Chus Landáburu posa para la entrevista ante un espejo. RODRIGO JIMÉNEZ

Chus Landáburu: «Solo con educación y formación se rompe el círculo de la pobreza»

Exfutbolista del Valladolid, Rayo, Barça y Atlético de Madrid, preside Red Íncola y advierte de que «el componente del miedo del covid a unos nos ha hecho salir, pero a otros encerrarse más»

J. I. Foces

Valladolid

Sábado, 21 de mayo 2022, 00:09

He aquí una persona rica en valores solidarios. Chus Landáburu (Guardo, Palencia, 67 años). Exfutbolista del Real Valladolid, Rayo Vallecano, FC Barcelona y Atlético de ... Madrid y actual presidente de la Fundación Red Íncola en Valladolid, conjunto de entidades que ayuda a personas, especialmente migrantes, en situación vulnerable. Sabe lo que es poner en pie a miles de personas para aplaudirle por una genialidad con el balón pero, a la vez, canalizar toda la adrenalina que eso provoca y transformarla, vía inteligencia, en aplomo para ser consciente de que la fama es efímera y que la vida sigue. En eso fue todo un ejemplo de jugador cerebral. Cuando a los 33 años se retiró de los terrenos de juego, centró su actividad en el sector de la Informática, porque estudió la carrera a la vez que jugaba. Fuera del horario laboral se volcó en ayudar a los más vulnerables. Hoy, desde una impresionante humildad como postura de vida, sigue siendo ejemplo.

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–Ser un centrocampista muy cerebral, ¿a qué le obligaba?

–A jugar siempre con la cabeza levantada, a tener una visión muy amplia del campo, a tener un dominio del campo y del juego superior al que puede tener un futbolista más especializado en la banda o en otras zonas del campo. Y luego, sobre todo, a dosificar los esfuerzos. Empecé a jugar en el Valladolid a los 17 años y mi condición física no tenía nada que ver con la de mis rivales o mis compañeros. Tenía que saber controlarme.

–¿Le ayudó eso también para la vida fuera y después del fútbol?

–El fútbol ha sido determinante en mi carácter y mi forma de ser. Pasé del colegio interno, cuando no había conocido más mundo que Guardo, mi pueblo, y el internado del Colegio San José de Valladolid, al vestuario de un equipo de fútbol, con 17 años. Estuve hasta los 33. Eso te imprime una forma de ser y de estar.

Chus Landáburu. R. JIMÉNEZ

–En sus tiempos no se estilaba eso de jugar profesionalmente y a la vez estudiar una carrera. Y usted lo hacía. ¡Sabía que había vida fuera del fútbol!

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–En aquellos tiempos, si ahora el fútbol es un tanto... No sé como decirlo... No tienes el control, digamos; dependes mucho de la suerte, de muchos factores. Pero hace unos años era muy distinto. Primero, porque los avances de la Medicina no eran lo que son ahora y entonces una lesión de menisco podía suponer el final de tu carrera deportiva.

–En eso estaba protegido por algo o alguien. No se recuerda que pasara ni por la enfermería.

–Un ángel de la guarda, digamos. Sí, no tuve ni un tirón muscular. Ojo, tampoco sabía que iba a ser así y ni mucho menos se ganaban las cantidades que se ganan ahora. Lo normal, después de jugar al fútbol, era trabajar. En ese sentido tuve mucha suerte porque mis amigos y mis padres tenían muy claro que debía compaginar el fútbol y los estudios.

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–¿Por que intuía que no tendría vida dentro o porque no quería tenerla? Muchos se hacen entrenadores después de jugar.

–A mí me gustaba jugar, pero entrenar un equipo no me apetecía. Cuando fiché por el Valladolid la única condición que pusieron mis padres fue que no me planteasen pegas para estudiar. Y esa cláusula figuró en mi primer contrato.

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–Pero nada de las estratosféricas fichas de ahora...

–No tenía nada que ver lo de entonces. Yo me retiré justo antes de que empezase esta revolución, por así llamarla. Pillé una revolución que fue muy importante, pero que no me afectó, la de que a los futbolistas se les considerase trabajadores por cuenta ajena, porque cuando yo empecé a jugar no éramos ni eso...

El presidente de Red Íncola, tras la entrevista. RODRIGO JIMÉNEZ

–...¿De verdad?

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–¡No teníamos ni Seguridad Social! Y había una cosa que se llamaba la cláusula de retención que permitía a los clubs, una vez que acababa tu contrato, renovarte unilateralmente. No te podías marchar a ningún equipo mientras ellos no te traspasaran. No te podías ir. Eso se eliminó. Pero ya me afectó poco. Eso sí, el gran salto fue la entrada de las televisiones...

