Regresamos de vacaciones y septiembre nos recibe con la bronca de la deuda de las comunidades autónomas. El Gobierno quiere condonar una parte del ... dinero que debe Cataluña y, para disimular un poco, va a hacer lo mismo con el resto de las regiones. Es la vieja fórmula del café para todos.
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Esta presunta quita de deuda es un timo, porque estrictamente la deuda no desaparece, sino que te la cambian de cajón y los números rojos siguen ahí, latiendo como un corazón delator. Centrándonos en Castilla y León y redondeando las cifras, el Gobierno quiere asumir unos 3.600 millones de euros de nuestra deuda autonómica, que pasarían a engrosar el descalabro estatal. Es decir: a cada castellano y leonés le perdonarían unos 1.500 euros para añadirle 1.700 a la deuda que le toca como ciudadano español.
Cuando yo descubrí, en mi más tierna infancia, que los países y las regiones estaban endeudados hasta las cejas, me llevé una decepción tremenda. Hasta ese momento de epifanía, yo pensaba que los políticos gestionaban las cuentas haciendo uso de una sensatez impecable y siguiendo el ancestral consejo de nuestras abuelas: «No te gastes el dinero que no tienes». Pero resulta que, cuando se les acaba la liquidez, tiran de préstamos sin ningún pudor y a veces incluso solicitan préstamos para pagar otros préstamos.
Aún hoy, me sigue inquietando que cada español deba más de 30.000 euros por el simple hecho de serlo. A eso tenemos que añadir unos 6.000 euros de deuda autonómica y supongo que también un pellizco de deuda municipal.
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Los norteamericanos nos ganan también en esto: tocan a 100.000 dólares de deuda pública per cápita. En una calle de Nueva York hay un panel electrónico que mide, en tiempo real, la magnitud del agujero.
Este invento del capitalismo se desmadró definitivamente cuando la riqueza de los países dejó de estar respaldada por reservas de oro. Antes, un billete era como un vale canjeable por un trocito del tesoro colectivo, ahora es un papel de colorines en el que tienes que creer dando un salto de fe. Y ya del dinero digital mejor ni hablamos. En el banco no tenemos ahorros: tenemos humo. Imaginen que un día, por una avería misteriosa (acuérdense del apagón), se borran los registros informáticos y todas las cuentas corrientes se ponen a cero.
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Que no cunda el pánico. Castilla y León es una región austera y recia y sabríamos sobrevivir ante cualquier adversidad. Yo, en mi piso de Valladolid, ya estoy criando cerdos y gallinas y me estoy leyendo libros sobre los encantos de la vida en el Neolítico.
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