
Al mundo del ciclismo se le encogió el corazón el pasado 14 de febrero. El exciclista Fernando Quevedo Salazar (Madrid, 1964) sufrió un accidente doméstico ... que lo llevó al Hospital del Río Hortega. Una caída le ocasionó un fortísimo golpe en la cabeza. Desde el principio se temió lo pero, las consecuencias que podía acarrear a Fernando Quevedo. Sedado y en coma inducido. Pasaban los días y no parecía haber una mejoría que invitase al optimismo.
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Sin embargo, hubo un cambio significativo. Estuvo unos dos meses en una situación similar a la inicial, con los médicos no muy optimistas sobre lo que podía suceder finalmente. No era capaz de de responder sin el anestésico, ya que sufría constantes agitaciones. Pero un día, le quitaron el respirador y el exciclista se puso a hablar para sorpresa de los presentes, aproximadamente mes y medio después de entrar en coma. Un haz de esperanza se abría paso después de unas semanas negras y abonadas al pesimismo.
Permaneció todavía un tiempo en la UCI, pero el 1 de mayo pasó a planta con claros signos de mejoría. Desde ese momento, Quevedo dejó patente que podía hablar perfectamente y que conocía a sus allegados. Las señales mejoraban. Recuerda perfectamente cosas y sucesos de su pasado más antiguo, no tanto los que se refieren a su memoria a corto plazo.
Para una mejor recuperación, el exciclista fue ingresado en el complejo asistencial Benito Men ni, donde está previsto que permanezca interno hasta el próximo 31 de agosto. Su familia reconoce que la evolución está siendo «muy buena». Seguramente le quede alguna secuela del accidente, pero podrá llevar una vida bastante normalizada.
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El mundo del ciclismo no se olvida por él. Gentes de esta deporte, con su amigo Javier Domínguez a la cabeza, han acudido a darle su apoyo y aliento.
Como ciclista profesional siempre estuvo ligado a los equipos que dirigió Javier Mínguez. Estuvo a sus órdenes entre los años 1987 y 1993, en formaciones como BH o Amaya Seguros. Fue un gregario para los líderes del equipo. Acabó como farolillo rojo en el Tour de Francia de 1992, edición en la que se impuso el navarro Miguel Induráin.
Después de su retirada, se lanzó a crear un equipo profesional, el Labarca 2-Baqué, que vio la luz en 2003 en Valladolid.
Una buena noticia para el deporte vallisoletano, que ya vivió un caso similar con Eusebio Sacristán tras sufrir también un accidente que casi le cuesta la vida. El exfutbolista, después de una larga recuperación, consiguió recuperar la posibilidad de hablar y mejorar poco a poco.
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