Borrar
ARTÍCULOS

Elogio de los que se callan

ÁNGEL BLANCO

Miércoles, 14 de noviembre 2007, 01:30

EL caso es que nadie escucha y lo que quiere todo el mundo es parlotear, chamuyar, darle a la mui sin parar y sin respetar al contrario, al que o se le ignora, o se le interrumpe. Porque, ¿cómo vas a comparar los dislates y pamplinas que dicen los demás con las brillantes aportaciones que puede uno hacer -y hasta gratis- al pensamiento occidental? ¿Dónde va a parar!; hablar es mucho mejor que escuchar, que en cuanto lo haces durante diez minutos te empieza a picar el culo.

Recuerdo que cuando leí 'American Psycho' me chocaba por inverosímil que el agente de bolsa asesino comentase sus crímenes con naturalidad sin que nadie le denunciase a la Policía. «Ayer maté a una prostituta», decía, y su abogado le contestaba: «Pues yo estuve cenando en el restaurante más 'chic' de la ciudad». Creía que esto no sucedía en la vida real, pero con el tiempo he descubierto que no es nada comparado con lo que de veras puede llegar a pasar. Los sordos ganan a los mudos por goleada.

Las tertulias y debates (políticos, económicos, deportivos... da igual) se convierten sistemáticamente en diálogos de besugos. Resulta dificilísimo encontrar a alguien que acuda con la intención no ya de hacer un esfuerzo por comprender las razones del otro, sino dispuesto simplemente a dejar que se exprese. Si no le dejo hablar -parece ser la consigna-, si le interrumpo constantemente y farfullo yo por encima de su discurso, acabará por ponerse nervioso, perderá el hilo de la argumentación y podré yo meter mi morcilla, que es mucho más interesante. ¿Qué es eso de escuchar, algo que pueden hacer hasta los hámsters? Es mucho mejor soltar lo tuyo y que sean los demás los que te escuchen, para que vean lo listo que eres.

A mí que Chávez insulte al amiguito de Bush, abomine de los patronos españoles o saque a relucir los agravios pendientes que dice tener con Fernando VII, sinceramente, me la refanfinfla. Hombre, que se meta con los españoles, e insista, y siga y no cese, a ver hasta dónde llega nuestra paciencia, ya me cabrea un poco más. Pero tampoco mucho porque, ¿qué otra cosa se puede esperar de un gorila cantante, sino exabruptos y chorradas? Lo que más insoportable me parece es que el tipo piense que tiene derecho a hablar y no callar cuando le toca, cuando no le toca, e incluso después de llevar una hora tocando las narices. No hay nadie que pueda enseñarle nada; es él y sólo él quien está en posesión de la verdad y no cerrará el hocico hasta que todos lo reconozcamos. ¿Escuchar a los demás, respetar su opinión, demostrar un mínimo de educación? ¿Eso qué es?

Por todo esto me reí hasta las lágrimas con el último politono del Rey, ese hombre al que no le importa escuchar, ni tampoco echar una cabezadita mientras hablan los demás. Olé por Juan Carlos I, el primero que le cerró la boca al plantígrado vitalicio. Ya puestos, ¿por qué no se calla más gente? ¿Tanto cuesta entender que, como dijo el sabio, la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que más vale escuchar que hablar?

nortecastilla.es/angelblanco

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Elogio de los que se callan