Escribe Camila Cañeque en su brillante ensayo 'La última frase' que una biografía no puede valorarse en su conjunto hasta que la persona biografiada no ... muere. Recoge con ello la vieja idea del ateniense Solón, expuesta por Heródoto en su Historia, cuando a la pregunta del opulento tirano de Lidia, Creso, sobre lo que opinaba de su fortuna en la vida, le respondió que habría que esperar hasta el final de su existencia. No es baladí anotar que no mucho tiempo después Creso se vio depuesto, apresado y esclavizado por el persa Ciro, lo que le hizo, cómo no, acordarse de la réplica del sabio de Atenas. Tampoco los libros, sugiere en el suyo Cañeque, terminan de ser hasta que aquel o aquella que los escribe decide qué palabras lindan con el punto final.
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Vivimos tiempos, advierte también la escritora, en los que la pretensión apocalíptica, la pulsión o la aprensión por asistir al desenlace, se convierte en una adicción de la que pocos viven exentos y que ella misma reconoce padecer. Por eso colecciona compulsivamente las últimas frases de novelas, libros filosóficos, poemas y obras de teatro con las que entreteje su texto. Hay quien vive imbuido de la idea de estar próximo a perecer junto con la naturaleza que la mano del hombre ha forzado sin duda en imprudente demasía, quien está obsesionado por presenciar a la consunción del poder del rival político aborrecido; incluso, lo hemos sabido por alguna confidencia, líderes que mientras aún lo son les preguntan a narradores su opinión sobre cómo los va a recordar la Historia, es decir, cómo se cerrará su relato.
Y sin embargo, mientras rabiamos por ponerle la guinda a tanto pastel, o creemos que se la ponemos, como espectadores o como protagonistas -caso extremo sería el del 'war terminator' Donald J. Trump-, somos solamente, nos desengaña Cañeque, consumidores de falsas alarmas. Y es que nos gusta sentir que zanjamos algo. Lo dice en 'Happens to the Heart' el lúcido Leonard Cohen: 'I fought for something final, not the right to disagree'. Y lo expresa Camila Cañeque con pocas pero reveladoras palabras: «Cuando todo acaba es mejor que cuando todo vuelve a empezar. Las despedidas suelen ser más salvajes que las bodas». Y por si acaso, nunca estará de más recordar lo que el poeta argentino Roberto Juarroz puso en unos versos que engarza la escritora barcelonesa en su bello testamento, sin saber que lo era ni que con él ponía broche a su biografía: «Quizá a determinada altura/ las preguntas y las respuestas son exactamente iguales.»
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