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En los valles de Babia, Luna y Laciana se libran batallas personales y colectivas, entre humanos y contra el lobo y el oso en un paisaje amenazado ahora por la instalación de aerogeneradores. Una pastora licenciada en Filosofía y Letras, un biólogo de Madrid que ... llega a la aldea para hacer seguimientos del oso pardo, un cacique rural, vecinos que asisten sin relevo generacional a la desaparición de ritos ancestrales, mujeres resilientes en un hábitat agreste y duro... Con esos ingredientes Marta del Riego Anta (La Bañeza)ha escrito 'Cordillera' (AdN), una intriga ambientada en la montaña leonesa cuya escritura le ha llevado cuatro años.
«La novela nació durante la pandemia», expone la autora. «Anes de que nos confinaran en Madrid me fui a La Bañeza con mi hijo y pasé seis meses teletrabajando. Disponíamos de tanto tiempo que un día hojeando álbumes familiares me detuve en una en la que yo aparecía abrazada a una corderín y, delante de la majada de ovejas, mi padre. Ahí comencé a pensar en contar la vida de un pastor pero desde el punto de vista de una mujer. Porque las mujeres del mundo rural han estado mal tratadas e infravaloradas en la literatura; en las tramas literarias siempre son sufridoras, madres, casi nunca relevantes, así que quise contar ese mundo desde los ojos de una pastora de hoy».
A esa idea se le sumó un incentivo, el gusto por remover en su imaginación parajes naturales transitados en la infancia, el roce de antaño con pastores trashumantes y los mastines al cuidado de ovejas... «Todo eso se fue amalgamando y nació como un 'thriller' ahondando en el conflicto que se vive en la cordillera Cantábrica entre ganaderos y conservacionistas a cuenta del oso y el lobo, en un lugar donde todo el mundo tiene a mano un hacha o una escopeta».
Marta del Riego
El relato está contado desde la voz de Nadia, la pastora; Darío, el biólogo; y una osa a la que hacen seguimiento cuando sale de la cueva. «El oso pardo estuvo a punto de extinguirse, es tímido, en sus genes sabe que la relación con el ser humano acaba mal y no suelen acercarse, pero la especie se está recuperando y se adentra en pueblos donde hay alimento y cada vez menos vecinos, con lo cual el conflicto vuelve a surgir. Aunque no es tan virulento como el del lobo, por eso quería que la trama incluyera el punto de vista de ganaderos y conservacionistas».
La solución al malditismo que persigue al cánido pasa, en opinión de Marta del Riego, por hacer pedagogía. «Si estás en un entorno en el que hay vida silvestre, tienes que tomar unas medidas de protección, igual que si vives en Madrid no dejas abierta la puerta de tu casa. Hay que tener sentido común y entender que existan esas especies en España cuando estamos rodeados de países como Francia, Alemania o Inglaterra que han exterminado la vida silvestre, es un milagro maravilloso».
Sobre la trama planea la despoblación y con ella la extinción de la cultura, la memoria y el folclore del mundo rural. Un asunto cotidiano en la agenda informativa trasladado a la narración como preocupación vital de la escritora. «Veo que el tema está en todos los sitios, pero no veo medidas reales y efectivas; con el teletrabajo había una oportunidad para que la gente volviera a los pueblos. Madrid ahora mismo es una ciudad invivible por los precios de la vivienda, pero la gente sigue yendo por falta de perspectiva laboral en sus lugares de origen», dice quien divide sus días entre la capital de España, La Bañeza y una aldea asturiana.
La naturaleza, la aldea como refugio vital y el paso de las estaciones enmarcan un relato que se adentra también en asuntos como la maternidad, el arraigo o el retorno a los orígenes tras experiencias frustrantes en la ciudad. Temas también tocados en su novela anterior, 'Pájaro del noroeste'. «Yo vengo del campo de Castilla y León, donde la obsesión de los agricultores sigue siendo enviar a sus hijos a la Universidad, sobre todo mujeres».
Se aproxima también la existencia de personajes extremos que huyen del mundo encontrando acomodo en entornos más solitarios aunque no por ello con menos posibilidades de socialización. «En las ciudades la gente cada vez está más sola, falta esa sensación de comunidad, de saber que si te pasa algo en mitad de la calle te conocen, o que puedes hablar con el vecino y pedirle algo... hay una deshumanización creciente, por eso hay quien prefiere la soledad del campo a estar en un sitio lleno de gente. Si te gusta la naturaleza, nunca estás solo, es muy entretenida, hay que saber mirarla y escuchar».
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