Por qué cada vez hay menos cocinas en Valladolid: cuando la vitro está dentro del salón
Las nuevas promociones y numerosas reformas tienden a eliminarlas como espacio independiente dentro de la vivienda, alentadas por el cambio de hábitos de vida
Para cocinar este reportaje, hemos elaborado una receta con un puñado de preguntas. La primera: ¿De verdad hace falta cocina? O dicho de otra manera: ¿ ... Es necesario contar en casa con una habitación exclusiva y destinada a guisar, freír, hornear y cocer? La segunda: ¿Cuántos metros cuadrados hay que reservar al espacio donde se preparan comidas y cenas? La tercera: ¿Hay que sacrificar superficie de otras habitaciones para un cuarto que, según parece, cada vez se utiliza menos? Y para hacerlo de forma rápida (a lo 'fast food') se puede responder de forma fugaz, con pocas palabras, como si esto fuera el plato de un menú degustación: es verdad, la cocina como habitáculo independiente tiene hoy en día menos presencia en el hogar. Cada vez hay menos cocinas en Valladolid.
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Basta con echar un vistazo a las nuevas promociones de viviendas que se anuncian por Internet. En la calle Dulzaina (Delicias), en Miguel Delibes (Covaresa), en Parquesol. En Villa del Prado, la calle Sierra de la Demanda (en Las Villas) o San Blas. En todas ellas, hay viviendas que apuestan por el salón-cocina-comedor. Todo junto, pero no revuelto. Integrado o con una mínima separación. La vitrocerámica y el microondas comparten espacio con el sofá y el televisor.
«Es muy raro -tanto en obra nueva como en reformas- encontrarse ahora con una cocina a la que se entra por una puerta», dice el arquitecto Javier Arias, apasionado de la evolución de un espacio de la vivienda cuya transformación «va más allá de las modas estéticas», puesto que incide directamente en fenómenos sociales, económicos, laborales, familiares. «Si ahora mismo das la opción al comprador, la mayoría te dirá que prefiere salón-cocina», asegura Gonzalo Jolín, de la inmobiliaria Engel & Völkers y la asociación de promotores inmobiliarios. «Si no se usa, ¿para qué se quiere? En Japón, muchas casas tienen la cocina en el pasillo de entrada», escribe Luis Lope de Toledo en 'Arquitectura de andar por casa' (Temas de hoy) un libro que analiza cómo el diseño de los hogares es causa y consecuencia de nuestros hábitos más cotidianos. Y uno de ellos apunta a que cada vez se cocina menos, se invierte menos tiempo en los fogones.
La Federación Española de Nutrición, Alimentación y Dietética (Fesnad) elaboró a finales de 2023 un estudio que revela que lo de hacer la comida a diario es cada vez menos habitual. El 46% de las personas encuestadas decían que sí, que se ponen frente a la encimera, con la cazuela, la olla y la sartén, todos los días. El 26%, que lo hacen tres o cuatro veces a la semana y el 14%, que dedican una o dos jornadas para preparar del tirón los menús que consumirán en los días siguientes. De hecho, el 56% aseguraron que suelen dejar comida lista y congelada para varios días.
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El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ofrece más datos en su informe anual sobre consumo alimentario. El de 2024 consigna que «el tiempo de preparación descendió en comidas y cenas, tanto durante la semana como en fin de semana». ¿Por qué? Hay varias razones. Una es que «se busca la simplificación de las comidas». La apuesta por un plato único (en lugar de menú de primero y segundo) ha crecido el 8,7% desde 2018. Además, cada vez se recurre más a los platos industriales o precocinados. El estudio del Ministerio recoge cómo, durante el año pasado, el consumo de arroz creció el 1,3%; el de pasta, el 4,3%; el de legumbres, el 2,8%. El avance de los platos preparados fue del 5,1%.
17,17 kilos
es el consumo anual por persona de productos precocinados en España. Esta cifra sube en Madrid o Cataluña. Asturias o el País Vasco son las comunidades con menos peso de este tipo de alimentos. Castilla y León está por debajo de la media.
Durante 2024 se vendieron en toda España 806 millones de kilos de este tipo de productos. Cada español toca a 17,17 kilos al año (600 gramos más que el año anterior). El gasto anual por persona fue de 94,35 euros (el 7,5% más que en 2023). Y aquí se incluyen sopas y cremas (supone el 34% del total de platos preparados), congelados, pizzas, conservas y, atención, tortillas refrigeradas, cuyas ventas crecieron el 20% durante el último año. Este tipo de productos se consumen más en Madrid o Cataluña que en Castilla y León, País Vasco o Asturias.
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Varias cadenas de supermercados incluyen en su oferta no solo lineales completos de productos precocinados, sino platos con menús listos para llevar. «Lo dije y lo mantengo: a mitad del siglo XXI no habrá cocinas», aseguró en marzo Juan Roig, presidente ejecutivo de Mercadona. La frase tal vez sea exagerada, pero la realidad es que cada vez hay menos cocinas independientes en los hogares, también en Valladolid.
