Un repartidor pasa al lado de una terraza vacía por el toque de queda, el pasado 25 de octubre. ALBERTO MINGUEZA

La segunda ola deja atrás el pico, pero el 95% de la provincia de Valladolid sigue en riesgo «muy alto»

La semana del 1 de noviembre marcó el máximo de positivos, pero los contagios continúan disparados

Antonio G. Encinas

Valladolid

Sábado, 21 de noviembre 2020, 08:03

Uno de los factores que provoca más desesperanza en esta lucha global contra el Sars-Cov-2 es su inercia contagiosa. La curva de infecciones ... crece soterrada, camuflada en un ejército de asintomáticos que esparcen el virus. Como los síntomas tardan en aparecer, y además el porcentaje de enfermos graves es pequeño, cuando la curva se dispara ya es demasiado tarde. El virus se descontrola, deja de ser rastreable y se propaga a una velocidad capaz de colapsar un sistema sanitario. A partir de ahí, la fuerza de contagio es tan incontenible que las medidas restrictivas tardan mucho tiempo en conseguir un efecto reductor. La inercia contagiosa perdura, es consistente. Y al mismo tiempo conlleva un efecto desmoralizante en los ciudadanos y en los propios expertos sanitarios, que no ven decrecer la dichosa curva.

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En ese punto están Castilla y León y, obviamente, la provincia de Valladolid. Los datos de incidencia acumulada a 14 días (en casos por 100.000 habitantes) reflejan que empieza a producirse un lento aplanamiento, e incluso un descenso, salteado por brotes que cambian la tendencia bruscamente en las localidades más pequeñas.

La Junta de Castilla y León ofrece la incidencia municipio a municipio en aquellas localidades de la provincia con más de mil habitantes. 27 de esos lugares han visto decrecer su incidencia acumulada, aunque solo dos, Villabrágima y Villalón de Campos, han logrado reducir su calificación, de riesgo «muy alto» a riesgo «alto». Todas las demás se encuentran en el temido «muy alto», por encima de 500. Por contra, otros 12 han incrementado su incidencia acumulada. El caso más llamativo es el de Cigales, que ha pasado de 534 a 1.356. Con 5.160 habitantes, sin embargo, hay que tener en cuenta los números absolutos. Significaría que ha pasado de tener 27 positivos por covid-19 a 69. A veces estos saltos brutales en la incidencia acumulada se pueden explicar por un brote. Eso parece suceder en el caso de Cigales, donde la serie de casos registrados reflejó, en un solo día, más de 30 positivos tras varias jornadas con una cadencia de casos muy por debajo de esa cifra y en ningún caso superior a 10.

«Esta incidencia acumulada supone en torno a setenta casos en 14 días, lo que son cinco de media cada día en una población de cinco mil habitantes», reflexiona Ignacio Rosell, secretario del Comité de Expertos de la Junta de Castilla y León. El análisis pormenorizado de los datos deja entrever que ese salto pueda deberse a un brote, o a un cribado masivo en una residencia, por ejemplo. Estos incidentes desvirtúan, en principio, la foto fija del municipio, pero también son motivo de alerta. Se deba o no a un brote, cuantos más casos emerjan más sencillo es que el coronavirus se descontrole.

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Cuando se impuso el toque de queda, el 25 de octubre, el excel de la Consejería de Sanidad reflejaba una correspondencia terrible: semana 43 de pandemia, crecimiento del 50% en el número de casos. «El aplanamiento empieza por crecer más despacio. La semana 44 creció menos que la 43. Entonces el incremento, en una sola semana, fue una barbaridad. Algo increíble. Eso se fue reduciendo a un 15% y ahora vamos bajando. Es una señal de aplanamiento, pero se ha conseguido con toque de queda, hostelería cerrada y mucho miedo en la gente», recuerda Rosell.

El pico de la segunda ola se sitúa, salvo rebrote inesperado con la situación actual de restricciones, en la semana 44. Es decir, la que acabó el 1 de noviembre. Las dos siguientes ha menguado la incidencia acumulada de la enfermedad. Y sin embargo, el 95% de la población, 495.000 habitantes, se encuentra en zonas de riesgo «muy alto». Solo 16.587, de 111 municipios pequeños, están en unas cifras de «nueva normalidad». En riesgo medio se encuentran Alaejos y Castronuño, mientras que en el nivel «alto» se encuadran Pozal de Gallinas, Pozaldez, Quintanilla de Onésimo, Sardón de Duero, Villabrágima, Villalar de los Comuneros y Villalón de Campos.

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En las localidades más pequeñas se dan otros detalles peculiares. Así, Traspinedo pasa de riesgo alto a muy alto y de una incidencia acumulada de 180 a 270. Es decir, en lugar de dos casos, tres. Y ese cartel en «rojo alerta» de «riesgo muy alto» es el mismo que luce Valladolid, la capital, con una incidencia acumulada de 1.048 y unas características demográficas y geográficas mucho más proclives al contagio.

Sin embargo, las grandes cifras permiten entrever la tendencia general de la enfermedad. Y esa es paulatinamente decreciente, pero con matices. Porque parte de unos indicadores altísimos a todos los niveles. Se tomó como base para el nivel muy alto el índice de 250 casos por cien mil habitantes en incidencia acumulada a 14 días, y se hizo cuando ya muchos lugares de España rebasaban con amplitud los 500. Ahora, la ciudad de Valladolid se sitúa por encima de los 1.000. «Los 250 en Europa son un límite que lleva a medidas críticas», recuerda Rosell. El camino hasta rebajar la alerta a nivel «alto», por debajo de esos 250, es arduo.

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«Entre los municipios de más de cinco mil habitantes, con más de 1.000 de incidencia se sitúan Cigales, Íscar, que es de nuevo el más alto, Laguna de Duero, Medina del Campo y Valladolid», explica Rosell. Íscar se encuentra en plena bajada en las dos últimas semanas, pero había crecido a un ritmo elevadísimo las semanas anteriores, y eso lleva a la localidad a mantenerse desbordada por una pandemia que se ha cebado en la zona.

La Navidad y la lección de la Universidad de Valladolid

La Universidad de Valladolid ha contabilizado y analizado los casos positivos aparecidos entre sus estudiantes y personal. En los últimos recuentos se ha observado una bajada en las cifras y se ha determinado que el pico pudo situarse en la semana en torno al 25 de octubre-1 de noviembre. Esto es, contagios ocurridos un par de semanas atrás, cuando se celebraron, como detectó la Policía Municipal, botellones y fiestas en pisos. Es un aviso de lo que puede ocurrir en Navidad si la incidencia disminuye y la vigilancia se relaja. «Si baja un poco de aquí a Navidad, haríamos mal en relajarnos porque sean las fiestas. Si ahora estamos en 800, dudo mucho que bajemos de 500 en Navidad. Y quinientos es una barbaridad», alerta Ignacio Rosell. Como ya han predicho algunos expertos, la tercera ola puede arramblar con todo en febrero si diciembre y enero se relajan las precauciones. Y si el efecto rebote del verano fue tremendo, un rebote a partir de una incidencia de 500 casos es una amenaza letal.

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