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A. O.
Viernes, 10 de enero 2014, 21:14
A poca imaginación que se le eche comprobaremos que cualquier utensilio puede tener una buena utilidad más allá de aquella para la que fue concebido. Es el caso de un simple semáforo, que de regular el tráfico en la vía pública, poco a poco se está introduciendo en los colegios como un instrumento educativo. Así lo han entendido en el Colegio Rural Agrupado La Villa de Peñafiel donde acaban de instalar uno en el comedor escolar para controlar el nivel de ruido que se produce en este espacio, que comparten cada día 150 escolares durante la hora de la comida, para que este momento dedicado a reponer fuerzas, además de seguir siendo un acto de contacto y convivencia entre los escolares y en el que relacionarse con sus compañeros, sea también un momento confortable.
Tal y como explica la directora del centro, Begoña Teixeiro, el ruido afecta negativamente en los estudiantes alterándoles, aumentando su nerviosismo y estrés, por ello se buscan alternativas como este atractivo método que ayuda a «que ellos mismos digan al de al lado que no haga ruido», que los propios escolares sean los encargados de tomar conciencia sobre este asunto. No se trata «de que el comedor sea una clase más en la que los niños tengan que estar en silencio, no pretendemos eso. Se pretende que ellos mismos, los alumnos, tienen que saber controlar el ruido que producen, tanto el que hacen con los utensilios de comida como aquél que producen mientras hablan». «Es un método de los comedores finlandeses con el que no se trata de que los niños no hablen, porque comer es un acto social, pero, como vienen de clase de donde salen cansados, se busca que en el comedor puedan hablar pero manteniendo un nivel», ya que el comedor «no deja de ser un espacio que pertenece al colegio».
La idea surgió del programa que el periodista Jordi Évole dedicó a comparar la enseñanza española con la finlandesa, dentro del espacio Salvados que presenta cada noche de domingo el catalán. «Ahí fue la primera vez que lo vimos. Lo comentamos en el centro y al poco tiempo salió un centro en Asturias que era pionero en poner un semáforo del ruido en su centro y con el que contactamos». Curiosamente en Asturias encontraron a una persona que fabrica este tipo de aparatos y a la cual se lo adquirieron.
Un sensor
El funcionamiento del semáforo, el cual viene dotado de un sensor que mide los decibelios, es muy sencillo, pues apenas se diferencia de los aparatos situados en la calle. El color rojo, al cual acompaña una cara de enfado, indica que el volumen es alto; el verde, ilustrado con una cara sonriente, señala que el sonido es el óptimo; y el naranja, con un rostro neutro, viene a decir que el nivel de ruido es medio y el comportamiento es regular.
«No por hablar el semáforo se pone rojo, tiene que alcanzarse cierto nivel», especifica la directora, quien también explica que el artilugio luminoso viene dotado de un dispositivo auditivo que se ajusta a los distintos colores. De esta forma los escolares que tengan algún tipo de disfuncionalidad auditiva o visual pueden atender al funcionamiento del semáforo.
Para el buen funcionamiento de esta idea se ha establecido una serie de recompensas si el verde es el color que prima cada mes. Las responsables del refectorio son las encargadas de pegar en un calendario cada jornada una pegatina verde o roja, según haya sido el comportamiento estudiantil. A final de mes si la tonalidad predominante es la verde los niños recibirán un premio, si no es así, siendo el rojo el tono preponderante, se realizarán una serie de actividades dirigidas a trabajar el comportamiento. Si el dispositivo funciona, en el colegio La Villa contemplan la posibilidad de trasladarlo a otros espacios.
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