Gordo y Rubio
LUIS BESA
Miércoles, 8 de octubre 2008, 02:38
E N toda cocina de restaurante hay un momento mágico. Cuando el cocinero le encarga al novato terminar la tortilla de patatas. El tiempo se congela y los pinches y rancheros centran su atención en el nuevo. ¿Sabrá darle la vuelta en el aire? El novato traga saliva, se va para los fogones, agarra la sartén, y tirando hacia fuera del mango imprime un golpe de muñeca ascendente de modo y manera que la tortilla salta por los aires. Si el movimiento se ejecuta correctamente, la tortilla da media vuelta en el aire y cae en posición inversa sobre la sartén. Susurros de aprobación y algún «¡bien chaval!» Acabas de demostrar oficio. Pero ¡ay de ti si te tiras el pisto! Es mucho mejor reconocer abiertamente que uno no sabe. Recoger los trocitos de tortilla por el suelo es una humillación que te acompañará de por vida. Ya puedes ser Ferrán Adrià, que el día de Santa Marta, muchos años después, a la hora del orujo los compadres te señalarán y dirán... Anda que el día que ese tiró la tortilla y se le fue directa a la Vichyssoise....
Todo esto porque ya va siendo hora de que Juan Cruz Aragoneses voltee la tortilla como Dios manda. Es admirable su tesón en pretender darle la vuelta a las cosas, pero si lo haces, hazlo, y si no, pon cara de gatito abandonado y apela a la comprensión del chef.
Viene esto a cuenta del caso Evisego. Todos sabemos por qué y cómo se han licuado 52 millones de los antiguos, por una cadena de torpezas que empieza en Conde Arambillet y termina en un banco. 'Investigado' el asunto se quedó en reprobar al jefe de urbanismo e imputar el grueso de la falta al banco. La cosa se lió y Aragoneses se empeñó en criminalizar a Beatriz Escudero por faltar a un pleno el 30 de agosto (ya ves tú). Reconozcamos que como intento de voltear la tortilla, más bien cutre, y como suele pasar en estos casos, al portavoz le tocó recoger los cachos del suelo y pasarlos por el fregadero para servirlos a una estupefacta opinión pública al grito de «tortilla superior, tiene mala pinta pero ¡qué bouquet!»
Septiembre, hete aquí que el banco, en lugar de reponer los 52 kilos, te dice que vayas a juicio a ver si hay suerte, que en última instancia ya los pone él. Es como si te pegan una paliza en el patio del cole, te roban los cromos, y el maestro que debía impedirlo te suelta: no te preocupes, ve ahora a que te devuelvan los cromos y si no, pásate el lunes por dirección. De donde, ni corto ni perezoso, Aragoneses (valentía no le falta) agarra la sartén y trata de invertir la polémica, hay que felicitar al que un mes antes fuera reprobado. Redoble de tambores, silencio en los tendidos, golpe de muñeca... y a los morros del chef otra vez. Pero esta vez el comensal, la opinión pública, le dice que la tortilla tiene hasta serrín y que haga el favor de no hacer más guarrerías con la comida.
Siguiendo con el símil, veamos como David Rubio y Juan Luis Gordo aliñan la tortilla del PSOE. A Rubio le imputan malos resultados, como si Gordo (y López) no hubieran tenido nada que ver en la pérdida de Riaza y Cuéllar, especialmente. En las últimas elecciones, recuerdan en el sector Rubio, el PSOE ganó concejales, otra cosa es que perdió demasiados en las plazas gordas, dicho eso con doble sentido.
Es de esperar que el decoro se imponga, se hablen las cosas con tranquilidad y se eviten las peleas por los hijos. Que el PSOE precisa revulsivos... Sin duda. ¿Que Gordo puede serlo?, está claro. Por si acaso, jueves pasado, Gordo y Rubio, con Agudiez de por medio, compartían mantel en el Baco. ¿Fumata blanca?
Y un consejo para los que hayan perdido el callo de voltear tortillas. Practiquen en casa. Basta con una sartén, una bolsa de agua caliente (o un pizza del Eroski) y eviten, en cualquier caso, estrellar la tortilla en los fogones, que luego los cachos son de mal quitar.
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