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Los padres de Ana Nogueira la felicitan por la victoria El Norte

Ser padres en el circuito de pádel

Entre el esfuerzo económico y el disfrute, los progenitores de varias de las jugadoras 'semiprofesionales' de pádel del WPT sobre todo de las más pequeñas conviven el día a día de cada prueba.

Santiago Hidalgo chacel

Valladolid

Jueves, 20 de junio 2019, 21:41

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El auge actual del deporte femenino es un hecho irrefutable en el caso del pádel. En los últimos diez años, son las féminas las que más han evolucionado. Cada vez juegan más y mejor. Si antes era anecdótico ver a una mujer sacar la bola por tres, traérsela o salir de la pista, en la actualidad ya forma parte del ADN de la mayoría de los partidos de las fases finales del WPT. Todo es fruto de la escalada protagonizada en el pádel desde las categorías inferiores, pero también de un mayor grado de compromiso y un 'semiprofesionalismo' no completo porque pocas son aún las mujeres que pueden permitirse el lujo de vivir solo del pádel. A diferencia de los chicos.

Dos parejas vallisoletanas se colaron en los octavos de final de la presente edición del Máster de Valladolid. Y, cómo no, allí estaban sus padres para seguir sus evoluciones. En ambos casos sobrevino la derrota. Esther Carnicero y Melania Merino cayeron con Sánchez-Salazar por 6-0 y 6-1, y Alicia Blanco y Bea Caldera, contra Galán-Iglesias por 6-1 y 6-2. Sin embargo, el balance es positivo. Se sigue creciendo. Así lo definió Esther Carnicero, en la segunda vez que pisa esta ronda: «Ellas están un escalón por encima, pero hemos tenido actitud. Jugamos sin miedo y ordenadas. Estamos contentas por el buen torneo».

Nacho Carnicero y Carolina Martín son precisamente los padres de Esther que, por descontado, no perdieron ojo al partido que les enfrentó a las número 2. «Era la primera vez que jugaban y sin duda les sirve para medirse. Van paso a paso; esta pareja tiene un proyecto de consolidarse en unos años».

El factor padre es este deporte y sobre todo de las féminas que vienen de las categorías inferiores supone también un esfuerzo económico indudable. Melania y Esther, ambas de 19 años, tienen sponsor que les ayuda con material y ropa pero «los padres siempre apoyamos en lo que podemos porque hay entrenamientos, desplazamientos, gastos…», dice Nacho. En el grupo de trabajo de Fernando Antognini, entrenan todos los días mañana y tarde salvo los domingos, cuentan con preparador físico y una exigencia cercana a lo profesional, sin serlo.

Fernando y Asunción, por su parte, son los padres de la jugadora de Medina del Campo, Alicia Blanco, la mayor de las cuatro, que empezó primero a jugar al tenis y luego se pasó al pádel. Los dos han ejercido de acompañantes en ambos deportes, porque Alicia desde los 3 años ya estaba «con la raqueta de la mano». «Intentamos viajar siempre que podemos por el circuito en España», dicen, rememorando un pasado año de bastantes kilómetros y ajetreo. En ellos han forjado grandes amistades, como también indica Carolina Martín, independientemente de la rivalidad que existan en la pista.

Con un semiprofesionalismo claro, Alicia puede seguir jugando estos torneos con las aportaciones del patrocinador pequeños premios y las clases que imparte como monitora. «Los comienzos son duros», dice Fernando, quien además introduce otro interesante tema y es la figura del padre-técnico que se entromete en la labor del entrenador o no para de impartir lecciones. Afortunadamente, esta circunstancia que ocurre y mucho en menores, es muy raro que suceda en la competición de alto nivel: «La verdad es que en inferiores hay padres que se alteran y que intervienen en temas técnicos del juego más de la cuenta. La clave es dejarles jugar», señala.

Javier Caldera ve siempre los partidos detrás de donde juega su hija Bea. La benjamín de 17 años, al igual que Melania y Esther, ha sido ya campeona del mundo en inferiores. Con 13 años ya era pareja de Alicia y esta temporada es la cuarta que afrontan.

La postura de Javier respecto a los beneficios que da este deporte a su hija es clara: «Lo valoro desde el punto de vista de la formación. Te toca luchar, no perder la ilusión y muchas veces perder», dice. Y lo completa: «Para mí, además, es divertido, no un sacrificio acompañarla porque me encanta».

Javier, que declara que de «pádel no entiende» y se limita a «animar y dar energía a su hija», «el límite de Beatriz sería llegar al número uno. Tiene que dar pasos adelante, aunque ella es bastante comedida».

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