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Julio Iglesias, sus tres coristas y parte de su banda, durante el concierto ofrecido anoche en Valladolid. / FOTOS DE RAMÓN GÓMEZ Y GABRIEL VILLAMIL
VALLADOLID

Julio entre amigos

El cantante más internacional desafía al frío de la noche y termina el concierto sin camisa, pero arropado por sus más fieles seguidores

VÍCTOR M. VELA

Viernes, 7 de septiembre 2007, 03:45

«Baila, Castilla, baila», murmuraba Julio Iglesias después de cambiar el 'morena' de rigor por un toque más local, en homenaje a la ciudad que albergó anoche el único concierto del internacional cantante en España, dentro de su actual gira 'Live'. Julio Iglesias -bronceado como siempre- se presentó ante su incondicional público con quince minutitos de retraso pero con el ímpetu suficiente para que sus seguidores lo olvidaran tras escuchar apenas la segunda canción. El frío -no sólo meteorológico- de los conciertos con silla no se rompió hasta pasadas las once de la noche, cuando Iglesias se sacó de la manga el catálogo de bachatas y sonidos sudamericanos. Fue a partir de canciones como 'El bacalao' y 'Divorcio' cuando se rompieron todos los corsés posibles y un nutrido grupo de los espectadores que hasta el momento se encontraban sentaditos en sus sillas se lanzaron a la primera fila del escenario para ver de cerca a la estrella. Iglesias se sumó a la fiesta rompiendo los papeles. Lo avisó con anterioridad. «Éste va a ser un concierto recordado en España durante los próximos diez años», dijo enigmáticamente. El misterio se desveló apenas unos segundos después, puesto que cerró la noche con el 'Me va, me va' y un inesperado estriptis. Primero se quitó la corbata, luego el chaleco y finalmente, entre risas, también la camisa. Pecho lobo. Y así, con el torso descubierto, Julio Iglesias abandonó el escenario ante la sorprendida y entregada mirada de los espectadores, que llenaron cerca de un tercio del estadio (o lo que es lo mismo, dos tercios del campo vacíos).

Iglesias paseó su voz por 'La gota fría', 'A media luz' -con pareja de bailarines de tango incluida-, 'Un canto a Galicia' o 'Crazy', quizá una de sus mejores interpretaciones de la noche. Y todas ellas acompañadas -marca de la casa- por una reducida colección de gestos que lo mismo le servían para dibujar la letra en el aire como para dar órdenes a sus músicos. Un auténtico director en escena y un seductor con su público. Y también con sus tres coristas, a las que despidió con tres descarados piquitos. Aunque luego lo compensó con un «Mirandita, guapa, ya sabes que te quiero mucho a ti» y la dedicatoria de la canción número 13, 'Échame a mí la culpa'. Julio Iglesias estuvo generoso en anécdotas y chascarrillos y trufó el concierto de pequeños comentarios en inglés ('beautiful, beautiful' o sea, 'precioso, precioso') y parrafadas en castellano. «Sobrevolando esta tierra, Castilla la Vieja, uno entiende su progreso. Está bellísima. Estoy fascinado por el progreso increíble de esta tierra. Yo no tenía previsto hacer un concierto en España, pero Alejandro Pesquera me lo propuso y no podía negarme. Pesquera para mí es parte importante de mi padre, de mi familia, de mi hermano y de mis hijos, porque yo he hecho muchos niños gracias a Pesquera», alardeó Iglesias, quien tuvo un afectuoso recuerdo para «mi amigo», recién fallecido, Luciano Pavarotti.

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