España muestra un agosto marcado por la estacionalidad laboral: se destruyeron casi doscientos mil empleos y el paro subió en 22.000 personas. Aunque los 2,43 millones de desempleados suponen el nivel más bajo en años, el contraste con Alemania resulta claro: 4,7% de paro frente a más del 10% español, reflejo de diferencias estructurales. La Seguridad Social mantiene récord de afiliación pese al retroceso en educación, industria, construcción, servicios y otras actividades. Solo la agricultura redujo las cifras, mientras que la temporalidad copó los contratos. Los autónomos también acusaron el fin de campaña, aunque con una afiliación histórica. España depende del turismo y arrastra precariedad juvenil, abandono escolar temprano y un desajuste entre formación y demanda. La FP, pese a su alta empleabilidad, es minoritaria, a la par que la sobreoferta universitaria genera frustración. A ello se suman bolsas de empleo sumergido y políticas activas ineficaces para encontrarlo. Urge diversificar el modelo, consolidar la estabilidad, prestigiar la FP y combatir la economía sumergida que compaginan muchos de quienes perciben una prestación. También en esto, es preciso un pacto de Estado.
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