La puerta de Mari Trini
«Estos días coinciden en las librerías dos biografías de la cantante. Cuando alguien ya no está, queremos conocer sus secretos, cómo era en realidad, como si de pronto nos ofrecieran un código morse»
En la pérgola del Campo Grande hay una portezuela junto a las traseras del escenario. Por ese pasadizo, sombreado por las enredaderas, cruzó Mari Trini, ... guitarra en ristre. Encuentro una reseña del verano de 1970, de unos conciertos cuyo objetivo era conseguir fondos para los damnificados de un terremoto en Perú. No hubo mucho público, tal vez porque no era fácil llenar un jardín en verano en una ciudad de interior, «o quizás Mari Trini no se puede ver todavía a 250 pesetas», justificaba ella misma. Tenía 23 años, pero ya era reconocida como «la mejor intérprete en español». Su historia era sombría, diferente. Una niñez atípica, con una enfermedad que la mantuvo siete años en cama. «Entré niña y salí mujer. No sé qué es un recreo de escuela», decía. Una adolescente intensa, «descubierta» por Nicholas Ray, que le abrió puertas en Londres, y que después se curtió en París. A los veinte años ya tenía una personalidad marcada y definida. Una intérprete de su propio mundo ─no funcionó el intento de que utilizara temas de otros─, una cantante moderna, en la que la voz era importante, pero no esencial. Decía de sí misma que pasarlo mal le había hecho más artista. Esa imagen de muchacha triste la diferenció, pero también la persiguió y desquició en algunos momentos. Aunque ahí estaba su sombra, como su rictus, un eco de aquella infección del pasado que de alguna forma marcaba una actitud frente al mundo.
Publicidad
En 1970 publica 'Amores', con esa frase grabada a fuego «quién a los quince años no dejó su cuerpo abrazar», que los jóvenes de la época cantaban por lo bajini, mientras la noche caía en el Campo Grande y la música endulzaba el deseo. Ganaba dinero: su caché era inferior al de Manolo Escobar, pero superior al de la mayoría, muy por encima, por ejemplo, del de Julio Iglesias. Eso no impide que pocos meses después afirme que está pensando en retirarse como cantante. Aparecerá una reseña sobre una hospitalización «por una fuerte depresión nerviosa». Al poco, vuelve a actuar. Un poco más adelante, una crónica que apunta que, seguramente con razón, se enfadó con el público. Subidas y bajadas. «Seguiré adelante si no me hacen sufrir demasiado», decía. Le harían daño, seguro, pero seguía.
Estos días coinciden en las librerías dos biografías de la cantante. Cuando alguien ya no está, queremos conocer sus secretos, cómo era en realidad, como si de pronto nos ofrecieran un código morse. Mari Trini en las canciones habla de un compañero, y en las entrevistas de hombres que no le duraban demasiado. Vivió muchos años con una mujer. La naturaleza de su relación solo a ellas les incumbió, aunque en esos años cualquier diferencia obligara a caminar con tiento, a enclaustrar los sentimientos en la privacidad más estricta, a aguantar contradicciones y sufrimiento. Mari Trini repetía que, con cada actuación, con cada canción, quería hacerse comprender. A la vez, sus letras son bastante crípticas, se protegía en la abstracción, no lograba descender a lo concreto. Cuando le preguntaban por sus nuevas canciones, admitía que eran una, una misma idea de la que para apartarse tendría que «desaparecer y volver a nacer».
Esa forma de decir y no decir permite que hoy podamos escuchar 'Yo no soy esa' como una canción feminista: «la paloma blanca que te baila el agua, que se ríe por nada, diciendo sí a todo…. Esa niña así, no, esa no soy yo». O que la estrella que se perdía estaba en el jardín de Safo. O que 'Cuando me acaricias', la canción que conmovía a Waldo de los Ríos, recreaba un encuentro furtivo que por aquellos años era delito. Pueden entenderse así las letras, o de cualquier otra forma. Ella se encargó de que todos los caminos quedaran abiertos.
Publicidad
En los ochenta probó diferentes versiones de sí misma envueltas en producciones, trajes y peinados. No dejó de actuar hasta que no pudo hacerlo. Quería llegar a la gente joven, en ese afán primigenio de hacerse entender, una y otra vez, aunque para muchos ya representara el pasado. No para todos, porque Mari Trini, con ese nombre de prima de 'Cuéntame', tuvo siempre fans entregados, que la siguieron por el camino escarpado de la diferencia. A lo mejor alguno estuvo en aquellos conciertos de la Pérgola, una noche de verano en el Campo Grande, que es un mundo verde en miniatura, con sus columpios, sus fuentes y sus refugios oscuros.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión