No todo es ultraderecha
«Mientras la opinión de salón y aire acondicionado pretende erigirse en paradigma de la solidaridad y la paz social lo único que consigue su simplificación del asunto es reavivar aún más la llama»
El otro día, una tertuliana advertía a las patrullas vecinales de Sabadell de que se iban a meter en un lío. Uno respondió que hay ... personas por las que merece la pena hacerlo y que no iba a permitir que nadie atacase a su mujer, intimidase a su padre o impidiese que sus hijos jugasen en el parque. Una banda de magrebíes estaba sembrando el pánico y los vecinos, hartos, salieron a proteger sus calles.
Publicidad
Sabadell, Torre Pacheco o Hernani viven días convulsos. No son los primeros casos y, me temo, tampoco serán los últimos. Los problemas pueden ocultarse bajo las alfombras, pero la mugre siempre termina por asomar arrastrándolo todo a su paso en un alud cargado de dejadez, abandono y desidia.
No hay nada que una más, y al mismo tiempo genere más tensión, que la pobreza, sobre todo cuando no se resuelve de forma equitativa, y se asfixia a unos para favorecer a otros. Y mientras la opinión de salón y aire acondicionado pretende erigirse en paradigma de la solidaridad y la paz social lo único que consigue su simplificación del asunto es reavivar aún más la llama; esa que saben que nunca los rozará.
La yesca se ha ido amontonando poco a poco cada vez que era una empresa la que tenía que recuperar una vivienda para sus propietarios o cuando, tras la riada, fueron los vecinos los primeros en ayudar a los damnificados. También cuando es imposible el acceso a la vivienda o comprar productos frescos. Sólo faltaba la chispa. Y quienes deberían buscar soluciones reparten carnés de ciudadanos modélicos y peligrosos ultraderechistas, pretendiendo desviar así la atención de sus propias corruptelas. No son conscientes de que la linde se ha acabado y muchos han decidido que no los van a arrastrar hacia el precipicio.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión