La DANA pronosticada
«Es difícil y casi imposible predecir la fecha y los datos de esos fenómenos del agua bravía y destructora, aunque los meteorólogos avisan de esa probabilidad en el inicio del otoño. Con esa precisión se mostró el episodio del pantano de Tous»
Así llegó la tragedia a la costa valenciana desde la meseta occidental, donde nacen los ríos turbulentos causantes de la catástrofe. A las seis de ... la tarde del pasado martes, el aluvión anunciado alcanzaba la mayor parte de los pueblos valencianos ya anegados que atravesaba a esa hora crítica medio centenar de poblaciones afectadas. La gota fría había descargado antes ingentes lluvias al norte de la capital, más de 400 litros por metro cuadrado en grandes municipios como Buñol, Chera, Cheste, Turís y Chiva. La gota fría también cubrió después, por tercera vez desde hace un siglo, las zonas muy pobladas inundables al sur de la ciudad de Valencia. De ese diluvio, ahora llamado DANA, fue protegida y librada la capital desde hace medio siglo, tras la construcción de un nuevo cauce del río Turia. La inundación del pasado martes anegó sin embargo con vigor a los municipios más poblados al sur de la capital, como Torrent y Paiporta, donde se concentra el mayor número de víctimas mortales de la catástrofe: más de 210 muertos, sin contar a los desaparecidos.
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La enorme y repentina tragedia del agua desbordada el pasado martes en la Comunidad Valenciana, violenta embestida más que aviso, llegó aplicando otra vez sus leyes devastadoras desde la inundación de la capital el 14 de octubre de 1957. Aquella crecida, 'la riuá de València' se llama a esa catástrofe en las crónicas locales, marcó a la ciudad para siempre. Los cuantiosos daños del aluvión dejaron sin casa a más de dos mil vecinos, y el gobierno franquista dio por cierto el número de 81 fallecidos como cifra oficial, dato sin embargo de escasa credibilidad. Modificar el curso del río Turia, tras incontables veces anegado con el agua paseándose por las calles de la capital, ha evitado hasta hoy los catastróficos aluviones desde hace más de medio siglo. El Nuevo Cauce del Turia, que corre por el oeste de la capital y desemboca en el Mediterráneo cerca de la Albufera, evitó el pasado martes las temidas inundaciones de la ciudad y de los pueblos cercanos.
Es difícil y casi imposible predecir la fecha y los datos de esos fenómenos del agua bravía y destructora, aunque los meteorólogos avisan de esa probabilidad en el inicio del otoño. Con esa precisión se mostró el episodio del pantano de Tous, cuenca del río Júcar y cercano a Alzira, cuando se desmoronó el 19 de octubre de 1982. Guardo en mi memoria los pormenores de esa tragedia y los debates posteriores acerca de aquella catástrofe. Las lluvias torrenciales provocaron la rotura de la presa y causaron el torrente del agua desbordada que anegó varios pueblos de la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia. Radio Nacional de España en Valencia emitió en directo la tragedia anunciada desde mediodía, en un programa especial con ingenieros, políticos y meteorólogos y en contacto telefónico permanente con el guarda de seguridad desde la presa. Recuerdo sus palabras dramáticas: «la presa se ha colmado». Eran las 19 horas y 13 minutos. La lluvia causó el corte de corriente eléctrica, y el grupo electrógeno no logró abrir las compuertas. La presa, construida con muros de escollera, se desbordó en menos de una hora. Las lluvias, alimentadas por una DANA venida de Argelia, superaron los 600 mm. en un área de 700 km², aguas arriba del pantano y cobraron ocho vidas humanas.
La tragedia del pasado 29 de octubre en las comarcas valencianas asoladas por la DANA marca otra instrucción para evitar tanta mortandad. Las tres DANAs más recientes soportadas por la Comunidad Valenciana no alcanzaron los medios técnicos eficaces. Una vergonzante reyerta política entre líderes y partidos en busca de votantes ensucia además una mísera y sucia ambición.
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A las 20:00 horas del pasado martes recibí, como muchos valencianos, una alerta en mi telemóvil pidiéndome que no saliera de casa. A esa hora ya había muertos bajo las aguas. Resulta vergonzoso echar la culpa a los desobedientes ciudadanos empeñados en salvar sus vehículos sacándolos de los garajes. Tampoco es suficiente avisar del peligro mostrando solo tragedias desde los medios de comunicación, en especial con la capacidad emotiva de la televisión. Recuerdo la respuesta a mi pregunta del responsable de un grupo de personas albergadas en la ermita Beneixida, la noche de 'la pantaná' de Tous: «¿Qué necesitamos, dice usted? Pilas, muchas pilas para los transistores de radio». Un helicóptero lanzó junto a la ermita una hora después varias cajas.
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