Ni tantos ni ninguno

¡Ahí queda eso! Ahora que celebramos, el 23 de abril, el Día Internacional del Libro, fecha en que se elogia y fomenta la lectura y el mercadeo de libros, Poe proclama que la abundancia y acumulación de los mismos es un mal antes que un bien. ¡Un llevacontrarias, vaya!

Aunque a lo mejor no tanto. Sobre cuando en un país como el nuestro pasamos del mucho al poco, del todo al nada. Uno de cada quince españoles no lee ni un sólo libro en toda su vida, mientras que otros se rodean de tantos y tantos libros que se embarullan y no saben por dónde empezar.

Quizá de lo que se trate es de saber escoger y prestar únicamente atención a lo que se merece que se le preste. «Plus élire que lire», en opinión de Paul Valery. Es decir, que cuando tienes la suerte de toparte con un gran libro, lo que hay que hacer es leerlo y releerlo.

La lectura y la relectura, he ahí la cuestión y el tino. Y el ejemplo más patente y señero, para quien quiera imitarlo, lo tenemos en el Doncel de Sigüenza. Su estatua, en mármol blanco, en la catedral de Santa María, recostada sobre su propia tumba, lleva leyendo y releyendo el mismo libro desde 1486, es decir, desde hace cinco largos siglos. Y los que le quedan a don Martín Vázquez de Arce, que así se llama, o llamaba, el Doncel. Una eternidad. Un libro interminable el suyo. Como todos los grandes libros.

Yo también podría mencionar aquí... al menos cinco libros que no me importaría llevarme a ultratumba. Aunque yo no soy quién para ponerme de ejemplo, quedémonos con el de don Martín Vázquez de Arce, Doncel de Sigüenza.

Y hasta podríamos proponerlo, por aclamación, patrón de los lectores del mundo. Que los escritores lo tienen –patrón, digo– pero los lectores me da que no. ¡A partir de hoy, también!