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Rafa Vega recibe el diploma y la escultura de Palas Atenea, de manos de los responsables del Ateneo. José c. castillo

Rafa Vega: «El humor gráfico me da de comer y me da de vivir»

Sansón celebra que la excelencia cultural esté hoy en la calle y anima a participar de ella al ser reconocido por el Ateneo de Valladolid

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 22 de junio 2022, 21:28

Los techos altos del Círculo de Recreo empequeñecen a los humanos, la mirada de Palas Atenea, los taladra. Y la lluvia que rompió la parsimonia de la tarde, les hizo buscar refugio ante una amenaza que no se cumplió. Todo contribuyó a que Rafael Vega recibiera abrumado el título de 'excelente cultural' con el que cada temporada cierra el Ateneo de Valladolid el curso. Recibieron antes el Premio de Excelencia Cultural Jiménez Lozano, Marín Garzo o Antonio Baciero, entre otros. Queda pendiente la entrega del de 2021 a Lola Herrera, que aún no ha encontrado hueco en su agenda.

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Desgranó Celso Almuiña, presidente del Ateneo, las múltiples manifestaciones de Rafael Vega, conocido como Sansón en las viñetas de este diario, también editor, escritor, pintor, columnista y alguna otra que descubrió él mismo.

Diletante del trazo y de la palabra, Rafa hizo parada en el término «excelencia» y, como Emilio Pacheco al recibir el Cervantes, dudó de ser siquiera el mejor dibujante de su barrio. Consideró la grandilocuencia de su sonido alejada de su condición de «disperso, nunca me especialicé en nada y picoteé de aquí y de allá. Toqué todos los palos». Por otra parte, le parece «altiva» la palabra y cercana a las instituciones decimonónicas, como el Círculo de Recreo y el Ateneo, «las más antiguas de la ciudad» que preservaron la cultura «en estos salones, algo meritorio. Pero creo que el gran logro del siglo XX ha sido extender la cultura, que esté en la calle. Y recreo lo asociamos a patio de colegio. La cultura ha dejado de ser piramidal para estar en los barrios, en Teatro Corsario que cumple 40 años, en César Sanz cuya editorial Difácil ha llegado a los 25, en Arturo Dueñas que ha reabierto un cine cuando todos cierran». También en la gente anónima que «coge un libro en una biblioteca o una película en blanco y negro».

De chelista a papa

Y en los que le ayudaron a ser quien es. El taller de Benito Monleón, «donde aprendí de aguafuertes, grafitos y grabados», las tertulias con Enrique Gavilán o la música en el colegio San José. «Un día como este, al final del curso, el profesor Luis Cantalapiedra, me llamó para decirme que tenía una cosa para mí. Y allá fui y me dio un violonchelo para que tocara en su orquesta. Y toqué durante unos años. Nos decía que teníamos que digitar y practicar, si no lo hacíamos bien antes de los 20, no podríamos continuar. Yo decidí que sería chelista y mi amigo, papa. ¿Por qué?, le pregunté. Porque así tendré más tiempo, dijo él. Yo también quiero ser papa ahora», bromeó. Aunque viva feliz con el oficio del «humor gráfico, que me da de comer y de vivir».

«Los humoristas somos bufones, deformes mentalmente. Queremos hacer gracia con otra mirada a la realidad y a veces sois vosotros quienes ven más cosas que nosotros. Me alegra que consideren el humor como parte de la cultura y que me reconozcan, que me vean mejor de lo que soy. Prometo usarlo como estímulo para mejorar, soy un aprendiz».

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