La máxima expresión del poder absoluto en un político radica en la capacidad para apretar el famoso 'botón rojo'. Cada uno el suyo, en ... su propia dimensión. Y en ese margen de influencia los efectos, se supone, resultan extraordinarios. Un terremoto en toda regla, vamos.
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Desde hace semanas intuyo la mano de Alfonso Fernández Mañueco sobre ese artefacto cilíndrico, rojo en su superficie superior y blanco o negro en su prolongación hasta la base, a la que alcanza con una especie de muelle de efecto rebote.
El presidente acaricia prudente con una de sus manos este artefacto cataclísmico y alivia el peso sobre esa especie de sensible pistón mientras, con su otra, masajea su mentón a la espera de la gran decisión final.
Y así, un día, y otro, y otro más... Y todo, mientras los ecos de mil especulaciones enturbian los pensamientos en su mente. Él, cauto, hace muecas a la vez que medita y mira por la ventana.
Y así, a los desvelos propios del cargo Mañueco ha sumado, obligado por el avance del calendario, una cuestión capital: debe decidir con urgencia si aprieta ya el botón rojo y llama a las urnas a los castellanos y a los leoneses. Demorar la decisión le introduce de lleno en un camino cargado de incertidumbres y elementos adversos. Adelantarse al 'enemigo', aseguran, siempre es capital en las cuestiones de estrategia (política).
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La situación ha llegado a tal punto que, en las casas de apuestas, la inminente convocatoria electoral en Castilla y León ha disparado su cotización. 'Juegue a ganador. Hay elecciones', se viene a decir.
Todo empuja hacia la inminente convocatoria pero el presidente aún masajea el botón rojo con una de sus manos mientras ¡eureka! ahora se pellizca el mentón. Pocos presidentes autonómicos han tenido el viento tan favorable, y Mañueco lo sabe. Desde hace tiempo las encuestas (las propias y las de sus rivales políticos) le encumbran como el líder que no fue en las últimas elecciones autonómicas. Ha recuperado terreno con tanta rapidez que ahora mira al resto de formaciones a través del espejo retrovisor.
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La fortaleza del Partido Popular en la comunidad es directamente proporcional al hundimiento del PSOE y al de sus propios socios de gobierno, Ciudadanos. Cada uno, ahí, camina hacia su propio abismo.
Tudanca no es un líder al alza, nunca lo fue, pero además ahora le toca remar tirando del enorme lastre que supone el gobierno a nivel nacional. Sus opciones son escasas, muy escasas. Claro que mucho peor está Ciudadanos, una formación en perfecto estado de descomposición, sin presente, sin futuro y con muy poco pasado. Lo previsible hoy es que de la marca naranja no quede ni rastro en la próxima cita electoral, si acaso un bonito recuerdo.
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En la baraja política autonómica Vox ha dejado de contar en términos absolutos, aunque su papel pueda ser relevante en la matemática resultadista, a Podemos le han dado cartas irrelevantes para la partida y solo los leonesistas se sienten animados si finalmente hay convocatoria electoral. Estos últimos suman el descontento social y la falta de proyecto sobre 'su asunto' tanto a derecha como izquierda. Votar, por así decirlo, les viene bien.
El escenario juega desde hace tiempo a favor de Mañueco que, hoy por hoy, solo tiene que decidir cuándo obtendrá su aparentemente innegable victoria electoral.
Esta semana, aseguran, puede ser clave. Claro que el presidente, por el momento, solo se pellizca el mentón mientras calcula la presión a ejercer sobre el endiablado botón rojo.
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