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El servicio militar obligatorio acabó en España en 2001. L. P.

¿Puede volver la mili a España? Por ahí no van los tiros

Rusia aprieta y los países europeos se ponen las pilas con jugosas ofertas para reforzar sus Fuerzas Armadas con jóvenes voluntarios. En Alemania les pagarán 2.600 euros al mes y Francia ha sido la última potencia en subirse al carro

Domingo, 30 de noviembre 2025, 00:26

«Señoras y señores, se acaba la mili». El 9 de marzo de 2001, el ministro de Defensa, Federico Trillo, pronunciaba en un tono nada ... marcial una frase histórica por la que miles de chavales respiraron con más alivio que nunca. Se acabó la pesadilla de acabar pegando barrigazos bajo el sol africano de Melilla o haciendo guardias en Burgos en una garita sin calefacción a diez bajo cero. Poco después de aquel «se acaba la mili», el Gobierno de Aznar aprobaba el decreto del fin del servicio militar obligatorio y la transición hacia un ejército plenamente profesional como el actual. Lo de morir por la patria dejaba de ser cosa de todos; solo empuñaría un fusil quien quisiera.

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Sin embargo, la sombra de Rusia y su amenaza sobre la integridad territorial de los países europeos tras la invasión de Ucrania ha encendido las alarmas, y la posibilidad del regreso de una mili obligatoria o voluntaria vuelve a abrir un debate que se creía enterrado... al menos en España. En Europa son ya 16 Estados, diez de ellos miembros de la Unión Europea, con reclutamiento obligatorio para los adultos jóvenes en algún período de su vida. Otros como Bélgica y Alemania buscan voluntarios que se quieran incorporar a filas y recibir instrucción militar durante un año. Los belgas ofrecen a los nuevos reclutas un sueldo mensual neto de 2.000 euros y los alemanes elevan la apuesta a unos suculentos 2.600 euros brutos. Francia, donde la mili obligatoria se abolió hace 25 años, ha sido el último en sumarse a la fiesta y Macron acaba de anunciar un servicio voluntario de 10 meses para jóvenes entre 18 y 19 años para reforzar su defensa.

Frente a una Europa cada vez más insegura en la que Putin despliega músculo, la pregunta se vuelve urgente: ¿Debería España seguir el mismo camino? ¿Estamos preparados para reconvertir a una nueva generación en soldados ya sea por convicción o por necesidad?

Federico Trillo, que a sus 73 años disfruta de su jubilación pero sigue muy activo (acaba de publicar un nuevo libro, 'Memorias de anteayer'), recuerda perfectamente aquellas siete palabras que pronunció para dar por finiquitado el reclutamiento obligatorio, vigente en España desde principios del siglo XVIII, tras decretarse el final de los temibles Tercios, uno de los ejércitos profesionales más poderosos de la historia.

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«Cuando ejecuté aquella decisión nadie quería hacer el servicio militar, teníamos a dos millones y medio de jóvenes en prórroga u objetores de conciencia», rememora. Hoy el alistamiento obligatorio está suspendido -que no abolido- como recoge el artículo 30 de la Constitución, que en su punto 2 establece que «la ley fijará las obligaciones militares y regulará la objeción de conciencia del servicio militar obligatorio».

119.366 militares en activo

a 1 de octubre, 2,4 por cada mil habitantes en España, lejos de los 3,6 de la UE y de los 6 por mil de la OTAN.

El exministro no ve necesario 'activar' la obligatoriedad. Todo lo contrario, se declara un firme partidario de mantener el modelo profesional, pero todavía más especializado en el campo tecnológico. A su juicio, recuperar la mili obligatoria «sería inútil e ineficaz», porque los actuales sistemas de armas, los escenarios bélicos y las amenazas, como los ciberataques y los drones, «requieren personal altamente cualificado y no masas de reclutas».

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Otros campos de batalla

«Antes en el campo de batalla se necesitaba lo que se llamaba en términos brutales carne de cañón; ahora no hay ese campo de batalla convencional, sino objetivos militares que también alcanzan a la población civil», sostiene el exministro de Defensa, que aboga por unidades que se puedan desplegar rápidamente sobre el terreno y capaces de operar con tecnología avanzada.

Una reciente exhibición de alumnos de Infantería de Marina y abajo, un momento del tallaje de reclutas en 1975. L. V.

