José María Esbec, director artístico del Teatro Calderón de Valladolid
«El teatro es una liturgia profana, un asidero de esperanza en estos tiempos»Línea continuista, una programación «ecléctica», ojeadores para captar público joven y acercar a personas en riesgo de exclusión social son algunas de sus apuestas
Se despedía con lágrimas hace unos días José María Esbec (Zamora, 1985) del Teatro Principal de Zamora tras siete años al frente. Actor, director y ... gestor teatral, con pasado en la Escuela de Arte Dramático en Valladolid y en centros de formación de Madrid, toma las riendas del Teatro Calderón, que cuenta con casi 2.000 abonados. Fue el elegido entre ocho aspirantes al puesto por una Comisión de Valoración en un proceso que ha impugnado un candidato. A la espera de conocer en detalle los flujos de públicos, «debilidades y amenazas» en el espacio en el que sustituye al recién jubilado José María Viteri, abraza la línea heredada con el reto añadido de «hibridar y atraer nuevos públicos». En mente tiene estrategias ya puestas en práctica en Zamora, como incorporar ojeadores para conocer gustos de espectadores, el 'tercer tiempo' (coloquios con los creadores en el ambigú del teatro) o acercar las obras a personas en riesgo de exclusión social.
–¿Cómo concibe el teatro?
–Como esperanza y espacio de resistencia, uno de los lugares más modernos en la medida que es de las pocas cosas que se sigue haciendo en comunidad en un mundo con una deriva completamente individualista. Que la sociedad siga todavía haciendo esto es casi como ir a misa, una liturgia profana, un asidero en los tiempos que corren, lugar también de entretenimiento pero, como dice el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, el último Premio Príncesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, tiene que ser un buen entretenimiento, algo que nos permita seguir dialogando.
–¿Su recuerdo más remoto entre butacas?
–Una matinal en el Principal de Zamora. Mi abuelo me llevó a ver 'El perro del hortelano', de Lope de Vega. Mi recuerdo es más bien sensorial, tan a gusto estaba que no quería abandonar la sala.
–Ha escrito obra dramática. ¿Qué temas laten en sus textos?
–Uf, creo que debería recurrir al psicoanálisis para contestar esta pregunta (risas). La injusticia política, la infancia, la línea fina que separa realidad de ficción...
–Una obra que le ha marcado.
–Algunas que me han dejado fuera de juego, como 'Las tres hermanas de Chejov', reescrita por la brasileña Christiane Jatahy; 'La veronal', de Marcos Morau... podría enumerar muchísimas.
«En Zamora generamos nuevos festivales, deslocalizamos el teatro llevándolo a espacios patrimoniales y hemos diseñado actividades transversales»
–¿Qué encontró en el Principal de Zamora y qué deja?
–Encontré una gestión laboriosa de muchos años, y lo que hemos hecho ha sido implementar una hibridación de públicos, decir que el teatro no es una cosa para ciertos estratos, sino que es la casa de todo el mundo. Hemos conseguido atraer a públicos que en principio no van a tener ningún interés en esto y los hemos metido en el teatro a través de nuevos ciclos, de fórmulas que no son canónicas. Hemos generado nuevos festivales, hemos deslocalizado el teatro llevándolo a espacios patrimoniales y diseñado actividades transversales.
–¿Cómo va a atraer a nuevos públicos al Calderón?
–No se puede transformar la programación nada más llegar, porque si no vas a perder al público que tienes, hay que hacerlo de manera paulatina. En Zamora hicimos un trabajo con ojeadores, de prueba y error, y salió bien. Citamos a quince jóvenes entre 15 y 30 años para que fuesen jurados de un festival y, de acuerdo a unos parámetros artísticos que les dábamos, iban juzgando lo que habían visto y debían votar qué pieza volvería al año siguiente. Eso nos da pistas sobre gustos y sirve para captar nuevos públicos. También hicimos una cosa interesante, el tercer tiempo, consistente en reunir al término de la función en un coloquio a creadores y público a conversar sobre la obra, creándose unas sinergias muy interesantes. También creamos lo que llamamos el gallinero principal dando formación transversal a gente joven relacionándolos con la programación y, a su vez, se atendía a personas en riesgo de disminución social vinculándolas con la escena. Un teatro público debe marcarse un leitmotiv que tiene que ver con que los activos económicos se conviertan en activos sociales.
–¿Qué va a mantener y qué va a cambiar en la programación de la temporada 2026-2027?
–Recojo un testigo con una programación excelente. En gestión todo son tentativas, no se puede hablar de una manera categórica cuando se llega a un espacio cultural. Buscaremos la internacionalización con apoyo a jóvenes creadores, estaremos atentos a flujos de nuevos públicos.
Gustos e impronta ideológica
–Su predecesor se marchó con la espina clavada de no haber dado más presencia a la zarzuela.
–El teatro lírico tiene que tener cabida en un espacio como este. La programación tiene que ser ecléctica, abrazar todos los géneros, estilos y públicos, incluso los minoritarios. Los micromercados dependen del teatro público porque uno privado no los va atender de la misma manera.La zarzuela en Castilla y León gusta muchísimo y vamos a intentar darle el espacio que se merece.
«Nunca he tenido ningún problema a la hora de programar, nunca ha habido injerencia ni nadie se ha metido en mi cometido. Me consta que también aquí va a ser así»
José María Esbec
–¿Qué le exige a una compañía y a un texto teatral?
–Yo lo único que tengo que hacer es cumplir dos funciones. Por un lado ser prescriptor artístico y, por otro, ser intermediario entre los contenidos y los públicos. No todo lo que programe me tiene que gustar, tengo que obedecer también a criterios que el público demande, y he de ser lo más objetivo posible dejando a un lado el gusto personal a la hora de programar. Está claro que tengo una manera de hacer teatro que seguramente me defina artísticamente, pero tengo que apearme de ahí y pensar dónde y para quién programo.
–Viene de trabajar en un teatro público de un Ayuntamiento gobernado por Izquierda Unida y llega a otro dependiente de una concejalía en manos de Vox. ¿En qué medida condiciona la impronta ideológica de la institución?
–Yo nunca he tenido ningún problema a la hora de programar, nunca ha habido injerencia en ese sentido ni nadie se ha metido en mi cometido. Me consta que también aquí va a ser así, y lo único que voy a hacer es marcarme el público como prioridad e intentar satisfacer los intereses de los vallisoletanos y las vallisoletanas. Creo que en la concejalía se tiene un conocimiento profundo sobre el aspecto cultural y teatral de la ciudad y eso es lo que va a primar por encima de todo.
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