Ibarrola

El dinero de Europa

«Es la primera vez que la Unión se endeuda ella misma, teniendo en cuenta que con el acuerdo compromete un volumen de fondos de los que no dispone y que tendrá que obtener en el mercado financiero a medida que tenga que librarlos a los países miembros»

Jesús Quijano

Valladolid

Domingo, 16 de agosto 2020, 09:39

Mucho se hablará, y durante mucho tiempo, del acuerdo del Consejo Europeo por el que se aprobó la puesta en marcha de un fondo ciertamente ... espectacular, por muchos motivos; por la cuantía, por el contenido, por el sistema de gestión, y también por lo que significa en el proceso de integración económica y de coordinación entre países miembros, que en los últimos tiempos había ofrecido serias dudas en su avance.

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El acuerdo, ciertamente, es muy positivo visto en su conjunto, y muy complejo atendiendo a su estructura. Le ocurre como a todo este tipo de acuerdos: no cubre muchas de las expectativas que se depositaron en él, pero teniendo en cuenta que la alternativa perfectamente pudo ser la falta de acuerdo, y el profundo fracaso añadido que hubiera significado, el nivel alcanzado debe considerarse más que suficiente. También pasa con este tipo de acuerdos otra cosa: como tienen de todo, cosas mejores y cosas no tan buenas, dependiendo de quién y para qué, se pone el énfasis en lo uno o en lo otro, sea para sublimarlo en la heroicidad, sea para menoscabarlo en la insuficiencia. Ni lo uno ni lo otro; primero, porque el oso aún no está totalmente cazado, ya que algunos países, por su normativa interna, deben obtener en sus instituciones nacionales, en algún caso en sus parlamentos, autorización para el endeudamiento que implica la financiación mutualizada del fondo acordado, lo que seguramente ocurrirá, esperemos, sin mayor problema; segundo, porque los acuerdos tienen efectos condicionados a medio y largo plazo, de manera que su efectividad real necesitará tiempo para poder ser evaluada. Así que, ni euforia, ni negativismo; paciencia y análisis.

Desde luego, hay a priori un aspecto verdaderamente importante. Es la primera vez que la Unión se endeuda ella misma, teniendo en cuenta que con el acuerdo compromete un volumen de fondos de los que no dispone y que tendrá que obtener en el mercado financiero a medida que tenga que librarlos a los países miembros, cuyos proyectos sean debidamente presentados y aprobados. Por eso junto con el fondo de los 750.000 millones se ha aprobado un plan plurianual, nada menos que hasta 2058, que el presupuesto europeo tendrá que ir periodificando. Ya supondrán como se nutre el presupuesto europeo: aportaciones de los países y tasas propias de la Unión, entre otras cosas; en las aportaciones se ha acordado también descontar una parte a países que aportan más de lo que reciben; en las tasas, la Unión podrá en marcha algunas (digitales, ecológicas, se habla del plástico y las transacciones financieras), que pueden colisionar con impuestos equivalentes en los países miembros.

Todo ello supone, en términos estrictamente económicos, que lo que va a hacer La Unión en los próximos años es adelantar a sus miembros, en desigual cuantía según los criterios acordados, de unas cantidades que tendrá que devolver en el futuro a quienes los presten, adquiriendo la deuda que ha de emitirse; de la devolución responde el presupuesto comunitario, o sea los propios países receptores, que son lo que lo nutren. Más o menos, si no lo entiendo mal, invertir ahora, cuando es imprescindible, con cargo a un endeudamiento desplazado hacia el futuro, al que tendrán que hacer frente las siguientes generaciones sobre las que irá recayendo la carga fiscal, previsiblemente creciente, que vaya siendo necesaria para amortizar la deuda. Y no está mal pensado. Hace tiempo que veníamos reclamando que la Unión diera el paso de mutualizar deuda y emitir bonos propios, con la garantía de los países miembros, a través del presupuesto comunitario. Pues ahí lo tenemos. Seguro que, sabiendo que es así, entenderemos mejor que lo que nos toca del fondo no es una cantidad para gastar, sino para invertir rigurosamente, que no es lo mismo. Si alguien pensaba que 'mutualizar' era algo así como «yo invito y tú pagas», nada de eso; mutualizar es «captemos juntos dinero en el mercado y hagamos un fondo; lo repartimos en proporción a las necesidades de cada uno, con una parte retornable y otra no; pero entre todos devolveremos el dinero captado cuando toque, y con el presupuesto común, aportando cada uno según su capacidad».

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Veamos si no: la cuantía es muy importante; 750.000 millones en total, menos del billón y medio que en algún momento planteó el optimista Parlamento europeo, distribuidos en dos tramos, algo más de la mitad (390.000 millones) en subvenciones a fondo perdió y no retornables, aunque sí financiables como deuda, según lo dicho, y algo menos de la mitad (360.000 millones) en préstamos que debe devolver quien lo recibe; también la optimista Comisión propuso que esa distribución fuera, respectivamente, de 500.000 y 250.000 millones, pero no está mal lo que quedó.

Como ya se ha dicho reiteradamente, a España le corresponderán unos 140.000 millones, 72.000 en ayuda directa, el resto, casi la otra mitad, en crédito a reintegrar; seremos el segundo receptor, tras Italia. Buena noticia relativa, que nos está recordando que el efecto económico de la pandemia nos ha sido especialmente adverso.

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Y aquí viene la otra parte: a esos fondos no se accede sin más; estarán vinculados a proyectos serios en materias preestablecidas (medio ambiente y cambio climático, digitalización, crecimiento económico y empleo); cada programa debe ser aprobado en Bruselas, con mayoría cualificada; si se aprueba, se va desarrollando el fase y el dinero para cada fase se entrega si se ha ejecutado satisfactoriamente la anterior; si hay duda, en cualquier aspecto y en cualquier momento, cualquier país puede activar el que llaman 'freno de emergencia', que no es un veto definitivo, sino una suspensión hasta que el proyecto sea revisado y se le dé, o no, el visto bueno.

Cuidado, pues; si los programas están bien hechos, que lo estarán; si tienen detrás el mayor respaldo socioeconómico, que seguramente lo tendrán; y el mayor consenso político, que vaya usted a saber, las posibilidades de superar el examen y los controles serán mayores. Luego habrá que ensartar esos planes en el presupuesto nacional, y si para esto hay un apoyo sustancial, que proyecte estabilidad y certidumbre, mejor que mejor. Esto es lo que depende de nosotros. Si vamos superando las pruebas de Bruselas, pero los vetos funcionan aquí, ya me dirán. Esta vez no hay condicionamientos imperativos, aunque las recomendaciones en consolidación fiscal y déficit las sabemos de sobra; tampoco van a venir 'hombres de negro' a controlar el gasto en el Ministerio de Economía. Tendría gracia que los condicionamientos los pusiéramos nosotros y que los 'hombres de negro' ya estuvieran aquí, viviendo en la casa de al lado.

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