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El presidente del gobierno Pedro Sánchez, es aplaudido tras su interviención durante el pleno en el Congreso de los Diputados, este miércoles. Ignacio Gil
Vida extraterrestre

¿España tiene remedio?

«En los partidos políticos no medran quienes más mérito tienen, sino los que trepan mejor y saben poner zancadillas»

Sábado, 12 de julio 2025, 08:27

La democracia y los parlamentos se inventaron (y aquí imaginen ustedes un emoticono que guiña el ojo irónicamente) para espectáculos como el de esta semana ... en nuestro Congreso de los Diputados: un conjunto heterogéneo de personas preparadísimas intercambiando ideas con un respeto exquisito por el adversario y manejando la más fina esgrima dialéctica: «Tus suegros regentaban prostíbulos»,«tú eres el amigo de un narcotraficante» y todo en esa línea.

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Independientemente del tiempo que vaya a aguantar Pedro Sánchez en el poder (que yo creo que va a ser más de lo que algunos piensan), tenemos asumido que, cuando lleguen otros, acabarán corrompiéndose también, igual que el marisco en un apagón prolongado, de manera inevitable, porque eso ya ha sucedido antes en nuestra todavía joven democracia (siempre, de hecho).

Quizás el problema sea el propio funcionamiento de los partidos políticos, donde no medran quienes más mérito tienen, sino los que trepan mejor y saben poner zancadillas con más disimulo. Los partidos son estructuras hipertrofiadas y eso también es una particularidad española: la cantidad inmensa de gente que vive, de una u otra manera, de la política. Lo primero que piensa un líder carismático cuando gana unas elecciones no es «vamos a reformar este país», sino «ahora podremos enchufar a miles de los nuestros en instituciones y empresas públicas». Y todo eso cuesta una pasta, claro, y por eso ahora les anuncian a los jóvenes que no se podrán jubilar hasta pasados los setenta, y a los que ya se han jubilado les intentan convencer para que regresen al mercado laboral.

La otra posible explicación es todavía más deprimente porque nos interpela a todos: a lo mejor es que somos un país de chorizos. En España, a los dos días de implantar el sistema, ya había listos vendiendo por Internet puntos del carnet de conducir. En los supermercados, ya no nos dejan pesarnos la fruta porque hacíamos trampas, y todos conocemos a alguien que ha reventado a martillazos su vitrocerámica rayada para que el seguro le pusiera una nueva.

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Ustedes me dirán que esos actos casi entrañables de picaresca no son equiparables a la mugre política que nos rodea, pero yo les aseguro que sí, que el que se lleva rollos de papel higiénico de la oficina, si tuviera la oportunidad, acabaría acumulando fajos de billetes fraudulentos en el interior de los leopardos de escayola que adornan su chalet hortera.

Para que en este país dejemos de robar, sólo habría una solución y es muy radical y da mucha pereza: que nos conviertan a todos en japoneses.

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