El qué y el con quién

Tribuna ·

Los votos de Bildu podrán ser legítimos, como votos democráticamente representativos, y computarían como válidos para una suma matemática cuando se añadan sin haberlos buscado; pero no son deseables, ni aceptables

Jesús Quijano

Valladolid

Domingo, 22 de noviembre 2020, 08:21

Para nada pensé yo, cuando estaba examinando el contenido del Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2021 y preparando mi colaboración en estas páginas, ... que el debate iba a dar un giro tan brusco como apasionado en pocos días. Y eso es lo que ha ocurrido: hemos pasado del 'qué' al 'con quién', y en eso andamos, discutiendo más sobre la procedencia de los votos que sobre las previsiones de ingresos y gastos, las prioridades y las cuantías. Más aún, el sesgo del debate es tan vivo, sin duda por los ingredientes que lo acompañan, que no es fácil sustraerse a participar en él.

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Pues a ello vamos. Por más que haya otros aditamentos, y más que surgirán de aquí a la aprobación definitiva dentro de un mes, los términos de la diatriba no pueden ser más simples: si con Bildu sí, o si con Bildu no. La respuesta es bastante más compleja.

Es muy probable que una buena parte del desencadenante del debate esté relacionado con la forma en que el asunto saltó a escena: sendas declaraciones de los líderes de Bildu y de Podemos (éste es también vicepresidente del Gobierno) manifestando la disponibilidad a participar en un acuerdo presupuestario, el primero, y alardeando de lo que suponía el inicio de una etapa de colaboración en la «dirección del Estado» (sic), el segundo. A falta de una aclaración inicial sobre si solo era eso, un alarde recíproco, llegó la votación de las enmiendas a la totalidad, que pretenden la devolución del presupuesto, y Bildu votó en contra de tales enmiendas, lo mismo que hicieron ERC o Ciudadanos. Nada de extraño hubiera tenido que el voto de Bildu hubiera venido, de manera ocasional, sin más, sin ser requerido ni estar convenido, pero aquel alarde previo hizo su efecto, y más de uno pensó que, a falta de desmentidos, había ya un acuerdo presupuestario, y algo más, un acuerdo de incorporación estable de Bildu al llamado «bloque de la investidura», formado por los dos partidos del Gobierno de coalición y, con más o menos continuidad, ERC, en su caso el PNV, etc., etc.

Más de uno pensó que, a falta de desmentidos, había ya un acuerdo presupuestario»

Ahí se abrió el melón, dentro y fuera; dentro de la coalición, y dentro del PSOE, y con los partidos de la oposición, el PP en particular, como era previsible. Se inició entonces un turno de explicaciones, con dos argumentos recurrentes. El primero, que resultaba imprescindible, por muchos motivos, entre ellos los fondos europeos, disponer de un presupuesto, y para ello era necesario rechazar las enmiendas a la totalidad. Argumento atendible si los cinco votos de Bildu hubiesen sido determinantes, pero la votación fue de 198 contra 150. El segundo, que es positivo que Bildu esté en las instituciones, democráticamente integrado y normalizado, disponiendo unos votos que son tan válidos y legítimos como los de los demás, porque también representan a sus electores; mejor eso a que anden por ahí poniendo dianas por las calles y gritando «¡ETA, mátalos!». Quién podría dudarlo, pero una cosa es que estén en el Parlamento y otra bien distinta que sea deseable llegar a acuerdos con ellos, o asociarlos a la gobernación del país. Que ambos argumentos dejaban flecos sueltos lo prueba el hecho de que el partido mayoritario de la coalición, el PSOE, se apresuró a asegurar que no había acuerdos con Bildu, aunque hubiera habido coincidencia en el voto. También ocurrió que el partido minoritario de la coalición, Podemos, tal vez en otro alarde, compareció en sintonía con ERC y Bildu anunciando unas enmiendas al Presupuesto que presenta el Gobierno en el que participan, a la vez que se estaba informando de los acuerdos del Gobierno en el que participan.

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Bildu, como mucho, ha lamentado alguna vez el «sufrimiento derivado del conflicto», como si fuera caso fortuito o fuerza mayor, como si fuera un accidente sin autoría ni culpables

Me abstengo de usar otros calificativos, pero convendremos que el relato que acabo de describir, espero que con fidelidad a los hechos, tiene un punto de enredo. Y eso es precisamente lo que hace más necesaria la clarificación sobre un asunto que viene rondando, y seguirá rondando a buen seguro, sobre el escenario político: no es otro que el papel de Bildu en la política española, o, mejor dicho, la consideración que hayan de tener los acuerdos con Bildu desde distintos puntos de vista, si son convenientes, si son deseables, si son oportunos, si son legítimos, y en qué ámbito, o para qué, lo uno o lo otro. Asunto imposible de aislar de recuerdos, sentimientos, y pasiones.

Comprometo, pues, mi propia opinión. Las pistolas y la goma-dos están aún muy recientes; afortunadamente abandonadas, pero muy recientes. La memoria histórica, la más próxima, todavía lo alcanza. Bildu, como mucho, ha lamentado alguna vez el «sufrimiento derivado del conflicto», como si fuera caso fortuito o fuerza mayor, como si fuera un accidente sin autoría ni culpables. Ni ha condenado formalmente la violencia, ni ha pedido perdón a las víctimas, a sus familias, o a la sociedad, ni se ha arrepentido expresamente de alentar, apoyar o justificar tanto horror; todavía, cuando hay ocasión, homenajea con actos de bienvenida a los presos etarras que vuelven a casa. Supongo que para mucha gente este es un serio inconveniente para alcanzar algún acuerdo razonable con ellos; para mí también lo es. Como debió serlo para el candidato, hoy Presidente del Gobierno, cuando en el discurso preelectoral excluyó reiteradamente este tipo de pactos. Los votos de Bildu podrán ser legítimos, como votos democráticamente representativos, y computarían como válidos para una suma matemática en el Parlamento, cuando se añadan por su cuenta sin haberlos buscado; pero no son deseables, ni aceptables; para el PSOE, al menos, no debieran serlo, ni para sacar adelante el Presupuesto, ni mucho menos para asociarlos a un proyecto de gobierno que debiera estar anclado en la centralidad que suele nutrir las mayorías. Además, tampoco parece que los votos de Bildu sean necesarios; hay otras ofertas, como es la de Ciudadanos, suficientemente compensatorias, y es ya momento de hacer entender al socio minoritario de la coalición que no le corresponde a él determinar las líneas esenciales de la gobernación de manera unilateral y condicionante y que no es correcto abusar del exhibicionismo político para hacer alardes continuos con efecto vinculante para el mayoritario, rozando a menudo la provocación.

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De manera que los pasos que aún quedan en la tramitación del Presupuesto, que son los decisivos para su aprobación final, se han convertido en ocasión propicia para asentar criterio clarificador para el futuro: en cuanto a los límites y preferencias del 'con quién' y en cuanto al ejercicio de la capacidad de decisión sobre el 'qué' y, si me apuran, sobre el 'cómo' y el 'cuándo'. En la primera ecuación está Bildu, también ERC, también Ciudadanos, y alguno más; hasta podría estar el PP, si quisiera. En la segunda está, sobre todo, Podemos. Vox no está en ninguna. Y en las dos está el PSOE, aunque no quiera. ¡Que Dios reparta suerte ¡

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