Crónica negra de Valladolid
El profesor que mató a tiros a su mujer y a su hijo en Laguna de DueroEl autor confeso del crimen, Nemesio Pisonero, les disparó con una carabina en el domicilio familiar y fue condenado a 26 años de prisión por delitos de homicidio y asesinato
La tragedia tuvo lugar poco antes de las dos de la madrugada del 25 de marzo de 1998. El matrimonio formado por Nemesio Pisonero, de ... 52 años, y Teresa Trapote, de 43, que llevaba tres meses sin dirigirse la palabra, volvió a mantener una de las, al parecer, habituales discusiones sobre la educación de sus dos hijos.
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Los tres meses de residencia conjunta, pero de convivencia nula, estallaron con una acalorada discusión en el dormitorio conyugal del chalé familiar, situado en el número 6 de la avenida Espadaña, en la urbanización Prado Boyal de Laguna de Duero. Los gritos alertaron al hijo mayor, Óscar, de 24 años, que estaba en su habitación del piso superior y que bajó para ver qué ocurría. El padre le ordenó que regresara a su cuarto. Acto seguido, Nemesio fue al sótano, donde tenía guardadas tres armas, era cazador y miembro de la Federación de Tiro, y cogió una carabina de calibre 22. Regresó a la cocina y disparó a su mujer.
Teresa recibió un único impacto de bala, con orificio de entrada por el ojo derecho, y murió en el acto. El lugar y la dirección del proyectil confirmaron que mantuvo un forcejeo con su marido para intentar quitarle el arma. Fue entonces cuando Óscar volvió a bajar y su padre le descerrajó tres tiros que le alcanzaron en el tórax, uno de ellos mortal en el corazón. El joven cayó abatido junto a las escaleras y falleció minutos después. Estos disparos se efectuaron a quemarropa, el más lejano a tan solo quince centímetros.
«He sido yo»
El otro hijo, Roberto, de 20 años, que estaba en la cama, bajó alarmado y consiguió arrebatar la carabina a su padre. «Vete a avisar a la Guardia Civil», le dijo el progenitor y recorrió en pijama los casi dos kilómetros que separaban el chalé del cuartel de Laguna. Los agentes se personaron en la vivienda, en cuya puerta les esperaba Nemesio fumando un cigarro. «He sido yo», dijo a los guardias, que le detuvieron sin que opusiera resistencia.
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Los vecinos aseguraban a El Norte que nada perturbó su descanso nocturno y que se enteraron a la mañana siguiente por los periodistas. Los que conocían «de vista» a la pareja coincidían en que «parecían una familia normal». Los disparos y la intervención de la Guardia Civil pasaron desapercibidos. «No sé ni he oído nada», se excusaba la vecina del número 8. El propietario del número 2, que se había mudado hacía dos semanas, no daba crédito: «El otro día me vino a preguntar si era nuevo y parecía muy educado».
El matrimonio vivía en Laguna desde julio de 1996, cuando se trasladaron desde Valladolid. Nemesio Antonio Pisonero Domínguez era profesor de matemáticas y jefe de estudios en el Instituto Diego de Praves de Valladolid, condición de funcionario que perdió en 2003. Por su parte, Teresa de Jesús Trapote Gato trabajaba en el Instituto Río Duero de Tudela.
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Ambos hijos eran alumnos de la Escuela Técnica Industrial de Valladolid. Además de la educación de los hijos, Teresa también le reprochaba su insuficiente colaboración en las tareas domésticas. Después de la tragedia, el joven Roberto se fue a vivir con su abuela materna.
Malos tratos
Durante el juicio, celebrado en febrero del 2000, el hermano de la fallecida, Mariano Trapote, declaró que había antecedentes de violencia en la pareja y recordó que acompañó a Teresa a presentar una denuncia por malos tratos contra su esposo el 25 de junio de 1995, que tuvo que retirar obligada por su marido. Episodio que Roberto, el hijo menor, también mencionó en sede judicial: «Hace cinco años vi a mi madre con moratones en el cuello después de una discusión con mi padre».
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Sobre la una de la madrugada de aquel día, Nemesio subió al dormitorio conyugal y le dijo a su esposa que tenían que reunirse con sus hijos para analizar la convivencia familiar, que reconocía «no era muy buena». «Me contestó: '¡Allá tú!'. Me pareció como que se despreocupaba», narró en sede judicial.
