Mis amigos odian noviembre. Dicen que es un mes enfermizo, triste, ojeroso. Yo lo adoro, pero entiendo que un fin de semana como el último, ... con un frío exorbitante acompañado a ratos de lluvia, no ofreciera la mejor postal para aventurarse por la ciudad en busca de alterne social. A mí me sirvió para quedarme en casa, ver 'Anatomía de un instante', cuatro capítulos basados en el libro de Javier Cercas sobre el golpe de estado del 23F y los antecedentes que condujeron hasta él, y escribir lo que hoy tienen ustedes enfrente. Hasta aquí los preliminares.
Publicidad
A ver si logro que me sigan mientras entro en materia: una serie es una versión. Una versión parte de un enfoque. Este es una mirada subjetiva sobre un hecho concreto. Y para cada acontecimiento preciso siempre hay tres interpretaciones: la tuya, la mía y la verdad absoluta. Si alguien narra un suceso, la tercera opción desaparece. Básicamente, por aquello de ser humano y tener un parecer sobre el asunto que toque. Espero que haya quedado claro, porque lo que viene a continuación se construye sobre este preámbulo, partiendo de la honestidad sobrentendida y previa advertencia para los prejuiciosos. La serie relata el tránsito, difícil y enrevesado, de la dictadura a la democracia. Ahora muchos buhoneros demandan y exigen pasos dándose golpecitos en el pecho al estilo de McConaughey en aquel film sobre Wall Street, pero si hubieran estado en los zapatos de Suárez, con la amenaza perenne de una ETA desbocada, con una mayoría del aparato militar y político franquista vigilando cada avance y en la tesitura de fracasar y lo que eso implicaría, a buen seguro que habrían elegido huir en un SEAT 127 a Waterloo o donde sea que escapen los pusilánimes.
Mi opinión sobre la producción no viene al caso, aunque sea positiva. Traigo a colación el tema porque es una materia áspera, algo de lo que se habla poco para no entrar en conflicto. Es habitual que se pase de puntillas sobre ello en colegios e institutos. Y si se toca, se hace con aires rápidos, genéricos. No es que haya nada que ocultar, y menos tras cincuenta años, pero hay familias, muchas y diversas, que prefieren que sus hijos se atengan a lo que ellos comenten mientras apuran el plato de lentejas y ven el informativo; es decir, o este gobierno nos lleva de nuevo a aquel horror o la oposición llama al levantamiento. Con frecuencia, es una traducción cimentada sobre lo que leen en las redes sociales, con lo que ya vamos mal. Y a menudo, el mensaje es de conciudadanos que ni siquiera vivieron a Tejero entrando en el Congreso, pistola en mano.
Diría que en las escuelas se explica sin sutilezas que en los años 60, en los libérrimos Estados Unidos, había aseos diferenciados según el color de la piel y asientos reservados en el bus para que no hubiera mezcla de razas. Vergüenzas yanquis. En cambio, por las miserias propias y el episodio más importante de nuestro bisoño pluralismo pasamos bisbiseando para evitar colisiones ideológicas. Casi un tabú, un susurro. No digo que sea sencillo, pero en lo primero puede que baste con leer a Chaves Nogales y reconocer que él estuvo allí y nosotros no. De igual modo, si Adolfo Suárez y Santiago Carrillo fueron capaces de sentarse y compartir inquietudes, miedos, distancia y discusiones llegando a puntos comunes, es despreciable que en el comodísimo siglo XXI sigamos tirándonos los trastos a la cabeza. Los honrados, digo. De los golfos hoy no toca hablar.
Publicidad
En un momento de carencia de héroes y líderes, quizá haya que echar la vista a ese pasado no tan lejano y enfocar en los mencionados y su altura de miras, o en la valentía de un Gutiérrez Mellado que optó por defender la separación de poderes y la soberanía popular, pasando así a ser considerado un traidor por sus antiguos compañeros.
En un diálogo del guion, dicen hablando de alguien con alto rango: «Ten mucho cuidado. No está acostumbrado a que le lleven la contraria». «Pues tendrá que acostumbrarse», contesta un señor de Ávila. En eso consiste la democracia. Antes y ahora.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión