Verano de precampaña electoral en Castilla y León
Carta del director ·
«Mañueco tendrá que pensar que, habiendo vivido tantas situaciones y con tantos protagonistas, nada debería cogerlo de nuevas»Cuando volvamos de agosto, quedarán pocos meses para las elecciones autonómicas. Como muy tarde se celebrarán en marzo. Así es que entraremos de lleno en ... campaña electoral. Llevamos ya unos cuantos meses en precampaña. Nuestros políticos se pondrán muy nerviosos. Todos ellos, sin excepción, cometerán bastantes errores de aquí al domingo de la votación.
Son ya unas cuantas elecciones a mis espaldas, siempre desde la redacción de un periódico. Por eso sé también que, como consecuencia de múltiples circunstancias, corrientes de opinión, factores demográficos o hasta climáticos, pero también producto de esos errores, los resultados no serán en general los esperados. Para ningún partido ni candidato. Primero, nuestros candidatos se ducharán bajo litros de autocomplacencia. Porque la clase política no conoce desde hace mucho los beneficios de la sana autocrítica. Y después, salvo descalabro total y absoluto, imposible evitarla, la autocrítica digo, culparán de sus malos resultados a la prensa, a los adversarios políticos, a algún contubernio judeomasónico o, directamente y en última instancia, a los propios votantes. Que votamos mal. Casi siempre.
Repasando lo que pueden estar pensando unos y otros, PP, PSOE y Vox, las tres formaciones clave de la presenta legislatura y, con toda seguridad, de la próxima, deberían tener en el radar algunas previsiones, algún hito, algún pronóstico. Que no les pillen despistados. Que no digan que nadie avisó. Son los siguientes.
El PP, al que ni los sondeos más optimistas le conceden la mayoría absoluta, quiere ganarle como sea terreno a Vox para, a ser posible, forzar acuerdos con otras fuerzas minoritarias que aúpen a Mañueco a un tercer mandato, pero sin tener que integrar a nadie en el gabinete del Ejecutivo. La experiencia con Ciudadanos e Igea la rompieron de cuajo los populares y la coalición de Vox y Juan García-Gallardo la interrumpió hace un año el partido de Abascal.
Pero este último tramo de sesiones en Las Cortes de Castilla y León nos ha dejado una lección: gobernar en minoría cuando llevas tantas décadas gobernando es complicado porque suele acumularse en todos los demás un deseo lógico de ganarle al que gana siempre. Y podría suceder que, sin aliados solventes y leales, Mañueco sea incapaz de sacar adelante unos presupuestos o que le líen reformas como la de las incompatibilidades de los procuradores en la cámara parlamentaria, por el caso De la Hoz, o la de la Ley de Publicidad Institucional. Esta última, al margen de que se puedan mejorar las chapuzas que contiene vía nuevas reformas, obliga en todo caso a un control mayor y distinto del funcionamiento interno de la empresa que gestiona el canal de RTVCyL. Eso creará ruido de aquí a marzo. Seguro. Mañueco tendrá que pensar que, habiendo vivido tantas situaciones y con tantos protagonistas, nada debería cogerlo de nuevas. En campaña deberá marcar con claridad su ruta en cada caso de los posibles, con o sin socios, con unos o con otros. Incluso hasta para contemplar la repetición electoral, como ya ha sugerido él mismo, si no está dispuesto a ceder en algunos puntos (¿cuáles?, eso no lo sabemos) de su programa.
Pero al margen de ello, hay alguna que otra amenaza. En septiembre se inicia el juicio de las eólicas, que es mucho más potente, largo y tedioso políticamente que el de la Perla Negra. Se prolongará durante 50 sesiones y dará munición política a los adversarios, sin duda. Además resulta que la expresidenta de Las Cortes Silvia Clemente ha presentado un nuevo partido (con nombre de canal de televisión, Nueve Castilla y León), lo que puede restarle sufragios al PP, a Vox o a ambos. Sobre todo en Valladolid y Segovia. No le cuesta nada a Mañueco, por tenerlo meditado, pensar en qué haría si esta política de larga trayectoria y odios africanos hacia el presidente logra un escaño y en algún momento su voto se convierte en decisivo. ¿Imposible? Nada hay imposible hoy en política.
El PSOE digamos que tiene su principal reto en sí mismo. Creo que, si Carlos Martínez, su secretario general, que deberá liderar la candidatura, no obtiene los resultados necesarios para gobernar, ni siquiera tomará posesión del acta de procurador. Seguirá de alcalde de Soria, que hasta el 27 no tocan elecciones, y luego ya veremos. Porque si no fuese así, ya debería haber dejado la alcaldía. Y porque si pretende presidir la Junta de todos los castellanos y leoneses mitineando desde su consistorio, nadie se lo va a tomar en serio y, por tanto, será difícil que alcance los números necesarios. Todo lo demás (caso Cerdán, Montoro, Sánchez, su eslogan, su foto con o sin chaleco… no sé) puede matizar sus expectativas y maquillarlas positiva o negativamente, pero lo decisivo del PSOE, lo crítico, es que él sea consecuente con su objetivo asumiendo una verdad tan sencilla como esa: el perfil de alcalde de Soria no puede imponerse al de presidente de la Junta. Fácil.
¿Y qué sucede con Vox? Vox juega en otra liga. A Vox no le preocupan tanto las autonómicas como las generales. Y no tanto lo que pase en la próxima legislatura como en la próxima década… Sus prioridades no son las de los partidos normales. Por eso, aunque se desangre con salidas continuas de importantes referentes y portavoces (Olona, Espinosa de los Monteros, García-Gallardo, etcétera..), el votante de Vox responde a otras motivaciones. Eso, junto a la risa que les debe dar que el PP haya dicho que no les va a admitir en ningún gobierno, cuando ellos han sido los que han salido al menos del primero en el que han estado, el de Castilla y León, les sitúa en una lámina de agua en calma cuya corriente, lenta, constante, les acerca poco a poco a donde pretenden. Si Pollán, quien, como todo indica, pilotará las listas, y sus compañeros no cometen demasiados errores, es probable que tengan en su mano dos o tres puntos claves que exigir al PP a cambio de apoyo: vuelvan a cargarse el diálogo social, el serla y todo lo que suene a sindicato bolchevique, desmonten la tele, reformen la ley de memoria histórica… Y si no, pues volveremos a votar algunas cosas con el PSOE. ¿Imposible? Nada hay imposible hoy en política.
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