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LA ELIPSE

Soltar la chapa

LUIS BESA

Miércoles, 27 de agosto 2008, 03:35

A finales de mayo me cayó el chollo de visitar el festival de Hay on Wye, invitado por la organización. Fueron tres días tremendos y una experiencia brutal para palpar las tripas del sector editorial inglés. Una industria gigantesca. El sector editorial español es el segundo del mundo. Pero compararlo con el inglés es como comparar la marina americana con la italiana. Allí todo es privado, de pago y enfocado a lo que tiene que enfocar: el beneficio. De ahí, también, una de las pocas carencias de las letras ingleses. Son tan fuertes y poderosos que viven de espaldas a lo internacional. Raro es un best-seller que no sea de un autor británico; apenas hay traducciones (¿para qué, si por lo común de cualquier tema ellos poseen una basta bibliografía?).

Conscientes de eso, la organización del festival, los Peter Florence y Cia, valoran muy especialmente el Hay de Segovia, además de por el marco, por su carácter de punto de encuentro de las dos principales tradiciones literarias mundiales y la presencia dispersa de 'paracaidistas' europeos y latinoamericanos. Ese punto internacional de Segovia es, realmente, la madre del cordero para ellos.

¿Y qué no les gusta de Segovia? A poco que rascas te preguntan que qué podría hacerse para acortar las ceremonias oficiales, y especialmente, los parlamentos. «¿Es necesario que hable tanto y tanta gente?», preguntan con extrema educación. «¿No lo consideráis un poco pesado para la gente?». 'Obviusly yes'. Coñazo absoluto, les explico, pero son las particularidades del país y que ya pueden dar gracias a Dios de no estar en África, que allí los barandas parlan y parlan hasta que amanece u oscurece. En Inglaterra no. Veamos una clausura al más alto nivel, como sea que el Hay Festival de allí es cosa privada, trinca un micro el director, suelte un chistecillo corto y a continuación, un gracias por esto y por lo otro. Total 20 segundos. En España, en cambio, van hablando tíos y más tíos con su copla a cuestas venga a cuento o no a sabiendas que la gente está aburrida a más no poder. Se diría que lamentan pegar el coñazo y parecer unos descorteses incívicos, pero lo consideran una obligación ineludible.

En Segovia, Arahuetes tiende a ser sobrio y de Santamaría qué decir, parco y esencial (¡que gran virtud!). No así algún alcalde de por las cercanías, hay uno en concreto que es un caso de diarrea verbal digna de estudio. Pero ya el órdago son consejeros y, particularmente, directores generales. Estas buenas personas consideran que un rayo puede fulminarles si, cada vez que tienen un micro a mano, no dedican 30 minutos a soltar la chapa sobre las bondades del gobierno aunque el tema a tratar sea 'mi bocata favorito'. A ellos habría que pedirles clemencia y sobriedad, especialmente si van de bulto.

En el fondo de este asunto subyacen diferentes mentalidades en la concepción administrador-administrado. Lo más curioso es que, mientras en España hay mucho prurito en reivindicar un a menudo infantil igualitarismo (¡yo no soy menos que nadie!) a la hora de la verdad, asignamos al que manda un protagonismo totalmente gratuito. De donde nosotros mismos propiciamos esas extenuantes maratones para visualizar quién manda sobre quién. Sí, fulano es un pesado pero es que el hombre manda mucho, nos decimos. Somos así: un país de pelotas.

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