Un tesoro en el trastero: hallan una colección de fotos inéditas sobre el despegue industrial de Valladolid
El coleccionista Luis Posadas encuentra en un baúl de Huerta del Rey el bosquejo para un libro que describe cómo era la ciudad a mediados del siglo XX
El botín era, de entrada, atractivo. Unas colecciones de cromos, de finales de la década de 1950, con las películas que entonces triunfaban en las ... salas de proyección. Álbumes con las escenas y los personajes de 'Los diez mandamientos', de 'La conquista del oeste', de 'Ben-Hur'. Unos cuadernillos a color, editados por Bruguera, que acumulaban -junto a tebeos de 'El capitán Trueno'- polvo en cajas apiladas en un trastero de Huerta del Rey.
Publicidad
Hasta allí se acercó el coleccionista Luis Posadas, un apasionado de la historia de Valladolid y autor de varios libros recopilatorios de fotografías que hasta ese momento eran inéditas o se escapaban de los archivos y los foros de Internet. «A menudo, muchas personas contactan conmigo. Saben que me interesa el patrimonio cotidiano de la ciudad, y cuando encuentran algo curioso, me escriben por si me pudiera interesar», explica Posadas. Y eso le ocurrió hace unos meses, cuando se pusieron en contacto con él por esos viejos álbumes de los que alguien se quería deshacer. «Ocurre a menudo. Hay una persona que ha fallecido y sus familiares no quieren quedarse con todo lo que tenía guardado en casa o, como aquí, hay de por medio una mudanza y toca hacer limpieza». El caso es que los propietarios de esas colecciones buscaron a Luis, por si le interesaban los cromos… y el coleccionista halló un tesoro mucho mayor.
«Los álbumes estaban en una especie de baúl. Los cogí, los hojeé un poco… pero me llamó la atención justo lo que había debajo». Era un conjunto de hojas amarillentas, tamaño folio, cosidas y encuadernadas como si fueran el amago de un libro pendiente de llevar a imprenta. Alguien se había encargado de pegar ahí varias fotografías originales de la ciudad y de la provincia, con un índice al principio y un montón de páginas mecanografiadas justo al final. El entrenado olfato de Posadas supo que ahí había algo mucho más interesante que las imágenes repetidas de 'Los diez mandamientos' o 'Ben-Hur'. Lo que no sabía era la enorme sorpresa con la que se iba a encontrar. Porque después de llevarse el libro a casa, de mirarlo detenidamente y de leerlo con curiosidad, descubrió que se encontraba ante un registro minucioso sobre cómo vivió Valladolid el despegue industrial registrado a finales de la década de 1940, justo antes de la llegada de Fasa-Renault a la ciudad.
«Es difícil aventurar quién es el autor de este trabajo», reconoce Posadas. No hay firma alguna sobre la autoría. Todo parece indicar que se trataba de una persona con un cargo relevante dentro de la administración franquista en Valladolid, ya que habla en primera persona de las inversiones que la dictadura llevó a cabo en la provincia. «Al iniciar nuestro gobierno, con impulso creciente (...) y singular acierto (...), la intensa política social iniciada por nuestro caudillo se refleja en nuestra provincia en las siguientes obras».
Publicidad
Y, a continuación, enumera alguna de las inversiones llevadas a cabo durante esos años 40 en Valladolid. Sesenta millones de pesetas para la reparación de carreteras, la construcción de la residencia sanitaria (con 350 camas) de la Rondilla de Santa Teresa, la cesión de terrenos para ampliar el Santuario Nacional de la Gran Promesa, la adquisición de la vieja iglesia de la Pasión… La construcción de 1.126 viviendas protegidas que empezaron a ser habitadas ante el creciente despegue demográfico de la ciudad.
