Castilla y León pierde cinco explotaciones lecheras al mes: «Ya no es rentable»
Pese a esta situación, provocada por el vaivén de precios y la subida de costes, también se encuentran casos como el de Soraya Rosón, que dejó su oficio de peluquera para incorporarse a la explotación familiar
Silvia G. Rojo
Domingo, 30 de julio 2023, 19:47
Los datos admiten pocas interpretaciones. En el último año han cerrado un total de 69 explotaciones de vacuno de leche en la región, una media ... de más de cinco al mes. Los primeros cinco meses del año (últimos datos oficiales) van por los mismos derroteros y son 21 los ganaderos que han dicho 'hasta aquí', situándose el número de granjas en 753 el pasado mayo. El panorama nacional no es mucho más alentador: mientras que en junio de 2022 se contabilizaban 11.047 explotaciones, la cifra actual se queda en 10.400.
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Los factores que influyen a la hora de cerrar también son varios aunque, sin duda, parecen determinantes el coste de la alimentación y la continua amenaza de bajada de precios.
Gabriel Manrique es una de esas personas que ha conocido «toda la vida» vacas en su casa. Si se suma su trayectoria y la de sus padres, son más de sesenta años con una explotación de leche en la familia. Eso sí, hasta el pasado mes de enero, cuando se plantó y, a sus 57 años, optó por dar cerrojazo a esta parte de su negocio.
«No era rentable y por eso tomé la decisión de abandonar», explica con total claridad este vecino de la localidad burgalesa de Pedrosa del Príncipe. «El precio de la leche, los piensos, los gastos veterinarios, todo va pesando», justifica. «Yo también tengo derecho a vivir un poco, a no ser un esclavo sin un día libre y sin rentabilidad, por lo que al final hay que decidir: o lo uno o lo otro».
Reconoce que la decisión «me ha costado» y se produjo «después de varios años dándole vueltas, pero en los tres últimos la cosa iba cada vez peor, los piensos nos estaban asfixiando». Y aunque su empresa también tiene una parte agrícola, «hay que valorarlo al precio del mercado, esto vale tanto dinero y económicamente no es viable».
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En un trabajo en el que no se descansa ni un solo día al año, «además te encuentras con el problema de que nadie quiere venir a trabajar, da igual lo que pagues». En su pueblo ha cerrado otra explotación y otros dos hermanos han abandonado la actividad en el municipio de al lado. Gabriel tenía 130 animales y con todo pagado había llegado el momento de plantearse hacer una granja nueva, «pero con esta situación y en mi caso, sin relevo generacional, no merecía la pena».
Confiesa que su profesión de ganadero «me ha gustado, lo he vivido siempre, aunque hay veces que lo maldices porque ni el día del entierro de tu padre libras y encima mal pagados». Su percepción es que las industrias «aprietan y no se entiende el motivo, si no hay vacas no van a tener leche, ya que el día que no la haya aquí van a tener que pagar el precio que les pidan a los de fuera».
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Gabriel da todas estas explicaciones momentos antes de ponerse a segar cebada, ya que mantiene junto con su hermano la parte agrícola del negocio. El momento también es complicado, porque «la sequía ha hecho daño y no nos lo quieren reconocer, me estoy encontrando con cebadas de 2.000 kilos cuando aquí son de 4.000, casi ni cubrimos costes».
Poco común
Con los datos a la vista, y el número de explotaciones en caída continua, es menos habitual encontrarse con casos como el de Soraya Rosón, que hace dos años decidió incorporarse a la explotación familiar en la localidad zamorana de El Piñero.
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«Mi hermano ya trabajaba aquí y yo lo hacía como peluquera en Salamanca, pero después de la covid el negocio no iba como tenía que ir. Fui madre y tampoco tenía cerca a mi familia así que decidí volverme al pueblo porque una ayuda siempre es buena, son unos pilares importantes».
En la actualidad, es una de las administradoras de la sociedad familiar, que cuenta con una granja de vacuno de leche de 650 animales. Y está previsto que otra hermana, que sigue estudiando, sea la próxima incorporación.
