Ibarrola

La contradicción

CRÓNICA DEL MANICOMIO ·

«Decimos de alguien que es contradictorio cuando convive con experiencias y comportamientos incompatibles sin asumir su conflicto ni dar muestras de desazón o desconcierto»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 10 de marzo 2023, 00:01

La contradicción, sobe todo enunciada en plural, las contradicciones, tiene mala prensa en general. Anuncia un pensamiento descosido e incongruente. Sin embargo, en el dominio ... de la filosofía brilla con autoridad pues refleja un instrumento dialéctico que le permite al pensamiento avanzar. Bajo su lógica, la oposición y diferencia de las cosas se traduce en una contradicción que, a su vez, se desvanece en una síntesis resolutoria. Así crecería la razón, en crisis bienvenidas que dan pie a fecundas contradicciones y síntesis sucesivas.

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Ahora bien, en el campo de la vida en común, esto es, en la órbita de los sentimientos, la moral y el simple existir, las cosas son distintas. En esta parcela conviene ponerse algo tiquismiquis y distinguir entre la contradicción y lo contradictorio. Me parece que los separa un simple matiz, de apariencia irrelevante, pero que pese a su sutil pequeñez resulta bastante revelador a la hora de juzgarnos a nosotros mismos y a quien tengamos delante.

En efecto, decimos de alguien que es contradictorio cuando convive con experiencias y comportamientos incompatibles sin asumir su conflicto ni dar muestras de desazón o desconcierto. Aludimos así a alguien que no es consciente de la incoherencia de su comportamiento o, más bien, que no quiere serlo. Por ello defiende a capa y espada la sensatez y armonía de los hechos, sin preocuparse por la desfachatez con que opera ni por los beneficios exorbitantes e indiscretos que obtiene de su inconsecuencia. En resumidas cuentas, estamos ante un hipócrita carente de principios que actúa de un modo u otro según su conveniencia. Un sujeto que, por así decir, no sufre por su deslealtad y no la reconoce ni en público ni en su fuero interno. Un individuo, en definitiva, que se muestra impúdico, descarado e impertérrito.

En cambio, quien vive en contradicción hace gala de su lucha y sufre por ello. Trata de demostrarse a sí mismo y a los demás que la única forma honrada de vivir es en el fango pastoso de la contradicción. Asume que dos vertientes contrarias atenazan su comportamiento, donde la honestidad consiste en asumir la existencia de esos protagonistas opuestos y dar cuenta permanentemente de su desencuentro. Al sujeto de este combate no le llamamos hipócrita sino cínico irredento.

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Curiosamente, las relaciones entre la hipocresía y el cinismo son un buen ejemplo de contradicción tal y como lo estamos diciendo. Es difícil distinguirlos, pero nuestro valor moral nos va en ello. Recordemos si no la perspicacia de José Bergamín, cuando afirmó sin prejuicios ni complejos que «el cinismo es todo lo contrario de la hipocresía porque es la máscara moral de la sinceridad. Ser cínico es la única manera de ser sincero».

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