Valladolid había salido de la guerra con 108.902 vecinos, de acuerdo con los padrones de 1940. A finales de esa década, en 1949, eran 123.942. En 1960 se alcanzaron los 150.959. La ciudad crecía gracias a un incipiente éxodo rural propiciado por los avances de la industrialización. Y aquí está el gran atractivo de este descubrimiento en el trastero. Porque esas páginas incluían también una relación de las industrias que durante esos años abrieron o se hicieron poderosas en Valladolid y, lo que es más importante, varias fotografías sobre sus instalaciones, sobre el interior de sus naves, sobre cómo eran esos talleres que transformaron la economía y la sociedad vallisoletana de mediados del siglo XX.
Publicidad
«Es un auténtico tesoro. No solo porque estas fotos son inéditas, sino porque apenas había material sobre el interior de estas fábricas, sus naves y maquinaria», explica Posadas, quien añade un elemento más al valor de las fotografías. Están firmadas por Primitivo Carvajal (Lanseros-Zamora 1886-Valladolid, 1953), un emblemático fotógrafo cuyo fondo -y el de sus descendientes- custodia, desde junio de 1998, el Archivo Municipal. Corresponsal gráfico del diario 'ABC' y fotógrafo en el periódico 'Libertad', su actividad le llevó a retratar el paisaje urbano y los principales actos públicos de Valladolid.
«Pero estas fotos son inéditas, yo no las conocía… y mira que he visto imágenes en archivos y mercadillos», dice Posadas. Fechado con toda probabilidad en 1949, este libro despierta varias dudas (¿es el trabajo de un cargo del franquismo? ¿encargaron a Carvajal las fotos para ilustrar este balance de inversiones?), pero, sobre todo, ofrece varias certezas gracias a esas fotografías y al análisis que se hace respecto a esas industrias que se hicieron fuertes en los años 40 para propiciar el despegue industrial de Valladolid.
Publicidad
La ciudad contaba en 1939 con 69 hectáreas de suelo industrial, sin contar con los talleres del ferrocarril. En 1951 eran 190, «un salto sin precedentes», según constatan Pablo Alonso, Pedro Pablo Ortúñez y Fernando Zaparaín, investigadores de la Universidad de Valladolid. De esas 121 nuevas hectáreas, 67 siguieron buscando la proximidad del ferrocarril, pero hubo nuevas zonas de expansión, por ejemplo hacia el norte, con Endesa o Nicas. El ferrocarril había creado una cantera de profesionales, «mano de obra especializada en métodos y técnicas productivas empleadas en la industria fundamental», como recogen Pablo Alonso, Pedro Pablo Ortúñez y Montserrat Álvarez en 'Formación y desarrollo de un distrito metalúrgico en Valladolid'.
Explican en este trabajo que durante la Guerra Civil, «la mayor parte de las empresas metalúrgicas de la ciudad fueron militarizadas y destinadas a la fabricación de proyectiles y la reparación de vehículos militares». «La necesidad de armamento y equipo mecánico provocó la aparición de otras nuevas». De 182 en 1936 se pasó a 225 al final de la contienda. La metalurgia suponía el 25% de los establecimientos industriales de la ciudad. Y llegarían más en los años siguientes, con varios puntos a favor de Valladolid, como su ubicación cerca de zona productoras de energía eléctrica (que garantizaban el suministro continuo) o su punto estratégico en la red de carreteras y ferroviaria.
Publicidad
Noticias relacionadas
El libro hallado en ese trastero, con sus párrafos mecanografiados, repasa la historia de algunas de estas empresas. Como Nitratos de Castilla (NICAS), que según estas páginas ya rondaba como proyecto desde 1934 para «implantar una industria de abonos nitrogenados sintéticos a base de la energía eléctrica producida por los saltos de agua». El Gobierno otorgó la concesión por decreto el 30 de julio de 1940. Cinco años después fue cuando se empezó a buscar maquinaria en el extranjero, tarea complicada por la II Guerra Mundial. «Hasta 1948 no comenzaron a sernos entregadas las primeras partidas de maquinaria», puede leerse en el libro, donde se apunta que «proyectada para una capacidad de 64.500 toneladas anuales de nitrato, comenzará su producción a un ritmo de 32.000». Con actividad hasta 1993, fue inaugurada por Franco el 2 de marzo de 1950, el mismo día que la Empresa Nacional de Aluminio (Endasa). «En los primeros meses de 1944 comenzaron los trabajos de construcción e instalación de una fábrica para la producción de aluminio puro por electrólisis de la alúmina», cuenta el capítulo dedicado a esta empresa.
