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J. BOMBÍN
Jueves, 17 de septiembre 2009, 03:10
Ania Iglesias, vallisoletana, concursante en la primera edición de 'Gran Hermano', zarandeada aún por los ecos mediáticos, lleva diez años intentando forjarse una imagen alejada de un espacio que, dice, ha lastrado su carrera teatral.
-¿Cómo recuerda su paso por 'Gran Hermano'?
-Cada año que pasa va quedando un recuerdo diferente. No fui de esas personas que lo pasara bomba allí porque había tres o cuatro machacándome todo el día. Fue divertido, una experiencia.
-¿Le aportó algo?
-Conseguí el objetivo que perseguía, que era profesional. Yo no buscaba crecimiento personal ni nada de eso. Logré entrar en la tele, a lo mejor no fue la mejor manera, pero a mí me hizo posible entrar, conocer a gente que de otro modo no hubiera conocido... Lo negativo es que ser actor es muy difícil después de haber pasado por un casting de 'GH'. El programa ha lastrado mi carrera en el teatro, hay gente que aún tiene prejuicios y me juzga porque entré hace diez años en un programa de televisión. He tenido que trabajar casi sin beneficios para demostrar que soy seria. La imagen de mi paso por 'GH' se olvidará con el tiempo, pero me ha costado sudores.
-¿En el 'casting' se selecciona gente especial que dé que hablar?
-De mi año, desde luego no dábamos ninguno normales. Quiero decir, cotidianos. Ser peculiar no es malo, eso no se elige, buscaban gente con un cierto nivel de riesgo. Y que fuéramos extrovertidos. En cambio, los concursantes de ahora no son nada especiales. Les veo gente de discoteca tirando a vulgar, es lo que se ve en la calle. En otras ediciones había gente con perfiles más especiales.
-El programa levantó polémica desde su inicio.
-La gente reniega de 'Gran Hermano' pero es que esa es la sociedad en la que vivimos. La mayoría de la juventud de este país, la que se ve por la calle, es la que aparece en 'Gran Hermano'. El programa es la representación de la juventud o de la sociedad que tenemos en este país. Es nuestra sociedad y es lo que hay y verlo es una manera de saber lo que pasa. Por eso lleva diez años teniendo mucho éxito.
-¿Volvería a participar?
-Si volviera a ser hija de mi padre y de mi madre y no tuviera otra oportunidad, sí. El mundo de la tele es muy cerrado, no tenía padrino ni amante y tuve que entrar en 'Gran Hermano'.
-Los valedores de este tipo de programas lo defienden como experimento sociológico.
-Es un experimento en la medida en que hay una representación de la sociedad. No meten sólo gente cutre, pero hay mucha gente cutre.
-¿Guarda relación con alguno de los concursantes?
-Sí, y curiosamente con quien peor me llevé, con Iván. La relación era fatal en la casa pero luego, fuera, dijimos que era un juego y que no teníamos por qué llevarnos mal. De hecho, cuando he estado enferma es el único del programa que me ha llamado todos los meses.
-¿El espacio crea juguetes rotos?
-Si eres un juguete puedes estar roto o entero. Desde que salí de allí dije que no soy niña de prensa del corazón. Soy un juguete reciclado. Mucha gente dice que nos han utilizado y es mentira, porque yo me he negado a determinadas cosas. Cuando existía 'Crónicas Marcianas' había gente que jugaba al juego que quería Sardá y a mí no me llamaba y no me importa porque no me iba con eso, ni a meterme con nadie ni a enseñar una teta ni un muslo.
-¿El escándalo es una respuesta a la cada vez mayor dificultad de sorprender a la audiencia?
-La gente no debería estar vacunada ante los escándalos. En la tele hay tanta vulgaridad y chabacanería...Sientan a demasiada gente sin opinión y con un criterio que no va más allá de lo que ha visto en su pequeño círculo. La gente tenemos que ser más exigentes con lo que vemos y metemos en la cabeza.
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