Así que Pisonero fue al sótano y cogió una carabina «para convencerla». Sin embargo, no supo responder a la pregunta de la fiscal sobre por qué rellenó con once cartuchos el arma si ese era su afán «sin hacer daño a nadie», como sostuvo. «Teresa se abalanzó sobre mí, dos tiros impactaron en la pared y otro le alcanzó», explicó. Óscar, hijo mayor, volvió gritando: «¡La has matado!». Luego, según Nemesio, hubo otro forcejeo que provocó otros tres tiros y la muerte del joven.
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Más amenazas
Dos meses antes del doble crimen, el 2 de enero de 1998, sus hijos ya tuvieron que desarmarle tras otra discusión con ellos. «Me dijeron que me marchara de mi casa y que me separara de mi mujer. Yo no estaba dispuesto a que los niños hicieran lo que quisieran», justificó Pisonero.
«Decía que no estudiábamos, que mi madre no le apoyaba. Siempre se creía en posesión de la razón y pretendía imponerla con las armas en la mano», agregó insinuando el carácter casi autoritario de su padre, que incluso llegó a echar de casa a sus hijos. «Alguna vez, cuando vivíamos en Valladolid, tuvimos que dormir en el rellano», aseguró Roberto, que también dijo haber temido a su progenitor. Unos episodios confirmados por la suegra: «Mi hija lo tapaba, porque siempre le perdonaba todo, pero yo sabía lo que ocurría».
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Sobre el día de la tragedia, recordó que tras una discusión familiar «a la hora de la cena», que acabó sin problemas, hacia las 1:45 horas, oyó una nueva trifulca. «Mi padre dijo: 'Al suelo, al suelo'. Salí de la habitación y escuché disparos, no sé si uno o varios. Me metí por el salón para coger a mi padre por detrás y desarmarle, por eso no vi si forcejeó o no con mi madre y mi hermano», relató. «Mi padre gritaba: 'Mirad lo que me habéis hecho hacer'. Me pareció increíble que encima nos culpara», testificó.
Los peritos psiquiatras discreparon sobre el estado mental de Nemesio en el momento de los hechos. Unos aseguraron que no padecía alteración psiquiátrica alguna: «Sabe lo que hace y es una persona dentro de la normalidad convencional». Pero admitieron rasgos narcisistas. Otros, los propuestos por la defensa, sostenían que sufría un trastorno de la personalidad por sus vivencias de humillación, soledad y pérdida de poder en su entorno familiar, que para él eran «como un infierno» y disminuían el control de su voluntad.
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El jurado popular consideró a Pisonero culpable de un homicidio intencional sobre su esposa y de un asesinato alevoso sobre su hijo. Para el tribunal, su mujer no estaba indefensa pero su vástago sí. En ambos crímenes, el padre actuó abusando de la confianza que tenía con las víctimas y con la intención de causarles la muerte.
Tras el veredicto, el magistrado le impuso una condena de 32 años de prisión, 14 por el homicidio y 18 por el asesinato (ambas con la agravante de parentesco), e indemnizaciones de 28 millones de pesetas para su otro hijo y siete a su suegra. Tras un recurso de su defensa, en 2001 el Tribunal Supremo la redujo a 26 años. Sin embargo, se extinguió en 2018 al fijarse en 20 años el tiempo máximo de prisión por imperativo legal.
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Pensión de viudedad
Durante trece años, Nemesio cobró la pensión de viudedad correspondiente a la mutua de clases pasivas de la víctima, que ascendía a más de 800 euros al mes. El culpable solicitó esta retribución antes de que hubiera sentencia firme y además su notificación se produjo en 2001, mucho antes de que entrara en vigor la Ley de Violencia de Género, aprobada en diciembre de 2004 y que establece la prohibición de que hombres condenados por este delito cobren la pensión de viudedad de sus víctimas.
Desde marzo de 2011, a esa cifra añadió su pensión y alcanzó un montante de 2.400 euros al mes. En diciembre de ese año, la familia de Teresa pidió que dejara de cobrar la pensión de viudedad. Dos meses más tarde, Hacienda le retiró dicha retribución. Además, tuvo que devolver las cantidades cobradas, pero solamente las de los últimos cuatro años por cuestiones de prescripción de los ejercicios anteriores.
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