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Los tres integrantes de la compañía Chapitô. Olmedo Clásico

La compañía portuguesa Chapitô satiriza al rey Lear en Olmedo Clásico

La agrupación continúa su saga de parodias tras previos tratamientos a Napoleón o Julio César

Samuel Regueira

Valladolid

Martes, 22 de julio 2025, 06:55

Martes de carcajadas en la XXIII edición de Olmedo Clásico. Esta noche, la portuguesa Companhia do Chapitô regresa al Festival Internacional de Teatro Clásico y ... lo hace siguiendo la estela de caricaturas y revisiones ironiquísimas que ya planteara en el pasado en torno a las figuras de Julio César o Napoleón. Esta vez, la diana de sus agudos dardos es una de las obras de William Shakespeare que mayor relevancia ha cogido a lo largo de los últimos años, 'El rey Lear' .

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«Nuestra aportación a este clásico tiene que ver con la forma con la que abordamos y adoptamos estas grandes obras, con el deseo de acercarlas a personas jóvenes o personas no muy eruditas», apunta Susana Nunes, de la compañía. Para la agrupación teatral del país vecino, la clave de su éxito radica en el teatro físico, el juego y, por supuesto, la comedia: «En nuestra filosofía resulta fundamental desmontar las convenciones y las formas con las que se hace la obra en particular y el teatro en general», destaca. «No parodiamos el texto, pero tampoco lo veneramos: el humor surge de lo ridículo de la condición humana, y el cuerpo es la primera vía para revelarlo».

Con pocos objetos y afinando al máximo la precisión, Chapitô mira a la tragedia a través de la carcajada: «A través de la risa podemos comprender la historia; quien no la haya visto, se va a enamorar de su fuerza, y quien la conozca, entenderá los motivos de lo que hacemos y la disfrutará con independencia a su parecer con respecto a Shakespeare».

A Nunes no se le escapa que los abordajes posdramáticos y autoirónicos, aunque no son nuevos, conectan con la generación más joven, habituada a la cuarta pared de los universos cinemáticos y a las parodias virales que se incorporan, a modo de guiño extranarrativo, en el canon de sus productos favoritos: «Aprueban más una ficción que se abre a otro mundo que una cerrada en sí misma, y disfrutan más cuando se empieza a jugar o a quebrar las convenciones», explica la artista. La complicidad se incrementa con la puesta en escena, basada en el reducido número de intérpretes sobre el escenario y la sencillez de objetos a disposición del devenir narrativo.

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Ser eternos

Porque Nunes tiene claro que, si una obra quiere ser eterna, debe ser permeable a este tipo de intervenciones transgresoras: «Para que estas obras perduren tienen que prestarse a la experimentación, y esto es parte de la creación artística también», defiende. «Es cierto que mucha gente tiene preferencias por adaptaciones que respeten todos los elementos, pero no creo que lo que hagamos sea irrespetuoso».

Sobre las tablas, tres actores interpretan, sin cambios de vestuario, registro ni voz, a todos los personajes. Carlos Pereira es Lear, pero también el pérfido y bastardo Edmundo; Nunes es la inocente Cordelia pero también la intrigante y manipuladora Regan, y Tiago Viegas asume el papel de la tercera hermana, Goneril, así como el noble Edgar o el duque de Kent: «Vamos a la esencia y a la simplificación de cada personaje, quitándoles tal vez cierta complejidad, pero quedándonos con sus trazos más absurdos, patéticos y humanos», aporta la actriz. Esta criba produce, inevitablemente, ese efecto cómico: «Buscamos qué pasa con los personajes, qué conflictos tienen, y les llevamos a un plano cotidiano de seres humanos, a pesar de que sean gente con mucho poder que vive situaciones límite».

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Preguntada por la vigencia de este drama de William Shakespeare en particular, Nunes considera que 'El rey Lear' «es una tragedia de estado pero también es un drama familiar, lo cual visto desde un punto de vista más microscópico resulta interesante, pues es una obra en la que tienen cabida el desmoronamiento de figuras de autoridad, los conflictos entre generaciones, los juegos de poder y promesas vacías... todo suena muy contemporáneo». Esta percepción se refuerza yendo a algunas de las conclusiones que se sacan de los acontecimientos que tienen lugar a lo largo de la historia: «El protagonista es un hombre que no quiere ceder el poder, y cuando lo hace, lo hace demasiado tarde y de manera incorrecta», juzga la integrante de Chapitô. «Además, exige amor medido en palabras y paga caro por ello; hoy también estamos en un mundo que aprecia la apariencia por encima de la sustancia.

Metateatro y más humor en el Centro de Artes Escénicas San Pedro

Laura Garmo y Nacho León, de la compañía Teatro A Bocajarro, interpretan también esta jornada de martes 'El arte de ser comediante' en el Centro de Artes Escénicas San Pedro. La obra dialoga con la propuesta portuguesa de la noche en la corrala Palacio del Caballero en lo que se refiere al humor y la complicidad con el público, en una receta de metateatro que se funde con el cierre de las conferencias de Olmedo Clásico «y rompe el status quo», en palabras de León.

«Comenzamos como una más de las charlas del festival y terminamos secuestrando al público, donde empiezan a pasar un montón de cosas hasta que el Siglo de Oro se apodera de los intérpretes y se considera que esas circunstancias son las más propicias para consagrarse allí y en ese momento como una gran compañía de teatro clásico», detalla el codirector y codramaturgo.

Tras trabajar esta propuesta en el Festival de Almagro o en la casa de Lope de Vega, la compañía asimila dicha travesura a su línea de trabajo habitual, en la que se trabajan obras de Quevedo, Lope de Vega o Tirso de Molina: «La clave ha sido encontrar un equilibrio, y la compañía se ha adaptado a este objetivo de sumar al teatro a un tipo de público que no suele tener este tipo de productos culturales como obras de consumo accesibles», justifica León, quien considera importante «no perder de vista al espectador».

Cuestionado a su vez sobre el éxito de las fórmulas metanarrativas, León coincide en que este tipo de enfoques «conectan con un público más actual y joven, acostumbrado a estos estímulos y a romper estas barreras», y lo considera heredero de una etapa del teatro «donde se estaba en una mayor crisis con respecto a ahora, que se encuentra en un mejor momento, y empezó a mirarse a sí mismo y a buscar nuevas maneras de conectar con las nuevas generaciones».

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