El mecanismo es simple, sí. Coges una papeleta, la metes en un sobre y hale, todo junto a una urna de plástico. Lo complicado de ... votar, sin embargo, viene cuando no eres un groupie de la política, un fan acérrimo, de los que se ponen pelmas con los whatsapps a favor de los suyos o, más a menudo, contra los otros, sean quienes sean. En el momento en que dejas de tomarte la política como un Madrid-Barça, la cosa se te embarulla.
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En Castilla y León iremos a votar el 15 de marzo. Y anda el PP enredado con la idea de crear un superdomingo electoral de comunidades ex PPVox con disputas presupuestarias. Ya saben, un combo Extremadura-Aragón-Castilla y León, porque así es más sencillo, creen, aprovechar la inercia y remontar las encuestas, que no acaban de cuadrar. En el PSOE, mientras, el diputado Cendón se ha liado a guantazos tuiteros con el alcalde de León antes de un acto que este sábado, a primera hora, se veía un tanto desangelado. Y en Vox se encomiendan a San…tiago Abascal, que en campaña se empadronará en la comunidad para mitinear a destajo como si el candidato fuera él. A todos estos hay que sumar una ristra de partidos territoriales con la lista de agravios, en muchos casos con razón, que parten con la esperanza de ser decisivos para emular a Junts y otras bisagras históricas similares.
Así que votar es difícil. Y aunque parezca paradójico, quizá fuera más sencillo si hubiera listas abiertas. Porque aunque sería más complejo que meter la papeleta en el sobre, podríamos votar con más tranquilidad de conciencia, sabedores de que con nuestra papeleta no damos el visto bueno a la decisión del partido votado de incluir en la lista a algunos cuyos méritos, así, a ojo, se camuflan.
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