Resistir no es gobernar
«Hoy, España, carece de Gobierno. Vender desde el poder que no pasa nada es algo tan ilusorio como ofensivo para la inteligencia de los ciudadanos»
Nadie puede sorprenderse a estas alturas de que el Gobierno de España carezca de apoyos procedentes de Junts, ese 'spin off' de Convergencia i ... Unió especialista en sacar provecho históricamente de la debilidad del partido en el poder hasta llegar a situaciones cercanas al chantaje. Ya en 1995, el entonces portavoz de la formación democristiana, Joaquim Molins, subió a la tribuna del Congreso y pronunció cuatro palabras que acabaron con aquella legislatura: «Hasta aquí hemos llegado». Consciente de la falta de apoyos parlamentarios, Felipe González convocó elecciones anticipadas en 1996 y las perdió a manos del Partido Popular de José María Aznar.
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Abandonen cuanto antes la peregrina idea de que Pedro Sánchez vaya a hacer lo mismo. Convertido en un navegante sin barco, sin timón y sin bandera, lo suyo es aplicar el célebre manual de resistencia y aferrarse al sillón aunque ya no sea capaz de aprobar una sola iniciativa legislativa ni, por supuesto, presentar al país unos presupuestos por tercer año consecutivo. Lo suyo es estar por estar, permanecer en el poder para ocuparlo sin más, especialmente para que no lo ocupen otros, que ya se sabe que si él se marcha el fascismo amenaza con erradicar las libertades democráticas. Ese y solo ese es el 'leit motiv' que le anima, aunque se haya convertido en un boxeador sonado, sin poder transformar nada y con varios frentes judiciales abiertos.
El caso de su hermano, el de su mujer, el de su Fiscal General del Estado, el de sus dos secretarios de Organización (Ábalos y Santos Cerdán), más la investigación sobre una posible financiación irregular de su partido; no le arredran en absoluto. Lo suyo es aguantar contra todo pronóstico, aunque sienta la humillación infligida por un prófugo de la justicia al que prometió el oro y el moro sin tener capacidad alguna para ello. Puigdemont, como otros tantos, cayó en su trampa y se creyó, como un pardillo, que, efectivamente, iba a poder regresar inmediatamente a Cataluña tras la aprobación de la amnistía. También fue convencido de que aprobar el catalán como una de las lenguas oficiales de la Unión Europea era algo que estaba garantizado gracias a la poderosa influencia del presidente del Gobierno y de su ministro Albares. Todo se lo tragó y nada se ha cumplido por la sencilla razón de que estaba fuera del propio ámbito de decisión de quien le hizo la tres catorce como si fuera un pichón cazado por medio de un cimbel.
Hoy, España, carece de Gobierno. Vender desde el poder que no pasa nada es algo tan ilusorio como ofensivo para la inteligencia de los ciudadanos. Hay decenas de iniciativas en el limbo incluidas las cuentas públicas. El Consejo de Ministros se ha convertido, cada martes, en un paripé donde se aprueban decretos que luego no puede ser convalidados por falta de apoyos. Pero da igual, la Moncloa y los ministerios tienen, de repente, 'inquiokupas' que no se van porque así evitan que irrumpa la perversa derecha. Lo venden como un favor a la sociedad, con una desfachatez digna, desde luego, de mejor causa. Nunca en democracia hemos vivido una situación así. Nos encontramos ante una resistencia tan estéril como altamente irresponsable. El país está paralizado y no se gobierna nada sencillamente porque no se puede a la luz de la inexorable aritmética parlamentaria. Pedro Sánchez Pérez-Castejón y sus ministros se encuentran al final de su escapada. Pero aguantan con la desesperación propia de los náufragos, aferrados al tablón flotante de su propia inanidad sin importarles ya nada ni nadie.
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