El sargento Francisco Basallo, en una foto del álbum familiar. y el militar burgalés Eduardo Pérez Ortiz.

Miseria y grandeza en Annual

Nuevas publicaciones sobre el desastre militar reivindican el papel heroico de algunos oficiales, como el burgalés Eduardo Pérez Ortiz

Domingo, 29 de agosto 2021, 08:58

El centenario del Desastre de Annual ha generado nuevas publicaciones que permitido recuperar la memoria sobre uno de los episodios bélicos más desgraciados de la ... historia de España, con más de 12.000 soldados muertos y 70 asentamientos desmantelados en los territorios entonces ocupados de Marruecos. Algunas como 'El prisionero de Annual', de Alfonso Basallo, ofrecen la memoria viva del desastre sufrido a pulmón desde dentro, a pie de cadáver y humillación, con olor a sangre y miedo, por los prisioneros supervivientes. Una historia de miseria, desaciertos y cobardía, pero también de heroísmo, en la que juega un papel crucial el militar burgalés Eduardo Pérez Ortiz.

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El protagonista de 'El prisionero de Annual' es Francisco Basallo, el abuelo del autor. La elección no se justifica sólo por motivos familiares o sentimentales, ni tampoco por el privilegio de una cercanía que permite acceder a un testimonio de primera mano. Lo cierto es que el sargento Basallo se convirtió en uno de los héroes más populares de la España de los años 20, citado incluso por Valle Inclán en 'Luces de Bohemia'. Hubo más héroes en Annual, pero la mayoría no logró sobrevivir. El sargento Basallo sí lo consiguió, y quizás por eso la revista Nuevo Mundo de febrero de 1923 le saca en su portada, con el aspecto demacrado de dos años de cautiverio, hambre y penalidades, y lo presenta como «La gran figura española del momento», resaltando el «ánimo indomable» y «voluntad de hierro» del superviviente de Annual.

Su heroísmo trascendió lo militar, pues se encargó de organizar el enterramiento de más de 600 fallecidos, y trabajó en la enfermería salvando vidas, pese a que todos sus conocimientos médicos los adquirió en la escuela de la vida, sobre el terreno forzado de la pura necesidad. Pesa también en su lado heroico su defensa de las mujeres frente al habitual el acoso sexual moro.

Alfonso Basallo escribe la historia de su abuelo en primera persona, aprovechando sus recuerdos, pero en torno al militar cordobés, finalmente asentado en Zaragoza, pivotan otras muchas figuras y personalidades. Por supuesto, las de los mandos militares: los que estuvieron a la altura del honor que debían a sus uniformes, y los muchos que prefirieron humillarse para salvar la vida, desentendiéndose del destino de sus hombres. Pero también las de otros muchos soldados y oficiales con los que 'El prisionero de Annual' compone un fresco vivo y sufriente de una derrota militar que toma cuerpo y sangre.

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Entre esos otros héroes, juega un papel destacado el teniente coronel burgalés Eduardo Pérez Ortiz, del Regimiento de Infantería de San Fernando. Tenía por entonces 55 años y una larga trayectoria militar, en la que destaca su participación en las guerras de Cuba y Puerto Rico. Llevaba en África desde 1912 y fue capturado por los rifeños en la batalla de Monte Arruit.

Por orden de su superior, el general Navarro, que decidió abandonar la base de Dar Drius para intentar llegar a Melilla, Pérez Ortiz condujo a 2.600 hombres a lo largo de kilómetros y kilómetros de territorio hostil, bajo el constante asedio de las tribus de la zona. Sólo 900 hombres llegaron con vida a Monte Arruit, donde luego fueron masacrados por los rifeños y no tuvieron ocasión de proseguir su periplo hacia territorio español.

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«Pérez Ortiz se vio obligado a sacar su resolver para hacerse obedecer ante los actos de cobardía que presenció. Aquello era un sálvese quien pueda, en el que los soldados se insubordinaban y los oficiales huían como conejos», narra Alfonso Basallo en 'El prisionero de Annual'. No es la primera vez que nos habla del pánico y el agotamiento de unas tropas desbordadas y desconcertadas. La falta de honorabilidad de muchos oficiales es un lugar común que recorre el libro, por eso el comportamiento de Pérez Ortiz destaca por su dignidad. El heroísmo de Pérez Ortiz fue esencial para que finalmente una parte de las tropas llegara a refugio, aunque sirviera de poco.

Como una burla del destino, las piezas de artillería que los españoles llevaban consigo en su huida cayeron en manos del enemigo y fueron utilizadas para destruir el destacamento de Monte Arruit. Unos cañones que finalmente fueron manejados por militares españoles que cedieron a la presión y dispararon contra sus propios compañeros de armas hasta aniquilarlos.

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A las miserias y traiciones propias hay que añadir, además, los engaños y traiciones de los moros. Todo el relato de 'El prisionero de Annual' está tejida de ellas. Empezando por el episodio de Dar Quebdani, la guarnición a la que pertenecía el sargento Basallo, que decidió rendirse bajo el acuerdo de que las vidas de los supervivientes serían respetadas. Lo que no ocurrió. Ni en Dar Quebdani, ni en otras muchas posiciones en las que se repitió la misma historia: los militares rendidos entregaban las armas a sus enemigos y, una vez desarmados, eran acribillados. Muchas muertes de Annual se produjeron así, sin posibilidad de aferrarse a la posible gloria de una muerte en combate.

El dramático problema del agua

Uno de los aciertos de 'El prisionero de Annual' es la capacidad del relato para hacernos partícipes de la importancia de asuntos aparentemente menores que, a la postre, no lo son tanto. Como las consecuencias de la pérdida de disciplina y de autoridad y la desazón de unos soldados que, tras la muerte de su oficial, no saben qué hacer, como animales heridos y sin rumbo. Pero también la trascendencia de asuntos tales como el agua.

España se había asentado en los territorios del Rif con una serie de destacamentos que en muchas ocasiones no tenían garantizado un fácil acceso al agua. Sin pozos interiores y obligados a salir fueron a hacer la aguada, era fácil para los asaltantes hostigarlos e impedir el suministro, estrangulando la posibilidad de supervivencia de los destacamentos. Mientras España contó con la complicidad de una parte de las tribus del Rif todo fue más sencillo, pero, cuando incluso los presuntos aliados se volvieron en contra, la soledad e indefensión de las tropas coloniales se puso de manifiesto. Y el exceso de ambición militar en la zona se tradujo en una gravísima derrota que tuvo consecuencias políticas y sociales en el país. Entre ellas, no la menor fue la instauración de la dictadura de Primo de Rivera.

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