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Isidoro Fernández, dueño del Hostal Galicia, junto a su mujer. / FRAN JIMÉNEZ
VALLADOLID

Algunos caprichos y pocos agobios

Hace un año que en Villardefrades el primer premio del Niño repartió veinte millones de euros entre la mayoría de sus casi doscientos vecinos, que han invertido el tiempo en reformar su vivienda o comprar un coche nuevo

J. FERNÁNDEZ

Domingo, 6 de enero 2008, 20:02

Ha pasado un año desde que el primer premio de la lotería del Niño repartiera veinte millones de euros entre los vecinos de Villardefrades. La alegría y el cava bañaron entonces la localidad de Tierra de Campos gracias a los cien décimos del 92.034 vendidos en el bar y autoservicio Castilla, regentado por los hermanos Ildefonso, Joaquina y Jesús de la Rosa. Como consecuencia de la suerte que les acompañó ese 6 de enero, el bar está cerrado para «poder trabajar más desahogados», comenta Ildefonso.

El testimonio resume a la perfección la situación de los vecinos de Villardefrades doce meses después de que la mayoría resultara agraciado en el sorteo. A la estabilidad que supone tener esa cantidad de dinero venida del cielo -200.000 euros por décimo-, quien más y quien menos se ha comprado un coche nuevo o ha hecho mejoras en su vivienda e incluso ha adquirido un piso en la capital vallisoletana.

Para Ildefonso, que en esta ocasión ha repartido 185 series en la lotería de Navidad y 55 en la del Niño del número 64.104 -el año pasado fueron diez series las premiadas-, «ha sido una locura porque jamás imaginé que pudiera vender tantos décimos pero la verdad es que ha venido gente de todos los sitios a comprar y se me terminó a los pocos días». Con el premio del año pasado «a los vecinos se les ha visto más alegres y a mi me llenó de felicidad poder repartir ese dinero. Fue un milagro que tuvimos en el pueblo que no se volverá a repetir aunque ojalá me equivoque y volvamos a brindar con espumoso de Rueda otra vez como aquel día. Y si no, que toque a la gente necesitada y humilde como fue nuestro caso», dice Ildefonso.

Un potente Audi

Como ya prometió que compraría el día que resultó afortunado con el Niño, un potente Audi preside la reformada casa del alcalde de Villardefrades, Jorge de Castro. Es uno de los casi veinte coches nuevos adquiridos en el 2007 en un municipio que ronda los doscientos habitantes. «Se nota que los vecinos marchan mejor porque tocó a más del 80% del pueblo. Sin ir más lejos, estas navidades se ha notado que se ha gastado más en cosas buenas, según me han comentado los de la recogida de basura», bromea.

De Castro recuerda aquella agraciada jornada como «algo inolvidable que no asimilas hasta que no pasan unos días. También tuvimos una orquesta y fuegos artificiales para celebrarlo y la gente disfrutó al máximo, con más ambiente incluso que en las fiestas del pueblo». El costoso reloj que le regaló su mujer días antes del sorteo y que suscitó una pequeña riña conyugal se quedó en una mera anécdota tras la inesperada lluvia de millones. En un año de caprichos y pocos agobios económicos, la cruda realidad para el alcalde es ahora conseguir que las escuelas permanezcan abiertas en la localidad.También trata de habilitar el salón del baile para el bar y abrir el albergue municipal.

El gerente del Hostal Galicia, Isidro Fernández Álvarez, fue otro de los afortunados del sorteo del Niño del 2007. «Estábamos trabajando y vino todo de golpe, al principio no nos lo creíamos. Llamas a un sitio, al otro y al final resulta que es verdad. Mi hijo vino corriendo y me dijo que había tocado en el supermercado. Los que estaban aquí tomando el vermú bajaron a la tienda a celebrarlo y como nadie tenía comida hecha en casa, sobre las cuatro de la tarde se presentó en el hostal todo el mundo para comer y estuvimos hasta las tantas de la madrugada de juerga», recuerda.

Para él y su mujer la vida sigue igual aunque «con la fortuna de saber que te ha tocado el premio y que tienes ahí dinero que no le has tenido durante toda tu vida trabajando. Han llamado muchas personas interesándose por el bar del pueblo para comprar lotería para este año porque la esperanza es lo único que no se pierde, y quién te dice que no puede caer otra vez aquí», vaticina Isidro.

Quién sabe si Villardefrades volverá a vivir una nueva jornada como aquella en la que los gritos de alegría y el descorche de botellas tomaron el protagonismo en sus calles, sin olvidar la llegada del personal de bancos y de numerosos periodistas para cubrir la noticia, así como de la Guardia Civil para velar por la seguridad de los afortunados.

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