¿Y una mili voluntaria?, le preguntamos a Trillo. «Quizá como algo complementario, pero de momento tampoco hace falta para nada porque en caso de conflicto, ni los drones, ni los ciberataques, ni el manejo de las fragatas, ni las fuerzas desplazables, ni las desplegables, ni las de alta disponibilidad tienen nada que ver con la mili voluntaria. No sé qué ganamos, sinceramente», asevera. Y por si fuera poco añade que el sistema actual cuenta con reservistas voluntarios y especialistas civiles (unos tres mil efectivos) que ya se incorporan temporalmente al Ejército, un modelo «que podría ampliarse con más plazas, sin necesidad de volver al reclutamiento obligatorio o voluntario».

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Trillo defiende, eso sí, que se sigan dando pasos en la profesionalización de las Fuerzas Armadas (FAS), y uno de los más importantes es, a su juicio, la retención de los soldados, evitando que dejen la milicia para incorporarse a otros cuerpos con mejores nóminas, como la Guardia Civil o la Policía Nacional y la Local. «Los militares tienen que estar bien formados, bien pagados y bien mantenidos», zanja el exministro.

Y justo ahí está el meollo de la cuestión. Miquel Peñarroya, valenciano de 63 años y teniente en la reserva, preside Asfaspro, la Asociación Profesional de Suboficiales, la organización de militares más numerosa del país, con más de 6.000 socios, entre los que, además de suboficiales (una categoría intermedia formada por sargentos, brigadas, subtenientes y suboficiales mayores), hay oficiales de rango menor (alféreces y tenientes). Peñarroya alerta de que el Ejército atraviesa una crisis de personal «sin precedentes» y que si no se mejoran las condiciones salariales que impulsen el reclutamiento, España podría verse abocada a plantearse el regreso del servicio militar obligatorio o voluntario, como están haciendo otros países europeos. «Preferimos un ejército profesional», subraya, «pero debe estar pagado como tal, y no lo está».

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El militar desliza que las Fuerzas Armadas «pierden personal día tras día» y que la ratio de aspirantes por plaza es tan baja, que «prácticamente se acaba aceptando a cualquiera», lo que compromete «la calidad y la exigencia» que requiere manejar armamento cada vez más complejo.

Condiciones laborales

Las mayores asociaciones de militares se quejan de sueldos bajos y de la falta de atractivo del Ejército caída de la natalidad

El fenómeno afecta a los 26.249 suboficiales -«la columna vertebral del Ejército», como los califica Peñarroya- e incluso a oficiales, que abandonan las FAS para ingresar en cuerpos policiales mejor remunerados y con más perspectivas de futuro. «Es escandaloso que haya tenientes que, después de cinco años de academia, renuncien a sus estrellas para ser policías rasos». Cree que el origen del problema está en décadas de sueldos estancados en una profesión expuesta al riesgo («a ti te dan una grabadora, a nosotros, un fusil de combate») y en la falta de reconocimiento de la formación militar dentro del sistema académico y laboral. Pone como ejemplo que un sargento que sale de la academia después de tres años de enseñanza superior cobra menos de 2.000 euros. «La pregunta no es por qué se van, sino cómo se queda alguien. La triste realidad es que mientras se destinan miles de millones a la industria militar, no se invierte en el factor humano. Podemos tener quince fragatas, pero solo personal para navegar una», advierte.

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Un peldaño por debajo de la escala de suboficiales se encuentra la de tropa y marinería, los primeros en desplegarse y entrar en combate ante un conflicto armado. En el Ejército (Tierra, Armada y Aire) suman 78.000 efectivos, el grueso de las FAS. ATME es su principal asociación y la preside Marco Antonio Gómez, un cabo de 51 años que viene denunciando desde hace tiempo la «precaria» situación de los soldados de menor rango y sus sueldos de «1.300 euros al mes», poco más que el salario mínimo (1.184 euros). «Más que un regreso de la mili, que es una decisión política, lo que necesitamos es un ejército profesional y con salarios dignos».

Para Gómez no se dan las condiciones laborales ni retributivas para atraer y retener personal. «El Ejército no es atractivo para los jóvenes», sentencia, y apunta a que el problema se agravará a partir de 2027, cuando miles de soldados que ingresaron tras la abolición del servicio obligatorio en 2001 alcanzarán la edad de 45 años (la 'jubilación forzosa' en la que pasan a reservistas de especial disponibilidad) y dejarán los cuarteles, superando «con creces» las nuevas incorporaciones. «Se van a ir hasta cuatro mil al año y si sólo entran mil tienes un problema grave, porque un soldado no se forma en nueve meses, como en la mili, sino que adquiere conocimiento y manejo del armamento con años de experiencia».

