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Miércoles, 28 de septiembre 2011, 02:21
Lo he dicho más de una vez, los cerrateños se pasan la mitad de su existencia enterrados en vida. Es tal la afición que tienen por juntarse bajo tierra en las bodegas, y no siempre para beber vino, que a alguno lo vieron ir para allí de mozo y regresó al pueblo ya de anciano. Y es que el Cerrato conserva toda una tradición soterraña, pues excavadas en sus cuestas pueden verse antiguos eremitorios rupestres, mil cavas y otras tantas yeseras, como las que les mentaba hace unos días en Hornillos.
Y como Valdeolmillos no es una excepción, en la cuesta de Solapeña y gracias a la inquieta e incansable actividad de José Manuel Velasco, un palentino singular y excelente persona, puede hoy verse en plenitud una de esas explotaciones mineras de yeso, cuyas ciclópeas galerías ha adaptado como temporera vivienda rupestre y como museo etnográfico, todo ello digno de ser visitado, no solo por su originalidad, sino también para hacernos una idea clara de cuáles fueron las formas de vida tradicionales cerrateñas.
Además como no dista mucho de la población, siempre podrán darse una vuelta por esta pequeña y acogedora villa tomillera, donde en el centro del pueblo encontraremos instalada sobre un atrio realzado, y casi encastillada, la sencilla pero bella iglesia parroquial de San Juan Bautista, que está catalogada como Bien de Interés Cultural, pues es un excelente monumental del románico cerrateño. Dentro de ella, nos sorprenderán los singulares capiteles del arco triunfal tallados con figuras de centauros y nereidas, que conservan todavía algo de su policromía original.
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