Francia Márquez formaliza su ruptura con Petro
La vicepresidenta acusa al jefe del Gobierno de haberla «instrumentalizado» y afirma que ha experimentado «cómo se elimina a una mujer negra en la actual democracia de Colombia»
«¿Cómo se elimina a una mujer negra del poder en una democracia contemporánea?». Esta es la pregunta que la vicepresidenta Francia Elena Márquez Mina ... lanzó en su discurso sobre su situación en el momento de crisis que vive el gabinete del presidente de Colombia, Gustavo Petro. Lo hizo después de varios días callada y que Petro soltara un dardo racista sobre los negros.
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Ella misma respondió la cuestión aprovechando la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres y las Niñas Afrodescendientes y de un encuentro en Cali bajo el título de «Juntas por la restauración de nuestra dignidad»: «Con narrativas que sirven de antesala para los explosivos y las balas, narrativas que repiten torpe, incapaz, desconfiable, desleal y traidora. Crean el terreno perfecto para que alguien considere que, al eliminarnos, hace patria».
Cuando fue elegida para ayudar a Petro a ganar las elecciones, esta afrocolombiana de 43 años, marco un hito político que hizo vibrar al país, especialmente a la población negra. Dijo entonces que en algún momento de su vida había sentido vergüenza de ser una mujer negra: «Nadie quiere ser heredero de un esclavo». En apenas tres meses de campaña ganó el segundo puesto de la coalición Pacto Histórico. No había ocupado ningún cargo político pero obtuvo más votos que candidatos con mayor experiencia en política.
A punto de cerrar el ciclo presidencial, Francia Márquez se mostró dolida en su discurso en Cali: «No voy a fingir que no me duele, que no cansa, que no desgasta. Tengo ganas de gritar, de contar como este país nos arrastra de sus narrativas de expulsión, nos asfixia de sus desconfianzas y luego nos culpa por no respirar».
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Defensora de los derechos humanos, feminista y luchadora ambiental, su actividad le llevó a ganar hace siete años el premio Goldman Environmental por su lucha contra la minería ilegal que provocó desviar el río Ovejas y desalojar a toda la comunidad de la zona del Cauca. Todo ello bajo la amenaza de paramilitares. Nunca se mordió las palabras. Habló claro siempre, desafiante. Dijo que Colombia era un país clasista y machista. Ella fue pionera en la política al hablar de «las mayoras y mayores» y de «los nadies y las nadias», por lo que fue insultada en las redes como si fuera analfabeta.
Petro la nombró para la cartera del Ministerio de la Igualdad, del que salió tras chocar otra vez con parte de sus compañeros de gabinete que cuestionaron su trabajo. «Me acusaron de no ejecutar cuando jamás me entregaron un instrumento para hacerlo. Se promovió la idea de que como soy negra, seguro robo. Sin haber tocado un peso me trataron como criminal, porque el color de mi piel tristemente para muchos me hace culpable». Añadió que le habían exigido ser sumisa, pero cuando pidió respeto, la llamaron arrogante.
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Al comienzo de su discurso este 25 de julio recordó: «Hace algunos años fui la voz que recorrió el país, fui la cara de la esperanza, la mujer afrodescendiente que traía el eco de los ríos, de las casas humildes, de los saberes populares, de las manos callosas, de las mujeres que limpian las casas ajenas mientras sueñan con una vida digna. Pero pronto pasé de ser el fenómeno político, la heroína, a ser la 'traidora'».
Su voz dejó en silencio a los 1.500 asistentes en el auditorio de la Universidad Libre del sur de Cali. Su voz volvió a retumbar en toda Colombia, y especialmente en un cada día más cuestionado Gustavo Petro. «Hablo desde un cuerpo afrodescendiente, un cuerpo de mujer negra que ha sido celebrado, instrumentalizado, desgastado y desechado».
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Cuando llegó a la Casa Nariño tenía 355.000 seguidores en Instagram. Hoy cuenta con 756.000. Pero hoy se pregunta ¿Cómo se elimina a una mujer negra de una democracia cristiana? Tiene la respuesta porque lo ha experimentado.
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