Facilidades normativas
La normativa además lo facilita. «Hasta el Plan General de Ordenación Urbana de 2020, se obligaba a que, en las casas a partir de cierta superficie, la cocina siempre fuera cerrada», explica Gonzalo Jolín, quien recuerda que también en este último PGOU se eliminó la obligación a que el baño principal de la vivienda tuviera bidé. Esto ha abierto la puerta, nunca mejor dicho, a la integración de la cocina en el salón y la creación de grandes espacios en el hogar. «La mayor parte de la obra nueva trabaja con un diseño que busca una zona de día al entrar, con vestíbulo (cada vez menos habitual también), cocina, salón y comedor… y una zona de noche al fondo, con los dormitorios. En los chalés, la distribución habitual suele ser un despacho o dormitorio a la izquierda, aseo debajo de las escaleras y, al otro lado, salón y cocina, que pueden estar separados o no. Si durante la obra se permite la opción, el 80% elige ahora todo junto».
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Y para articular este espacio, hay varias opciones. Por ejemplo, todo unido, con la mesa de comedor como frontera. Es habitual también la instalación de pequeñas islas sin electrodomésticos, como barras-desayuno. Si a pesar de los extractores hay temor por los olores, la solución pueden ser los paneles acristalados y correderos. «Estas mamparas de vidrio te permiten vincular los dos espacios, pero cerrar las puertas cuando, por ejemplo, haces boquerones fritos», explica Javier Arias con humor, quien recuerda que otras opciones de conexión (habituales desde hace años) son las ventanas que comunican cocina y salón.
«En Castilla vamos un poco por detrás, pero esta integración es cada vez más habitual. Hacemos muchas reformas y es algo que piden mucho», dice Arias, del estudio Arias Garrido, quien en su análisis traza una evolución de la cocina como espacio dentro del hogar. De hecho, esa palabra, hogar, enlaza con la idea del fuego para cocinar, lo que convertía la estancia única en el lugar más caliente de la casa y en torno al que se reunía la familia. «Con el nacimiento de la nueva sociedad obrera, a mediados del siglo XIX, la cocina no existía como tal, sino que se cocinaba con un hornillo en el patio. Eso, en las clases más modestas, porque en los hogares pudientes (desde Roma hasta lo que vemos en 'Downton abbey') la cocina siempre era un espacio al margen. Es a finales del siglo XIX cuando comienza a extenderse una nueva concepción de la vivienda, con la cocina como un lugar técnico (cada vez con más avances), pero también peligroso (lleno de cuchillos, combustibles…)».
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'Arquitectura de andar por casa' Luis Lope de Toledo.
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Temas de hoy. 312 páginas. 19,90 euros.
«La cocina es una de las piezas que más ha cambiado con el tiempo. En pocas estancias puede entenderse mejor el efecto de la sociedad de consumo en forma de mobiliario, utensilios o electrodomésticos», apunta Lope de Toledo, quien fija un punto de inflexión en la cocina de Frankfurt, un modelo diseñado por Margaret Schütte-Lihotzky en 1920 para amueblar (en serie y con bajo coste) un conjunto de viviendas sociales construidas en Alemania al terminar la Primera Guerra Mundial. «Schütte-Lihitzky distribuyó los muebles en dos líneas y dejó un vacío entre ellas para que una única persona pudiera desplazarse dando el menor número de pasos posibles», explica Lope de Toledo en 'Arquitectura de andar por casa'. Que todo estuviera cerca, que todo anduviera a mano. Además, popularizó los muebles de almacenaje «en aluminio y madera de roble para evitar que los insectos accedieran a envases de harina, azúcar o legumbre». El siguiente gran paso llegó a mediados del siglo XX con la aparición de la línea blanca de electrodomésticos. «Y atención al microondas, porque eso lo cambia todo», dice Arias. Permite cocinar menos… y de forma más limpia.
La cocina se ganó así un espacio independiente dentro de la casa. Pero en esto no influyen solo los avances técnicos… sino que está muy vinculado con cuestiones sociales. «La cocina ha sido tradicionalmente territorio de la mujer. Ellas también podían trabajar en el campo, en la fábrica, pero al llegar a casa eran quienes se encargaban de todas las tareas. Que la cocina estuviera separada, permitía que el hombre se desentendiera de lo que pasaba ahí dentro. De allí salía una comida maravillosa y desaparecían los platos sucios», cuenta Arias.
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La primera gran operación de apertura de la cocina llega de Estados Unidos. «Por algo se llama cocina americana». «Allí es un modelo de cocina grande, con alta tecnificación y donde el ama de casa reivindica su liberación, a través de ventanas, puertas correderas e incluso la cocina incorporada al salón». Esta imagen -recuerda Arias- nos ha llegado a través de muchas películas y, sobre todo, series de televisión y las comedias de situación. La evolución hacia una sociedad más igualitaria, donde las tareas del hogar son compartidas, hacen que la cocina haya dejado de ser un territorio personal para convertirse un espacio familiar.
«Estas piezas han aumentado su tamaño e importancia dentro de la vivienda y han demostrado que ocupan una parte vital en la rutina de sus habitantes. Y no solo eso, han dejado de ser habitaciones cerradas y alejadas de las zonas vivideras y se han abierto cada vez más, ganando movilidad dentro de la configuración espacial de la residencia», explica Lope de Toledo, quien añade que «la cocina ya no se entiende exclusivamente como un lugar donde se preparan los alimentos, sino donde se puede disfrutar de todo el proceso». Eso sí, tiene muy claro que hay que «comprender quién y cómo va a utilizar la cocina» para decidir cómo se quiere articular su presencia en el hogar, si como espacio independiente o compartido con el salón.
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Además, recuerda que este fenómeno tiene consecuencias. «Las casas sin cocina tendrían efectos inmediatos en el desarrollo de nuestras ciudades», ya que podría hacer que desaparecieran poco a poco los mercados de alimentos para privilegiar la hostelería.
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