Pero hay más, como los talleres de fundición Gabilondo, fundados en la década de 1860 por Leto Gabilondo. «En 1946, se estudió una ampliación de sus instalaciones del Paseo de Zorrilla, que fue denegada por el Ayuntamiento por considerar que esa no era zona industrial. La imperiosa necesidad de ampliar las instalaciones para hacer frente a las crecientes y continuadas demandas de los clientes obligó a buscar terreno para una nueva planta». Fue en la carretera de Madrid, «con vuelta a Arca Real y la estación de Ariza».
Noticia Patrocinada
Hay un apartado especial dedicado a las empresas textiles, que tuvieron importante presencia en Valladolid. El 17 de diciembre de 1944, con un capital de un millón de euros, se estableció Textil Pisuerga, fundada por Juan María Roger. Su actividad comenzó el 1 de enero de 1945, con la instalación de 24 telares sederos. Cinco años después, ya serían 74, «además de la maquinaria de preparación necesaria, compuesta por encarretadoras, urdidor, encoladora, devanadora y canilleras». La empresa contaba con 137 empleados (el 80% mujeres). Las primeras que se contrataron, una decena, fueron a Cataluña y allí estuvieron durante ocho meses, «en régimen de internado», para conocer las técnicas y luego enseñárselas a otras operarias. Entre los beneficios que recibían los empleados, estaban el «reparto de juguetes y prendas de abrigo a los hijos por Reyes, becas para ejercicios espirituales y servicio de economato y comedor, en el que por el módico precio de dos pesetas se sirve diariamente comida sana, abundante y bien condimentada».
De comida «bien condimentada» para su plantilla presumían también en Valladolid Textil, empresa dedicada a la «fabricación de artículos de algodón, rayón y sus mezclas». Constituida en abril de 1945, contaba con cien telares («todos ellos de fabricación nacional») y 130 obreros.
Publicidad
Hay más información sobre otras empresas, como Tableros de Fibras (Tafisa), constituida con un capital de 45 millones. «La fabricación de madera viene a llenar un hueco en la industria nacional», recoge este libro nunca publicado, donde se presume de que la producción llevada a cabo en Valladolid («tablones de gran resistencia, a los que no les afecta la humedad, son menos combustibles, no son atacados por insectos…») «permitirá abaratar no solamente la construcción de edificios por poder fabricar puertas, ventanas, pisos, paredes y frisos mucho más económicos y distribuir la mano de obra, ya que es mucho más sencilla, sino la construcción de casas íntegramente prefabricadas de madera, coches de ferrocarril, cabinas de aviones, barcos…».
El impulso industrial de Valladolid durante esos años previos a la llegada de Fasa contaba con otros exponentes, como Industrias del Cemento (dedicada a la «fabricación de viguetas, bovedillas y piezas moldeadas de cemento y acero»), José Cámara («maderas y material de construcción en general») o Autógena Martínez, impulsada por Domingo Martínez, un obrero soldador que en 1913 trabajaba en Madrid y que en 1931 montó una fábrica de oxígeno y acetileno en Valladolid. Contó con hasta 170 trabajadores. Y también los talleres Miguel de Prado, dedicado a la construcción de «turbinas, reguladores, tuberías, compuetas, bombas, maquinaria diversa para la minería».
Publicidad
«Los datos son importantes, pero el verdadero tesoro está en las fotos», remarca Luis Posadas, quien ya tiene echadas el ojo a varias imágenes para incluirlas en sus próximos libros sobre la historia cotidiana de Valladolid. «La enseñanza de todo esto es cómo los trasteros, los cajones y desvanes están llenos de tesoros que para muchas personas pasan desapercibidos», resume el coleccionista que encontró un testimonio sobre el Valladolid de mediados del siglo XX en un trastero de Huerta del Rey.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión