Podemos presumir de haber aceptado pensar en la guerra sufriendo una engañosa paz. Soñar sueños de paz es en cierta medida morir, pero nunca morir ... defendiendo sino otorgando. El vocablo ´misil´ es obsesivo. Todo humano transporta un misil cargado en su corazón y un detonador en su mente. Peor es cuando el corazón de un gobierno es una industria nuclear y su cerebro un supermercado de compra y venta.
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La guerra es una atroz realidad huera de razones, un desconcierto de sentimientos controlados pero irracionales que encuentran su razón de ser en la morada del odio, la conquista, el genocidio y la destrucción. El horror, se normaliza. Matar en una costumbre familiar.
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Las guerras son leyes inalterables en la Historia, tal vez las únicas patrimoniales de la especie homínida. Las batallas cierran el futuro, las naciones son derechos del rico y obligaciones del pobre, justicia y nepotismo, libertad y servidumbre. Todos ellos son cofres cerrados que guardan en su interior la llave del otro. Así, las naciones son destino del caos o del ocaso dictatorial.
La Ley del Talión judía no es eficaz, la sangre derramada es estéril, la limpieza étnica de un pueblo no se lava con más sangre. Hacer justicia no es decretar la venganza genocida del poder del dinero. Nada se arregla lanzando a la Humanidad contra sí misma. La muerte no arregla la vida. Un nuevo orden y su correspondiente desorden brotan y mantienen el natural desequilibrio del orbe mundial.
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