Vara, un moderado
Hijo de un magistrado que murió joven en una curva larga y maldita por Talavera de la Reina, la primera vez que votó hizo caso a su padre y escogió la papeleta de UCD
Hace 22 años entrevisté a Guillermo Fernández Vara y en las dos horas de conversación se dibujó el origen de los elogios que ha recibido ... post mortem: equilibrado, moderado y hombre más de consensos que de dogmas. Su vida es la historia de un niño de derechas que de mayor se hizo de izquierdas. Hijo de un magistrado que murió joven en una curva larga y maldita por Talavera de la Reina, la primera vez que votó hizo caso a su padre y escogió la papeleta de UCD. En Córdoba, donde se licenció en Medicina, se hizo amigo de Antonio Hernández Mancha, que lo convenció para afiliarse a Alianza Popular. Después se trasladó a una pedanía de Olivenza, donde conoció a un vecino con el que coincidía en un punto: tenían una hija de la misma edad. Ese vecino era Juan Carlos Rodríguez Ibarra –«que me hizo ver la vida de otra manera»– y acabaron coincidiendo políticamente.
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Recuerdo que lo provoqué diciéndole que menos mal que no había conocido al líder ultraderechista Blas Piñar, porque se habría hecho de Fuerza Nueva. Vara sonrió y se explicó: «No niego que he entrado en política por amistad, pero de la misma manera que me salí de AP porque no me convencía todo lo demás, en el PSOE entré por una persona, pero sigo no solo por esa persona. Me moriré siendo socialista».
Y así ha sido. Tras los bandazos de juventud, Fernández Vara mantuvo una coherencia ideológica y de talante resumida en la fidelidad a una frase que hiló con cierta emoción en aquella entrevista: «Yo había tenido una vida cómoda, miraba el entorno con la sensación de estar socialmente por encima, pero la vida me ha enseñado que la posición social no la da el estatus, sino la capacidad de hacer cosas por los demás».
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