Digamos las cosas claras: yo estoy dispuesto a pedir perdón a los pueblos hispanoamericanos a cambio de que ellos metan a todos los cantantes de ... reguetón en una cárcel salvadoreña. No admito en esto concesiones ni revisionismos. En algún momento del siglo XXI, América dejó de producir novelistas fabulosos y se especializó en músicos que solo hablan de culos, de tetas y de chingal (con ele de amol), como si ahora, cinco siglos más tarde, se estuviera verificando por fin la venganza de Moctezuma, un emperador no muy diligente pero de un sadismo espeluznante. ¡Qué culpa tendremos nosotros de las barbaridades que hiciera Hernán Cortés!
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Hay invasiones e invasiones. Los romanos entraron a sangre y fuego en la península pero a cambio construyeron el acueducto de Segovia e hicieron posible a Séneca. Los árabes se metieron en Hispania alfanje en mano pero levantaron la mezquita de Córdoba y nos dieron a Averroes. Hasta hace unos años, lo de los españoles en América podía tener un pase gracias a las universidades y a Borges, pero ya no compensa. A mí, como espectador apasionado de 'Amanece que no es poco', me gustaban los latinoamericanos que unos días iban en bici y otros olían bien.
Ahora, sin embargo, parece que todos se han comprado un Lamborghini y aspiran, como canta Nicky Jam, a la combi completa: chocha, culo y teta. Si lo hubiéramos sabido con antelación, habríamos hundido las carabelas en el puerto de Palos. Más aún, después de escuchar una hora seguida de reguetón, yo mismo habría ido con los de Futuro Vegetal a arrojarle pinturas a Colón mientras suena por los altavoces: «A ella le gusta que le den duro...».
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