Obituario
Adiós a Jose Julio Sanz, el transportista que se desvivió hasta el último día por el campo vallisoletanoTudela de Duero llora la muerte a los 61 años de 'Porrillas', como le conocían de un modo cariñoso: «Era una buena persona, transparente y sin medias tintas», recuerda su familia
Lo de Jose Julio Sanz Sanz por el campo vallisoletano era pura devoción. Sentía, desde bien pequeño, ayudando en el negocio familiar cuidando a las vacas y limpiando cobertizos, una especial predilección por el sector primario. Estaba absolutamente convencido, desde que tenía uso de razón, de que los recursos naturales eran la base de todo. El «motor de la economía y de la vida cotidiana». «Sin sector primario no comemos», decía continuamente a sus familiares. Los mismos que hoy le recuerdan con profunda tristeza, pero con un sentimiento de fortuna y gratitud por haber podido disfrutar tantos años -falleció el 27 de agosto a los 61 años- de un hombre «cercano, gracioso y servicial, dispuesto a ayudar a cualquiera que se lo pidiera».
'Porrillas', como le conocían de un modo cariñoso en Tudela de Duero, siempre tuvo claro que su vida debía estar vinculada a la agricultura y a la ganadería. Así que, en cuanto tuvo la más mínima posibilidad -con el cumplimiento del servicio militar-, consiguió «todos los permisos de conducir» y comenzó a labrarse un futuro como transportista, «profesión que llevaba en las venas».
Precisamente, el hecho de tener los permisos de conducción de moto, coches, camiones y autobuses con remolque, entre otros, le dio la oportunidad de fundar, junto a sus hermanos (era el tercero de cuatro hermanos), Transanz. «Él era transportista y los hermanos se dedicaban a la actividad agraria, lo que le permitía trabajar mano a mano con ellos; se dedicó a hacer las campañas de sus propias cosechas y también de temporada como cereales, paja, ajos y remolachas. Se ha dedicado a ello hasta que su enfermedad no le dejó continuar, en 2024», comenta Paula, su hija menor, que se erige portavoz de una familia absolutamente rota de dolor por la pérdida de una «buena persona, con personalidad definida y sin medias tintas y transparente, pero siempre con buen fondo».
Amante del motociclismo, fiel seguidor del Atlético de Madrid y socio durante «muchos años» del Real Valladolid, a Jose Julio le gustaba disfrutar de los «pequeños placeres» de la vida. Cenar en el Patio Triana y terminar la noche con un helado de leche merengada con canela de Iborra mientras paseaba por la Plaza Mayor era su plan perfecto. Siempre acompañado, eso sí, del amor de su vida, Julia, de quien no se había separado desde hacía 44 años. «Para él, ella lo era todo, el motor de su vida. Siempre lo ha sabido, pero durante su enfermedad -le detectaron un ependimoma- mostraba admiración hacia ella ya que no le dejó solo ni un segundo», dice la pequeña de la familia, al tiempo que añade que hacían «todo juntos, iban a una en todo, una relación digna de admirar que ambos querían que sus hijas tuvieran».
Le gustaba disfrutar de «pequeños placeres» como ver a su Atleti o tomar un helado de leche merengada con canela mientras paseaba
Porque Jose Julio Sanz lo tenía todo: «Buen padre, buen marido y una persona familiar, cercana y graciosa, aunque un poco bruto». Quiso, de hecho, que sus hijas, Jair y Paula, se dedicaran al campo o al transporte, pero no lo consiguió. «Siempre quiso que fuéramos independientes, algo que ha conseguido; ha sido siempre un guía y referente para nosotras», admite Paula, quien resalta de su progenitor su capacidad para convertir un -a priori- defecto en una virtud. «Tenía carácter, era terco y se involucraba en cada proyecto que se proponía y en cada problema que pudiera surgir; le gustaba arreglar cualquier avería que surgiera, era el mecánico de la casa, el fontanero, electricista, pintor... Muy resolutivo», continúa.
No tenían dudas de que 'El Rubio', como también se le conocía en el sector del transporte, era alguien «querido y admirado», pero en su despedida a su familia le quedó claro: «Pudimos sentir lo que la gente le quería, abarrotaron el tanatorio y la iglesia, estamos muy agradecidos», sentencia su familia.
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