–¡Y empezó el diluvio de millones sobre el fútbol!

–Comenzaron a televisarse todos los partidos, empezó a hablarse de los derechos de televisión... ¡Fue una inyección de dinero muy fuerte para el fútbol!

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–Cuando uno se ve en los cromos de fútbol de los niños, y usted los tuvo, ¿piensa que ya ha logrado dejar huella en la vida?

–En cierta forma, sí. Es una cosa que me dice mucha gente cuando me conoce: «Anda, si yo te tenía en los cromos».

–Yo le tenía en los cromos.

–Y yo tuve a gente con la que luego tuve la suerte de jugar en contra o de ser compañeros.

–¿Lo de los cromos a los futbolistas es como al resto de mortales lo de escribir un libro, subir en globo o plantar un árbol?

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–Sí, sí, algo parecido.

–Sacó la carrera de Ciencias Físicas y un máster en Esade en Dirección de Empresas.

–Era consciente de que tenía que estar bien formado y mejor preparado para el día después.

–Y lo consiguió.

–Sí, creo que sí. En julio me despidió Jesús Gil y en septiembre empecé a trabajar, primero en Esade, en Madrid, y luego en una empresa de consultaría y formación en la que estuve hasta el final de mi carrera laboral.

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Chus Landáburu. R. JIMÉNEZ

–¿Qué ha hecho mal la sociedad para que los ídolos infantiles de hoy sean unos jugadores que lo único que tienen es dinero?

–El fútbol se ha profesionalizado excesivamente y se ha metido en una carrera, en una huida hacia adelante. Se han disparado los ingresos de los equipos de fútbol, de los jugadores, los derechos de televisión, la publicidad... y ha llegado un momento en que se ha perdido prácticamente el norte y vale todo: vale llevar una Supercopa de España a Arabia Saudí si eso es rentable económicamente, vale hacer cualquier cosa.

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–¿Hasta dónde le ha marcado la formación con los jesuítas

–Eso es algo que te constituye como persona. Formarte en los valores que transmite el Evangelio es una forma de vida, de ser.

«El voluntariado te enseña que se puede ser muy útil al aceptar y apoyarnos en los otros»

CHUS LANDÁBURU

Presidente de Red Íncola Valladolid

–¿De ahí le viene la vocación del voluntariado en Entreculturas y en Red Íncola?

–Está muy relacionado. Vivir en ese entorno te obliga a estar atento a la realidad y a estar pendiente de ella. Y si estás en el lugar adecuado, te surge la oportunidad del voluntariado como me sucedió a mí. En Entreculturas un buen día surgió la necesidad de hacer una sustitución para un voluntario y me fui metiendo ahí. Y luego en Red Íncola necesitaban una persona que preparase los termos para los chicos que salen por la noche para atender a la gente que no tiene hogar y están en la calle y yo empecé a prepararlos; me fui implicando ahí...

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–¿Es su manera de sentirse útil?

–Una de ellas.

–Viniendo de ese mundo tan especial del fútbol, de tanta desmesura, admitirá que sorprenda...

–Forma parte de las cosas que se pueden aprender también en ese mundo. Yo valoraba, como el resto de jugadores, y era consciente del trabajo que realizaban los utilleros, los masajistas, la gente que no sale luego en las fotos, pero que para que un equipo funcione son muy importantes y crean buen ambiente.

Chus Landáburu, durante la sesión de fotos para la entrevista R. JIMÉNEZ

–Se entra en el mundo del voluntariado... ¿y qué se aprende?

–Que se puede ser útil. Es una relación de intercambio: esta gente que sale con los termos por las noches... Lo importante no es el café o las galletas sino el acompañar a una persona, que ella también te acompaña a tí. Te cuenta sus problemas, claro; le echas una mano si puedes, claro, pero también ellas te pueden ayudar a tí.

–¿Cómo?

–Entre nuestros voluntarios tenemos a personas que antes han sido beneficiarias de nuestros programas. Y eso es muy de agradecer. Hace un par de años me nombraron representante de los Jesuítas en el patronato y, después, me eligieron presidente de Red Íncola en Valladolid. Sigo haciendo lo de los termos y, a la vez, tengo más tareas. Me fui involucrando en temas de gestión.

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–Le habrán llamado utópico más de una vez, ¿no?

–Todo el Evangelio es una utopía. Fíjese en las bienaventuranzas, por ejemplo, lo que son, qué modelo de vida, pero Entreculturas es una ONG que me enganchó mucho desde el principio porque en cierta forma yo viví la diferencia que hay entre recibir una buena educación y no recibirla. Yo vivía en Guardo y cuando tuve 9 años en Guardo no había posibilidades de estudiar. Lo normal era ir a la escuela...

