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Portada de la novela del escritor francés Oliver Norek, 'Los guerreros del invierno'. R. C.

Los bosques de Finlandia

No están muy de moda las novelas bélicas, aunque en este siglo XXI la guerra misma, en todas sus formas, no haya dejado de estar de moda ni un instante

Martes, 21 de octubre 2025, 00:41

No están muy de moda las novelas bélicas, aunque en este siglo XXI la guerra misma, en todas sus formas, no haya dejado de estar ... de moda ni un instante, desde sus afganos inicios hasta la actual devastación ucraniana y gazatí, sin olvidar los muchos conflictos olvidados que esparcen plomo y descuentan vidas allí donde no mira nadie. En ese contexto, es una apuesta valiente la del francés Olivier Norek con su novela Los guerreros de invierno, un relato con poca ficción acerca de un conflicto para muchos desconocido, la guerra soviético-finlandesa de 1939-1940. Una historia que lejos de resultar remota o distante, y gracias en buena medida a la destreza de Norek como narrador, resuena en la mente de lector con ecos de la más acuciante actualidad.

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De la mano de Simo Häyhä, el joven granjero finés al que al igual que muchos de sus compatriotas movilizaron en el otoño de 1939 para hacer frente a la agresión soviética, y que merced a su legendaria puntería se ganó el apodo de la Muerte Blanca, tras abatir a 542 miembros del Ejército Rojo, el novelista nos traslada a una contienda infernal. Stalin arrojó contra quienes defendían la frontera finlandesa cuanto allí pudo reunir en ese momento, y una de las cosas de las que más sobrado andaba su ejército era de artillería. Los soviéticos trituraron literalmente las líneas finlandesas con toneladas de proyectiles, hasta el último día de la guerra, en el que recibieron la orden de gastar todo lo que les quedaba contra los soldados del pequeño país que había osado plantarles cara y los había detenido a sus puertas.

Para entonces, cuatrocientos mil soldados rusos y setenta mil finlandeses habían perdido la vida. Finlandia acabó firmando un armisticio por el que cedía a Rusia una parte de su territorio, pero gracias al coraje de su pueblo en armas, y a pesar de la manifiesta desventaja numérica —tres millones y medio contra ciento setenta millones— preservó su dignidad y su existencia como nación independiente. En los bosques de Finlandia, que con temperaturas de hasta cincuenta grados bajo cero vieron muchas de sus hectáreas carbonizadas por los obuses, se libró una batalla sin cuartel que, como apunta Norek, cambió el curso de la historia de Europa. En este siglo XXI son otros los que asumen luchas desiguales, frente a la codicia y el abuso de quienes son mucho más fuertes. Como nos sugiere la lectura de Los guerreros de invierno, quizá no sepamos nunca lo mucho que les debemos. Y quizá no sepamos, tampoco, agradecérselo.

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