
Secciones
Servicios
Destacamos
ÁNGEL RUBIO CASTRO
Domingo, 3 de mayo 2009, 03:43
A lo largo de estos meses, muchos de nuestros adolescentes y jóvenes recibirán el Sacramento de la Confirmación en sus parroquias, en los colegios católicos y en la Catedral que ya se ha señalado para la solemnidad de Pentecostés, el próximo día 31 de mayo. Muchos de los que se preparan para recibir este Sacramento, aunque bautizados, a la hora de personalizar su fe, pueden encontrarse en una situación similar a la de los catecúmenos. En nuestros días por las condiciones ambientales que vivimos se hace cada vez más urgente la enseñanza catequètica bajo la modalidad de un itinerario de reiniciación cristiana para niños, adolescentes y jóvenes bautizados que interrumpieron su proceso de iniciación.
El catecumenado no es un período de simple instrucción, sino que es un tiempo de maduración progresiva de la fe en el que se intenta poner a los catecúmenos en disposición de optar radicalmente por el evangelio, o lo que es lo mismo, de colorear toda su existencia con la opción fundamental de la fe. No se trata en el catecumenado de aprender cosas, sino de aprender a vivir la vida con un determinado talante, con una actitud de fe; de aprender a descubrir la propia y radical identidad cristiana; de aprender a vivir en comunión con otros; de crear la comunidad cristiana básica y real en la que se funda todo el misterio y vida de la Iglesia.
En el neocatecumenado de Confirmación se ha de fortalecer y madurar el compromiso débilmente asumido en el Bautismo, compartiendo y celebrando su fe en el marco de la comunidad parroquial dispuesto a asumir en ella responsabilidades de servicio y colaboración.
El catecumenado no se pone en marcha por decreto. Requiere una tierra debidamente preparada. Y esa tierra no es otra que la comunidad adulta. Sin una comunidad que lo respalde, el catecumenado juvenil tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir. La misma Parroquia como institución de la Iglesia debe disponer de este medio como es el neocatecumenado, en donde todos los bautizados, sin necesidad de pertenecer a asociación alguna puedan encontrar todos los medios necesarios para llegar a una fe adulta mediante el cultivo y desarrollo de la semilla bautismal.
Es fundamental que, a través del catecumenado se llegue a formar una auténtica mentalidad de fe, un estilo de vida cristiana. Es decir, que los confirmandos lleguen a un modo orgánico de conocer, de valorar, de sentir, de tender de deseo y de obra a dar solución, respuesta cristiana a unas situaciones concretas de la vida. Se trata de fundar actitudes de vida cristiana, lo cual garantiza la participación global de la personalidad del joven y la integración de los contenidos de la fe en las situaciones concretas de la vida. Uno está preparado para ser cristiano cuando posee y organiza los contenidos no de una forma abstracta, sino en dimensión de profundidad y en relación personal con Dios por medio de Cristo, que lo llama a ser en el Espíritu Santo el continuador de su obra creadora y de su misión redentora. Para lograr este objetivo sería necesario trabajar para educarles en el sentido de la oración; iniciarles para expresar la fe en oración individual o en celebraciones comunitarias.
Como preparación a la celebración del sacramento del Espíritu, la catequesis de confirmación abrirá los ojos de los candidatos para encontrarse con el Espíritu del Padre y de Cristo. Descubrir el rostro del Espíritu de Dios es detectar su acción en la vida personal, en la existencia de los demás, en el propio grupo neocatecumenal, en la Iglesia de Jesús y hasta en los mismos acontecimientos del mundo.
Un gran objetivo de este proceso neocatecumenal será iniciarlos en el sentido de la Iglesia e integrarlos en la comunidad cristiana. Ello, conlleva a advertir el sentido de pertenencia y la voluntad de participación en la misión de la Iglesia. La catequesis de la Confirmación habrá de llevar a los participantes a tomar conciencia de que la vida de fe sólo puede vivirse en comunidad, como grupo de creyentes, que hacen a los demás participantes de sus propios valores, a modo de las primeras comunidades cristianas. A la Iglesia solo se la ama, cuando se la experimenta por dentro y, desde esta experiencia de fe se comprende sus defectos y se critican con amor sus antitestimonios, pues todos los participantes se sienten implicados en esta autodenuncia y llamados a purificarse para que brille el rostro de la comunidad eclesial.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.