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Faltan efectivos

Según el último informe del Observatorio de la Vida Militar, un órgano asesor creado en el seno de las Cortes, en el Ejército español existe un déficit de entre 13.000 y 23.000 militares en servicio activo. La ley de la carrera militar (de 2007) fija entre 130.000 y 140.000 efectivos el número máximo de militares profesionales, frente a los 116.739 que maneja el informe con datos de 2024 (a 1 de octubre son 119.366, según Defensa). En todo caso, equivalen a 2,4 militares por cada mil habitantes, lejos de los 3,6 por mil de la UE y de los 6 por mil de la OTAN.

Un momento del tallaje de reclutas en 1975. EFE

Frente a los que colocan estas cifras encima de la mesa para reclamar una mili que refuerce el Ejército frente a una posible incursión rusa, el presidente del Observatorio, el jurista y experto en Derecho Militar, Mariano Casado, de 63 años, cree que antes de elucubrar sobre este asunto, hay que garantizar la calidad de vida de los militares en activo, lo que él resume en mejores retribuciones, una carrera profesional más atractiva, «y que tengan resueltas las cuestiones ligadas a la vivienda, la movilidad geográfica y la conciliación de la vida laboral».

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Casado apunta a un escenario demográfico con menos jóvenes (por la caída de la natalidad) y con más posibilidades de acceder a trabajos mejor pagados -sobre todo si tienen un perfil tecnológico- que «los mil y pico euros» que cobra un soldado. «Hay que ilusionar a los jóvenes, si no lo hacemos no tendremos capacidad de reclutamiento de militares en activo en una situación geoestratégica, social y económica que nada tiene que ver con la de hace casi veinte años, cuando se configuró la ley. El debate es mucho más profundo que si mili sí o mili no».

En esta línea abunda Félix Arteaga, investigador principal para Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano, que opina que la necesidad de aumentar el reclutamiento voluntario obedece, por un lado, al desfase entre las nuevas plantillas y el número de soldados disponibles, y por otro a la necesidad de reclutar perfiles tecnológicos, que no abundan entre quienes acuden a las FAS. «España no tiene problemas para reclutar personal no especializado porque el número de solicitudes aún excede al de plazas convocadas (nueve mil este año para tropa y marinería). Pero puede tenerlo si la economía va bien y tiene que competir con salarios del mercado privado». Por eso, Arteaga reclama incentivos «para atraer a los jóvenes y retener a los soldados especializados».

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Caída de la natalidad

Cada vez habrá menos jóvenes de los que tirar para reforzar las Fuerzas Armadas

Ante las dudas de si estamos a las puertas de la mili obligatoria, el Ministerio de Defensa ni se lo plantea y remite a las últimas declaraciones de su titular, Margarita Robles, el pasado octubre: «Respeto a otros países, pero en España ni está previsto ni se prevé».

Lo cierto es que hoy, la juventud no está por la labor de abrazar el uniforme por mucho que se lo ordene el Gobierno. Las encuestas más recientes confirman que seis de cada diez lo rechazan y solo uno de cada diez «apoya con fuerza» el regreso de la mili obligatoria. En el último barómetro del CIS, la guerra ocupaba la 37ª preocupación de los españoles. Así que no parece cercano el día en que el ministro de Defensa de turno diga aquello de: «Señoras y señores, vuelve la mili».

De civiles a militares: la opción de los reservistas voluntarios

Expertos en Defensa sostienen que la mejor alternativa a cualquier mili obligatoria o voluntaria pasa por contar con una «reserva operativa real» formada por civiles bien incentivados y bien entrenados y preparados «para que se activen en el momento en que suene la corneta», dice un exalto mando, que prefiere el anonimato y que opina que esta fórmula es un puente entre la sociedad y las Fuerzas Armadas. Este modelo, que sería complementario al del actual ejército profesional, requiere «toda una batería legislativa» para que, entre otras cosas, los voluntarios puedan «entrenarse dos veces al año y sus empresas les mantengan el puesto de trabajo». El experto distingue entre estos reservistas «operativos» y el actual sistema de reservistas civiles, que suma 2.986 voluntarios (para 2026 se han convocado 400 plazas) con una edad media de 51 años, sin contar los reservistas de especial disponibilidad (7.732 efectivos), exmilitares que han cumplido 45 años y son remunerados con 670 euros al mes. «El actual sistema de reservistas no está diseñado para coger un fusil y salir al frente de forma inmediata», señala el experto, que pone el ejemplo de EEUU, donde civiles con formación militar están listos para desplegarse en zona de combate en caso de guerra.

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