Un repaso al 2021
«Sería bueno que en ese doble frente que nos espera, resistir y vacunar, se percibiera objetividad, rigor y coordinación, y se minimizara todo intento de uso político del problema»
Seguro que estos días pasados, cuando nos deseábamos feliz año unos a otros, no lo hacíamos exactamente con el mismo énfasis que lo hicimos otras veces. Esta vez, con plena conciencia de lo que decíamos y con total intención, añadíamos por activa y por pasiva que lo que deseábamos era un año mejor que el pasado, o que fuera distinto al pasado para que fuera, al menos, igual que los anteriores. La verdad es que este año que nos espera debería tener fácil mejorar al precedente. Y en eso hay que confiar, pero no estará de más darle un repaso, al menos en lo que se refiere a esos que llamamos 'asuntos de interés general', que creo que se sitúan en tres ámbitos principales, como son la salud, la economía y la gobernanza. En los otros, los de 'interés particular', no me meto, que cada uno sabrá lo que espera y lo que necesita. Me limito a desear a todos lo mejor de lo mejor, empezando por la salud, pues, visto el panorama, desear que el 2021 sea un año saludable se ha convertido en la primera de las prioridades.
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Y por ahí hay que empezar. Iniciamos el año en un singular claroscuro: atemorizados por la irrupción de esa tercera ola de la pandemia y esperanzados por la progresiva implantación de la vacuna; de ninguna de las dos cosas tenemos clara perspectiva aún, ni de los efectos, ni de la duración. Razonablemente, tal vez sea pronto para tenerla y no haya más remedio que cuidarnos de lo uno y confiar en lo otro; pero, al menos, debemos intentar no añadir a esas preocupaciones la incertidumbre de la asimetría. Me refiero a las disparidades en reacciones, en medidas, en iniciativas, etc., que con frecuencia se han observado, especialmente en esta etapa en que la principal capacidad de decisión se ha ubicado en las comunidades autónomas, lo que tiene buena lógica, porque en ellas reside la competencia de salud, a la vez que explica algunas disparidades, porque la incidencia del virus es también desigual.
Pero nada de todo eso impide un nivel deseable de armonización, para lo que el Estado tiene plena legitimidad constitucional, como fácilmente se deduce del apartado 3 del artículo 150 de la Constitución, precepto tan lleno de sentido, como poco utilizado. Sería bueno que en ese doble frente que nos espera, resistir y vacunar, se percibiera objetividad, rigor y coordinación, y se minimizara todo intento de uso político del problema, de un lado o del otro, con argumentos de agravio comparativo, de discriminación, de superioridad, o de lo que sea; de todo esto ya habido, y ya sabemos que no sirve para nada.
La segunda derivada del año está situada en el 'frente económico', tomado en sentido amplio. Hay un presupuesto ya en vigor, lo que resulta especialmente positivo; y hay también algunas incógnitas complicadas que lo acompañan, porque no es descartable que las previsiones de ingresos no se alcancen, vista la dimensión del impacto en la actividad económica y empresarial, ni es descartable que las previsiones de gasto no se superen, visto el impacto en el empleo y en otras necesidades de gasto social. Mucho está fiado al maná de los fondos comunitarios de recuperación, cuya distribución territorial ya empezó a generar (¡también!) debate sobre los criterios utilizados; de modo que será necesario afinar, tanto en la solvencia de los proyectos en que vaya a ser invertido, como en el rigor de esos criterios de reparto, para que no haya el más mínimo atisbo de favorecimientos o de distorsiones de difícil justificación.
Alcanza igualmente esta dimensión económica de la situación el necesario debate sobre el futuro del sistema de pensiones. Ha bastado con la insinuación de algunas propuestas de reforma, creo que todavía muy incipientes, sobre el periodo de cálculo de la prestación, para que hayan empezado a sonar tambores de alarma, incluso en el seno de una parte del Gobierno. Y, siendo complejo, como lo es, el problema de la sostenibilidad del sistema vigente, habida cuenta de la evolución de los factores que lo condicionan, debería exigirse a quien quiera convertir ese debate en arma principal de diferenciación estratégica o ideológica, que ofrezca una alternativa seria de mantenimiento y de solvencia del modelo. Lo que conduce a la tercera espiral del año, la más directamente relacionada con la política, en esa categoría sublime que ahora se llama la gobernanza. Ya va habiendo algo de experiencia en cuanto al funcionamiento de la fórmula de gobierno de coalición; ya sabemos que le es intrínseco un grado inevitable de trajín, unas veces simplemente táctico, otras más estratégico, otras puramente ideológico o programático. Que haya cierta necesidad de diferenciación, en las formas o en los contenidos, puede entenderse y aceptarse. El problema es el límite, y a menudo el límite depende de la materia. Baste un ejemplo, nada secundario: que pueda ser oportuno ahora reflexionar sobre el estatuto jurídico de la Corona, y los delicados aspectos que plantea, es perfectamente opinable; que pretenda derivarse la sensibilidad desatada al respecto hacia un debate sobre la forma de Estado, sabiendo que la cuestión requeriría reforma estricta de la Constitución, no es oportuno, ni prudente, ni factible. Es evidente que introduciría un factor de fuerte división en la sociedad española, precisamente en un momento en que lo que se necesita es aliviar tensiones y neutralizar odios.
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Hay quien dice que la cercanía de las elecciones catalanas, por su especial significado, no contribuirá a reducir los decibelios; si fuera así, no resta mucho tiempo de ruido ni de ambigüedad. Pero nada claro lo veo: el resultado que se produzca y las opciones que se abran pueden dar para todo y merecerán especial atención llegado el momento. Por ahora, sería interesante conocer con cierta seguridad las posiciones de cada uno y las tendencias para el día después, en un escenario que se intuye plural y ajustado.
Supongo que estos tres espacios citados abarcan mucho, si se entra en detalle, pero no lo agotan todo. Habrá mucha materia tal y como se presenta este 2021. Tomo prestada una reflexión, que escuché recientemente al candidato Illa y que me pareció clarividente: «Deberíamos ser capaces de pensar más como país, tanto el Gobierno como la oposición, tanto el Estado central como las autonomías, tanto los políticos como la sociedad civil; hemos fallado en eso, y deberíamos aprender a discutir de otra manera». Lo interpreto a mi modo: deberíamos intentar reducir el partidismo, el sectarismo, el frentismo, pensando más en el interés general, que eso es pensar más como país. Una buena propuesta para 2021. Van a tener que hacerlo también en los EEUU de América, ¿por qué no vamos a hacerlo también nosotros, ahora que les llevamos alguna ventaja?
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