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«A mí me ves hacer de todo, desde el ordeño a echar la comida, ver los celos o hacer pedidos, lo que es todo el manejo y lo que haga falta, porque soy dueña pero como un peón más», comenta. Ahora mismo están en pleno cambio, pues han construido una nueva sala de ordeño. «La otra tenía 17 años y solo la máquina es una pasada lo que cuesta, más la infraestructura«.
A pesar de haber probado en otro sector, el mundo ganadero no se le hacía ajeno porque «en casa ha habido ganado toda la vida y siempre he ayudado a lo que me mandasen».
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Sus días son «muy intensos» y aunque confiesa que «en algún momento he echado de menos la peluquería», el trabajo con las vacas «es muy bonito, se aprende mucho, pero es muy duro, más físico, por lo que el desgaste es mayor. Sobre todo, te tiene que gustar porque trabajas mucho y las horas no están pagadas, no te da un sueldo como debería».
Dice que el precio de la leche «es bajo para los gastos que tenemos, es muy común oír esto, todo el mundo se queja, pero es cierto. Las cosas están complicadas y yo no digo que nos den ayudas, porque con eso no vas a ningún sitio, pero sí que se debe equilibrar el precio de la leche con los gastos, sobre todo de alimentación».
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En un año en el que la paja está «imposible de encontrar», sin olvidar que en lonjas como la de Salamanca ya cotiza a 138 euros la tonelada, o el precio de los forrajes está «disparado», con la alfalfa a 400 euros la tonelada, «la descompensación es bastante importante, la situación es un poco triste», lamenta.
El caso de El Piñero también es un tanto particular. Destaca Soraya Rosón que «se han abierto nuevas granjas en las que hay mujeres», en concreto de porcino. «Gracias a que yo me quedé y a las chicas que abrieron la integradora, sumamos tres niños que dieron para abrir el colegio», por lo que tampoco olvida esa parte social y de fijación de población de la ganadería.
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El momento actual
En lo que va de año, el precio de la leche no ha dejado de bajar. En enero, el precio de referencia, según los datos FEGA (Fondo Español de Garantía Agraria) era de 0,614 euros el litro y en mayo ya se situaba en Castilla y León a 0,556, frente a los 0,543 de media nacional.
Jorge Hernández, responsable de vacuno de leche de COAG, señala que la situación actual es «extraña» y la realidad que se plantea para aquellos que van a negociar es la de «contratos a la baja», a pesar de que no todas las industrias aplican el mismo descenso.
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Califica el momento de incomprensible. «Cada industria está jugando a asegurar su abastecimiento», señala. Ya se conocen propuestas de 0,51 euros por litro. «Hay industrias que algo más, los contratos ya no se hacen a largo plazo, el sector está inestable y ni las industrias ni los ganaderos se atreven a hacer contratos largos».
La producción se va manteniendo y deja repuntes de entre el 1% y el 2%, «pero julio no va a ser bueno, arrastramos el calor y la mayoría secan muchas vacas». En su opinión, lo de mandar vacas al matadero «es algo que ya se estabilizó, no hay más sacrificio del normal».
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El coste de producir
Hay que recordar que el coste de producir un litro de leche en Castilla y León, al menos hasta abril de este mismo año, era de 0,58 euros, tal y como se expone en el estudio elaborado por científicos de la Universidad de Valladolid a petición de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural. En concreto, el coste de producción es de 580,6 euros por 1.000 kilogramos.
David Alonso, responsable de vacuno de leche en UCCL, advierte de que «se van a empezar a recibir ofertas a la baja» en un momento en el que «los forrajes siguen caros y la disponibilidad es poca».
Su percepción es mucho más catastrofista. «En octubre no habrá leche», es decir, no toda la que se demanda. Alonso recuerda que «se ha incrementado la importación de productos lácteos un 66%, la situación es complicada y el Gobierno no cumple con la ley de cadena alimentaria». Al mismo tiempo, «los mataderos están llenos, el precio de la carne está cayendo por el estocaje de vacas».
Alonso concluye que «son los más irresponsables los que están tirando el precio a la baja. Y no solo afecta al ganadero, a la propia industria láctea española la están asfixiando multinacionales extranjeras porque no pueden competir con esos costes con Europa; la industria española lo está pasando mal».
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