Se ha puesto de moda llorar en las redes sociales. Con el primer mohín, uno coge el móvil, le da a grabar y deja que ... las lágrimas fluyan con libertad para que todos puedan ver su pesar. Lo llaman 'sadfishing', algo así como pesca de tristeza. Lo hacen porque es muy beneficioso llorar en público, dicen. No me cabe duda, sobre todo si lo que se busca es atención, impacto, comprensión, apoyo, unos cuantos 'me gusta' y un punto de monetización del sufrimiento.
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Antes lo llamábamos victimizarse, pero los dogmas elementales de la psicología moderna prohíben cualquier calificación rotunda de las motivaciones ajenas. Lo cierto es que llorar es muy beneficioso. A veces es la única forma de expulsar ciertos demonios. Libera y nos recuerda que ni somos infalibles, ni debemos pretender serlo. Pero el voyerismo plañidero es otra cosa. Aunque supongo que para la generación que todo lo vive a través de la redes sociales será su forma de descubrir que en la vida no todo es alegría. Convertirse en adulto es en parte eso, ¿no cree? Comprender que hay que reponerse ante la adversidad para responsabilizarse de la propia vida. Y de la de otros.
Hay gente que sólo es consciente de que el dolor existe cuando lo sufre. Incluso cuando su acción –o inacción– pueda estar detrás del que padecen otros, no empatizan con el pesar de los demás y cualquier excusa es válida para justificarse.
Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, lleva 365 días hablando mucho y no diciendo nada. Se niega a pronunciar las únicas palabras que le otorgarían un mínimo de decencia. Y, cuando las diga –que las dirá–, espero que lo haga sin 'sadfishing'. Porque la lágrima pura se vierte en silencio y, sobre todo, a tiempo.
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