de ser una experiencia fuerte para todos ellos; no es un paseíto, tiene enjundia.
–¿Qué actor representará al rey Lear en Palencia?
–No te lo puedo decir. Es una sorpresa para el público y, aunque yo sepa con antelación quién va a ser, mi encuentro con él sobre el escenario sucede el mismo día de la función.
–De todos esos intérpretes, ¿quiénes han superado el casting?
–(Risas). Aunque la obra se titule 'Casting Lear', no es un casting, si, acaso, es un casting de padres. Con algunos de los actores he fraguado una relación de cariño más allá de la función, una relación de contarnos, preguntarnos… porque, al final, no deja de ser una experiencia intensa. Y no es un casting porque todos tienen ya adjudicado el papel (risas). La obra no versa sobre un ensayo, yo voy dirigiendo al actor, pero el público no escucha lo que le digo. El público tiene la sensación de ver una función, no un ensayo.
–¿Qué opinaría Shakespeare si levantara la cabeza?
–Aunque me meto un poquito con él, yo creo que estaría contento al ver sus textos aún vivos, no como una oda museística, sino como preguntas reales que siguen afectando a todos porque, obviamente, son preguntas humanas sobre cómo nos perdonamos y dónde ponemos el amor cuando alguien nos ha hecho daño. Mi óptica tiene que ver con las relaciones paternofiliales y, sobre todo, con qué haces con ese amor peligroso que te ha hecho daño.
–Lleva un año de gira con este montaje. ¿Aún le queda carrete?
–Le queda un año más. Mi función en Palencia será la 78. Con este montaje hemos tenido muchas contrataciones. Es una obra que está gustando mucho al público, desde luego, y a la crítica. Esta función está muy ligada a mi historia personal y estoy súper agradecida del resultado. Hay una respuesta extraordinaria y muy emotiva al abordar el perdón, entre otros temas, porque todo el mundo tiene algo que perdonar. Y, también, porque la obra es un homenaje al teatro.
–¿Utiliza al teatro como herramienta de transformación social?
–Yo miro al teatro como un lugar donde transformarse. En la mayoría de mis obras siempre hay una pregunta que no sé contestar y, durante el proceso escénico, siempre surge algún aspecto que repercute en nuestras vidas y que aporta una nueva perspectiva de mirar el mundo.
–¿Las artes escénicas gozan de buena salud?
–Yo creo que sí, aunque pienso que España debería abrirse más a los nuevos lenguajes contemporáneos porque atraen y entusiasman al público, o así lo percibo yo con mis montajes, y también debería apostar más por caras menos conocidas. El eclecticismo cultural siempre es necesario y saludable.
–¿Cuál de los últimos montajes que ha visto le han encantado?
–Me fascinó 'Fuck me', de la artista argentina Lucía Otero, porque habla de lo propio con mucho humor, inteligencia y agarre; también, 'La fortaleza', de Lucía Carballal; y 'Hécube, pas Hécube', del portugués Tiago Rodrigues, una actualización de la tragedia de Hécuba.
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