Este es uno de esos comentarios que ponen de mala leche a quien lo escribe y, casi con toda seguridad, a los que tienen la ... paciencia de leerlo. Por si fuera poco, el asunto nos pilla a todos con las imágenes indescriptibles del asesinato en la escuela de una veintena de niños y dos adultos, cuyos detalles ocupan espacios destacables en todos los medios de comunicación del mundo. Ya sé que la noticia de la que nos ocupamos hoy no reviste la gravedad de la de Texas, pero me da escalofríos pensar en esos dos hermanitos, de pocos meses y de un año, maltratados en Valladolid por sus progenitores.
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Cuando me pregunto cómo un adulto puede pegar a críos de esa edad, no soy capaz de hilvanar ninguna respuesta. En el primer mundo quien no quiere descendencia tiene a su disposición diversos métodos anticonceptivos, píldora del día después y, en caso extremo, la posibilidad de entregarlos en adopción. Todo menos agredirlos. Ruego a los desocupados lectores que me disculpen por tanta beligerancia, pero no puedo y no quiero remediarlo.
Aprovechando la nacionalidad del maltratador, he estado a punto de titular este comentario con un 'palabro' que se escupe con mucho odio en Colombia: «¡Jueputa!», útil para expresar ira, desagrado, asombro y espanto a la vez. Menos mal que el sinónimo «malparido» es la alternativa que ofrece el Diccionario de Americanismos. De todas formas, ya saben lo que pienso…
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