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Manuel Carrión, en la Feria del Libro de Valladolid en mayo de 2013.G. Villamil

Manuel Carrión, un poeta en la memoria

Marcelino García Velasco recuerda a su amigo ante el homenaje que la Biblioteca Nacional rendirá este miércoles al escritor fallecido

fernando caballero

Martes, 13 de diciembre 2016, 06:18

Príncipe de los bibliotecarios. Así define el conocido poeta e investigador Luis Alberto de Cuenca a Manuel Carrión Gútiez, que falleció el 3 de junio pasado a los 85 años. Autor, entre otras muchas obras, del Manual de Bibliotecas, un libro con el que se han formado varias generaciones de bibliotecarios y que aún es de consulta obligada para este colectivo, llegó a ser director de la Hemeroteca Nacional y subdirector técnico de la Biblioteca Nacional, organismo este que le dedicará este miércoles un homenaje, en el que intervendrán Luis Alberto de Cuenca, el poeta palentino y amigo suyo Marcelino García Velasco, que hablará de su relación con Palencia, y David Torra Ferrer.

Muchos de los bibliotecarios presentes en el acto seguro que se quedarán sorprendidos cuando Marcelino les diga que Carrión se hizo bibliotecario «animado por el obispo». Esta será una de las muchas anécdotas que contará en el acto.

Corría el año 1963. En la catedral quedó vacante la plaza de canónigo magistral y Carrión quiso optar a ella «porque tiene cuatro meses de vacaciones y podía aprovechar para escribir un libro sobre el cristianismo en la literatura hispánica», según le contó el propio Carrión y ahora García Velasco rememora. Ese libro no lo pudo escribir porque no aprobó la plaza.

¿Y por qué? Para prepararse la oposición de canónigo magistral, pidió prestados unos libros de Teología a un cura amigo suyo, Ángel Vallejo. Cuando faltaban pocos días para la prueba, que debían juzgar el obispo, entonces José Souto Vizoso, y otros canónigos, Vallejo le reclamó los libros que le había prestado porque el prelado le había obligado a presentarse a él a la plaza. Aun así, sabiendo que el candidato mejor colocado era su amigo, Manuel Carrión se personó en el examen, y como estaba previsto, suspendió. José María Fernández Nieto asistió a la prueba y salió exclamando: «¡Vaya baño le ha dado Carrión al otro aspirante!».

Fue entonces cuando decidió presentarse a otra oposición, la de bibliotecario, y la aprobó en 1964 quedando número uno. De ahí que, «con socarronería y sin malicia», continúa Marcelino, Manuel Carrión decía que «animado por el obispo senté plaza de bibliotecario en Madrid». García Velasco puntualiza que en realidad quien le animó a ser bibliotecario fue su buen amigo Francisco del Valle, director de la Biblioteca Pública de Palencia y también carrionés como él. Su primer puesto fue en el servicio de lectura de la Biblioteca Nacional, de la que más tarde llegó a ocupar una de sus principales responsabilidades.

Cuando marchó a Madrid, Manuel Carrión ya era una persona muy reconocida en Palencia, sobre todo en el ámbito eclesiástico. En 1961, con 31 años, fue elegido académico de la Institución Tello Téllez de Meneses. Entonces no había publicado ningún libro de poesía, por lo que el mérito que tenía, según García Velasco, era ser «una alta figura de la intelectualidad palentina, a pesar de su juventud».

El discurso de entrada en la Tello se titula El erasmismo en la Silva Palentina. Un erasmista ejemplar. Este estudio «muestra la apertura social y religiosa de este sacerdote, manifestando, en aquella época, un reconocimiento positivo de una figura tan denostada como la de Erasmo», asegura Marcelino García Velasco.

Manuel Carrión, pese a que desde entonces ya se asentó en Madrid, era asiduo a las reuniones de la Tello hasta que el cuerpo se lo permitió. Asimismo, según García Velasco, creó la Bibliografía de Jorge Manrique, coordinó la Bibliografía palentina, escribió Palencia en los libros y reprodujo en una edición facsímil los Proverbios del Marqués de Santillana.

Marcelino García Velasco conoció a Manuel Carrión cuando el primero era ayudante de Francisco del Valle en la Biblioteca Pública y cierto día se presentó en la sala de lectura «un cura distinto a los que se veían a diario en la ciudad, joven y elegante dentro de la sotana». Preguntó por el bibliotecario, y sin conocerse, García Velasco le espetó: «Tu eres Manolo Carrión», y él le contestó, sin dudar: «Y tu García Velasco». Fue el inicio de una amistad que pervivió hasta la muerte del carrionés, e incluso ofició su boda con Carmen Arroyo el 21 de agosto de 1964, en cuya celebración les escribió un soneto que se reproduce en la edición de papel de El Norte de Castilla.

García Velasco destaca de Carrión su «enorme carga de ironía y socarronería», que, en su opinión, utilizaba «seguramente para defender su timidez». También resalta su cultura y magisterio. «Lo suyo era la intelectualidad más que el sacerdocio», apostilla. Entre las anécdotas que recuerda, cita un viaje de escritores españoles por el Camino de Santiago, al que invitaron a los palentinos de Rocamador. «Como cura que era, confesó a Rafael Montesinos, apartados, pero a la vista de todos, y le encargaron oficiar la misa en Villasirga, donde pronunció una homilía de gran hondura literaria que sorprendió a todos», rememora el amigo.

Manuel Carrión fue primero colaborador de Rocamador, donde se publicaban los poemas que enviaba, y luego se incorporó al consejo de redacción de la revista que dirigía José María Fernández Nieto. Participó en varias secciones, como La Solana, en la que el director, García Velasco y él conversaban cono críticos en torno a un libro, pero él se encargó en solitario de las secciones Que quede la vida en la muerte, sobre un poeta palentino o castellano fallecido, y Esta es Castiella, que recogía versos de poetas que cantaban a Castilla.

Marcelino García Velasco destaca de Manuel Carrión el «enamoramiento» que sentía hacia su pueblo natal, Carrión de los Condes, en el que pasaba sus vacaciones hasta que el cuerpo se lo permitió, y que «pregonaba con orgullo en poemas y conversaciones». Para el poeta palentino, Manolo Carrión era «carrionés por encima de todo».

Por último, ensalza a Manuel Carrión como poeta. «Cualquier libro de Manolo Carrión es un culto a la palabra y en ella apoya sus saberes y su vida, que son los mundos que dan pie al canto, al poema». Aunque no publicó ningún libro hasta 1999, cuando tenía 71 años, García Velasco, por su calidad literaria, le incluyó en la Antología de poesía palentina del siglo XX, que él dirigió, a pesar de que se marcó como exigencia de los autores haber publicado libros.

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