–...¿Y luego la mina?

–A los 14 años tocaba empezar a trabajar de aprendiz en la mina, o en Explosivos Rio Tinto. Vamos, buscarse la vida sin más posibilidades. La única era salir a un internado y eso no se lo podía permitir casi nadie en los pueblos. Estoy convencido de que el círculo de la pobreza y la marginación se rompe a base de formación, de educación, dando posibilidades a la gente.

El presidente de Red Íncola Valladolid. R. JIMÉNEZ

–¿Eso desmonta las utopías?

–¡Claro!

–¿Conoce casos en los que haya ayudado a salir de la pobreza a alguien?

–Entreculturas forma parte de una red que se llama Fe y Alegría. Este nodo en España y Europa lo que hace, simplificando, es captar fondos para financiar proyectos que a las Fe y Alegría de, sobre todo, América Latina les permita desarrollar proyectos de educación. Fe y Alegría tiene una red potentísima de colegios en muchos países de Sudamérica y ahora está empezando también en África. Ahí se ven los frutos, no solo en la educación formal de los niños, sino también en los mayores con programas de alfabetización.

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–¿Hay más o menos solidaridad ahora que hace dos años?

–Sí que es verdad que ahora con el caso de Ucrania se ha incrementado el número de personas que se ofrecen como voluntarios y han hecho donativos, pero en general la pandemia tiene un componente distinto, que es el del miedo, cómo la incertidumbre, el miedo y la inseguridad nos han afectado y nos han hecho a unos salir, pero a otros encerrarse más.

–¿Qué no hemos aprendido después de tanta crisis, pandemia incluida?

–Nos cuesta mucho entender la importancia de la relación con los otros, aceptar a los otros, apoyarnos en los otros. Tenemos muy enraizado el individualismo y esa parte de la relación y de cuidar y dejarse cuidar por los otros está menos arraigada, la tenemos menos asimilada.

–¿Es tarde para que esos valores solidarios calen en la juventud?

–No, no. Yo creo que, además es relativamente más fácil que cale en los jóvenes, en la gente menos maleada, que en otros grupos de edad. Y se está haciendo.

Chus Landáburu. R. JiMÉNEZ

–Desde Red Íncola, ¿qué experiencia saca de los jóvenes?

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–El programa de café solidario es de universitarios, por tanto, gente joven. El problema que hay con el voluntariado y la gente joven es que están estudiando y eso condiciona mucho la disponibilidad para dedicarle unas horas a estas cosas. Pero aún así no perdemos ocasión de animarlos y, de hecho, hay un programa de jóvenes y ocio en el que pueden colaborar y participar. También procuramos que haya actividades específicas para que los jóvenes trabajen como voluntarios: campamentos de verano y en Semana Santa, en los que los monitores son universitarios jóvenes.

–Los progresos tecnológicos han hecho que mucha gente haya internetizado su vida. ¿Ha empeorado el ser humano?

–La tecnología está ahí y se va a implantar aún más, pero no creo que el ser humano vaya a retroceder mientras pueda. Como todo, tiene sus pros y sus contras. Depende del uso que la dés.

–¿Corren los niños hoy el riesgo de cambiar amigos reales por amigos virtuales?

–Sí, eso es así. Pero es como todas las cosas: hay que controlarlo y vigilarlo y ser conscientes de que es una herramienta muy útil pero que puede ser peligrosa y dañina. Pero, por otro lado, como casi todo, a medida que aumenta la libertad, y esto te permite mucha libertad, el problema es que eso no vaya relacionado con la responsabilidad. Pasa con las redes sociales, por ejemplo, que permiten la libertad de expresión a lo bestia, pero si uno no es responsable, eso se convierte en una cosa un tanto peligrosa y puede resultar dañina.

–Con lo sano que es de niño dar patadas a un balón, que ahora los pequeños jueguen al fútbol con la 'play' en una pantalla...

–¡Con la de zapatos que rompí dando patadas a un balón! Es triste que se pierdan esos juegos y ese tipo de diversión, pero es así... Hace unos días estaba en la puerta de la Iglesia de Guardo y había cinco chavales en un banco sentados, cada uno con un móvil chateando... ¡Y a lo mejor lo estaban haciendo entre ellos! Es una manera sorprendente de relacionarse.

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–¿De qué momento de su vida está más orgulloso?

–No lo sabría decir... Pero sí tengo claro que lo mejor que tengo es la familia, la familia en la que viví y la familia que he formado con Chusa, mi mujer.

–¿Se ha parado ya a pensar qué quiere ser de mayor?

–Buena persona.

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